martes, 14 de octubre de 2014

LA CRÍTICA. Horns

El diablo que llevamos dentro
Si algo demostraba Joe Hill en la mordaz y ácida “Cuernos” era que, efectivamente, era hijo de su padre. Su prosa era directa y visual y, tal como le suele ocurrir a Stephen King, partía de una idea original e innovadora que acababa desinflándose conforme avanzaba para culminar en un anti clímax en el que podría habérsele sacado mucho más jugo a la potente premisa inicial.

A nivel de adaptación, no podría haber conseguido Alexandre Aja, que en esta ocasión parte de un guión ajeno, aproximarse más a la obra original. Ha entendido el relato de Hill en clave de humor negro, a veces pueril pero efectivo, afilando aún más si cabe ese sentido del humor que ya destilaban las páginas del libro. Porque no podía enfocarse de otra manera la historia de un chaval al que, un mal día, le crecen unos cuernos en la frente. Durante su primera hora de metraje, su “Horns” es precisamente eso, una comedia negra de tintes sobrenaturales que se toma muy poco en serio a sí misma, y que invita al espectador a reírse con ella, alternando los pasajes humorísticos con una serie de flashbacks perfectamente insertados que remiten directamente a aquel “Cuenta conmigo” ochentero.


Pero tal es su mimetización con la novela que sigue también el mal rumbo que ésta emprende. Una vez se acaba el humor y da paso al thriller de venganza con mensaje de amor eternamente demoniaco de fondo, Aja no encuentra el punto justo hacia el que dirigir la historia de una propuesta que pedía a gritos explotar toda esa mala hostia y oscuridad que ya supuraba por sus fotogramas durante su primera mitad. Y, por qué no, no habría venido mal algo de gore sin complejos en este segmento. Solamente en sus minutos finales lo consigue, pero ya por entonces es tarde para dejar salir el demonio que lleva dentro la película.


El enfant terrible del cine francés logra otra cinta entretenida, algo que lleva regalándonos desde hace unos años, pero lejos de aquellos dos primeros trabajos que prometían a un cineasta salvaje y transgresor. Eso sí, consigue que nos olvidemos de Harry Potter en ese ángel caído encarnado con frescura y malicia por Daniel Radcliffe, y nos enseña que, tal y como decía Hill en la novela, supone una enorme ventaja ser uno de los diablos si vas a vivir en un mundo que es, en sí mismo, un infierno. Aunque se le habría agradecido sacar ese demonio que sus seguidores sabemos que habita en su interior, ése que antaño nos regaló algunas de las escenas más bestias del terror moderno.

A favor: Daniel Radcliffe, y la mala baba de su primera mitad
En contra: no acaba de sacar el demonio que lleva dentro

Calificación ***

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