Zombie School sin gracia
Ya era hora de que
alguien pusiera lo que hay que tener sobre la mesa y rindiera cuentas hacia
toda esa generación de pre-púberes que no muestran ningún respeto por sus
mayores. Y más aún, que convirtiera en héroes a uno de los sectores más afectados
por el bullying, a todas esas figuran
que velan por la educación y formación de nuestros hijos con absoluta
dedicación, los profesores.
“Cooties” ofrece una
visión zombie school del acoso, en la
que los maestros se enfrentan a una horda de inmaduros
colegiales infectados a modo de llamada de atención para que espabilemos y no
demos pie a un futuro regido por idiotas morales. Lo hace, por supuesto,
idiotizándose a sí misma, y entendiendo la propuesta, como no podía ser de otra
manera, tirando de humor absurdo y negro.
O lo intenta. Porque la
película dirigida a dos cerebros por los debutantes Jonathan Milott y Cary
Munion desaprovecha su posible discurso entre líneas y no pasa de ser una
anécdota simpática a la que le falta más arrojo y mala leche. Es una sucesión de
gags con mayor –los juegos de palabras, la referencia a los hobbits, los macabros juegos infantiles
con miembros humanos- o menor acierto –básicamente, más de un secundario, como
Jorge García, intentando hacer reír en vano-, un quiero y no puedo constante
que no acaba de tirar la casa por la ventana, y que llega incluso a hacerse pesado
y aburrido, algo imperdonable en una comedia que en su premisa apunta a ser un divertimento
sin miramientos.
Sin embargo, no es del
todo culpa de sus realizadores. Son debutantes, y su trabajo tras las cámaras,
si bien no es perfecto –las escenas diurnas están horriblemente iluminadas y tienen
un horroroso tufillo televisivo-, es bastante solvente. El problema es el
libreto que manejan, escrito cuatro manos por Ian Brennan y Leigh Whannell,
este último demostrando una vez más que no es capaz de ir más allá de los
tópicos en sus guiones si se separa de su amigo James Wan. Ahí está “Insidious:
Capítulo 3” para atestiguarlo. Brennan y Whannell, que no por casualidad se
reserva uno de los personajes con mayor potencial de la cinta, no logran llevar
la idea inicial más allá de una colección de sketches de un nivel de comicidad más bien reducido, además de
confundir lo absurdo con lo ilógico en un guión que acumula incongruencias en
defensa de una comedia que no funciona. Así, por ejemplo, los pasajes en los
que los niños tienen actos propios de personas sanas y racionales –el zombi vigilante,
el que se hace pasar por un niño sano para llegar a su madre-, más que
hilarantes acaban resultando poco creíbles y ridículos.
Se agradece, eso sí,
que en su reparto se dé rienda suelta al gran Rainn Wilson, de lejos lo mejor
de un reparto bastante desaprovechado, en el que uno se pregunta por qué
actores como Jack McBrayer o Elijah Wood no hacen más que repetir los mismos
tics interpretativos que les han hecho famosos. Pero es una gota positiva
mínima para una película que se va apagando conforme avanza, y que carece de
algo importante dadas sus intenciones: gracia. Seguramente, ningún menor de
edad ha resultado herido durante su filmación. Los espectadores no podrán decir
lo mismo tras verla.
A
favor: Rainn Wilson, y algún gag acertado
En
contra: su guión, que no explota todos sus recursos, carece
de gracia
Calificación *1/2
No merece mucho la pena
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