Que se encarguen los nerds
La Tierra está a punto
de sufrir una terrible amenaza que viene del espacio exterior. Una sociedad
alienígena ha recibido una cápsula del tiempo lanzada en 1982 desde nuestro
planeta que contiene imágenes de las máquinas recreativas de la época, y deciden
atacarnos utilizando sus juegos como modelo de la invasión. Ante esta premisa,
¿qué puede salir mal? Pues que aparezca Adam Sandler con su cara de lelo
habitual y diga “¿Pac-Man es de los malos?”, cuando una escena antes ya sabía
que iba a enfrentarse a él.
Ojalá el máximo
problema de “Pixels” fuera su actor protagonista y su eterna expresión
bobalicona de estar de paso para cobrar el cheque. A pesar de que sus actores
intentan creerse lo que el film está contando –el único que destaca por
credibilidad e hilaridad es Josh Gad-, de que los efectos especiales sean de lo
más resultones y de que la nostalgia ochentera sea su leit motiv, su gran hándicap es el guión y el estilo de la
propuesta.
“Pixels” se articula
como un videojuego cinematográfico planteado en torno a tres fases, a tres
enfrentamientos con tres excelentes juegos: el Centipede, Pac-Man y Donkey
Kong. Tres escenas muy dinámicas en las que Chris Columbus (“Solo en casa”,
“Harry Potter y la piedra filosofal”) demuestra que sigue en plena forma, y que
suponen lo mejor de la función. Pero lo que hay en medio de esas secuencias es
lo que no acaba de cuajar. No conjuga nada bien esa comedia familiar sandleriana que pretende ser con la
nostalgia que los juegos que muestra en pantalla puedan despertar en toda una
generación que ya peina canas. No sabe si quiere ser para niños o para adultos.
Los gags dedicados a ambos sectores están horriblemente planteados. Se ve
incapaz de aprovechar a dos secundarios tan potentes como Sean Bean y Brian
Cox, y especialmente con este último, que aparece y desaparece del film sin
sentido alguno.
Y lo peor, no sabe
siquiera si se decanta por la comedia o la acción con toques de
ciencia-ficción. “Pixels” no tiene clara su identidad ni a qué público quiere
llegar. Deja algo de cancha, eso sí, para que Sandler y su amiguete Kevin James
hagan de las suyas, para que se muestren como lo que son, dos niños grandes,
para vergüenza y desgracia del propio espectador. Es una cinta destinada a
vendernos que los nerds, que toda esa
generación de gamers que se
resistieron a crecer, pueden ser la salvación del mundo. Lo que acaba siendo es
una especie de remake inconfeso de
“Cazafantasmas” –de hecho hay algún cameo que lo atestigua-, pero sin chispa ni
ingenio alguno más allá de una premisa tristemente desaprovechada. No consigue
siquiera activar los resortes de la melancolía Arcade que llevamos dentro. Para
eso siempre nos quedará “¡Rompe Ralph!”.
A
favor: Josh Gad y las escenas dedicadas al Centipede,
Pac-Man y Donkey Kong
En
contra: todo lo demás
Calificación *
Ni se moleste
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