El festival del exceso
Hay veces que debemos
alegrarnos de que el Oscar a mejor película no coincida con el de mejor
director. Que “Chicago” era un musical grandilocuente y satisfactorio en el que
el inconfundible nervio de Bob Fosse corría por sus venas cinematográficas es
incuestionable. Y que, a día de hoy, sigue siendo la mejor cinta del director
teatral y coreógrafo Rob Marshall, es aún menos cuestionable. Y aún lo es menos
el que su irregular carrera posterior haya venido a confirmar que la Academia
hizo bien en no concederle la dorada estatuilla, convertido a día de hoy en un
mercenario para la industria.
“Into the Woods” reafirma esta posición.
Nada queda ya del sibarita de la imagen y el sonido de sus tres primeros
trabajos. Sí, “Memorias de una geisha” y “Nine” fallaban en lo más básico, el
guión y el ritmo, pero apuntaban a un realizador estiloso formado sobre los
escenarios. Es algo que no desprende esta última propuesta, pues nos
encontramos ante un producto prefabricado por Disney. Y esto es algo a lo que
el musical de Stephen Sondheim se presta gustoso. Es una película perfecta para
la compañía, ya que sigue esa estela reciente suya de ofrecer el lado más
oscuro y siniestro de sus clásicos, pero sin dejar de lado su inconfundible
espíritu mágico familiar. Y Marshall se deja llevar por esta tendencia, sin
imprimir alma al proyecto.
Pero más allá de esta pérdida de
identidad, el gran problema de “Into the woods” es no tomarse nada en serio a
sí misma, entendiendo el musical como un festival de excesos humorísticos. Hay
humor a todos los niveles. Lo hay en su guión, repleto de chistes tontos y
facilones en los que sus personajes cuestionan los cuentos ajenos pero nunca
las bases de los que ellos mismos protagonizan. Está presente también en forma
de humor presuntamente negro pero bobalicón. Pero sobre todo en sus actores, un
reparto de lujo sobreactuado hasta la extenuación y el bochorno, convencido de
que eso es comedia. Solamente Meryl Streep sobreactúa de manera convincente,
principalmente porque su personaje así lo requiere.
Así, “Into the woods” viene a ser un
musical de esos que no dejan huella, hecho para una gran compañía que fagocita
cualquier ansia creativa, y que cruza la línea del ridículo en reiteradas
ocasiones. Y por si fuera poco, lo realmente ingenioso e interesante finaliza
sobre el minuto 75. A partir de ahí, lo que ofrece es puro relleno mal
ejecutado y que no lleva a ningún lado, bajo el convencimiento de que hay un
mensaje profundo y familiar oculto tras sus canciones poco pegadizas. Sorprende
que, dados los orígenes teatrales de Marshall, las escenas musicales estén tan
mal planificadas. A destacar, eso sí, la parte más técnica de la cinta.
Fotografía, maquillaje, sonido, vestuario, dirección artística… Pero poco más que rescatar de este
lío repleto de princesas encantadas por príncipes bribones, de madres
posesivas, de herencias malditas y conflictos paterno filiales no resueltos,
que encantará a los más entusiastas de la casa y a los fanáticos del musical
entendido como exceso. Yo no soy uno de ellos.
A
favor: la parte más técnica del film, y Meryl Streep
En
contra: la de veces que cruza la línea del ridículo
Calificación *1/2
Rob Marshall lleva tiempo descarrilándose. A pesar de que no creo que evolucione más allá de lo que es ahora, todavia me causa curiosidad esta peli. Buena reseña.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, y te animo a que la veas. O más bien te doy ánimos y te infundo valor, que es lo que hace falta para atreverse a verla jaja
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