viernes, 5 de septiembre de 2014

LA CRÍTICA. El Niño

Millas de libertad
Estrecho de Gibraltar. Coladero por el que entra la droga a Europa. Millas y millas de agua separan las costas entre dos mundos, regidos por sus leyes y sus creencias, pero donde el dinero es el idioma universal. Dos jóvenes, el Niño y el Compi, en busca de un futuro, del sueño de una vida mejor. Un poli, Jesús, obsesivo y metódico, enfrascado en una búsqueda sin cuartel de un misterioso inglés trajeado y esnob. Los caminos del Niño y Jesús no tardarán en cruzarse, en medio de esas aguas que prometen millas de libertad para quien consiga llegar al otro lado.

Dos personajes antagónicos, pero a la vez dos caras de una misma moneda. Corrupción, droga, robos, dinero y mucha acción. Podrían ser perfectamente las cartas con las que jugaría un film de Michael Mann, y de hecho “El Niño” tiene algo, aunque sea en su historia, de “Corrupción en Miami” y de la magistral “Heat”. A nivel artístico, el estilo de Daniel Monzón se asemeja más al de Paul Greengrass. Rigor casi documental y sobredosis de adrenalina, aunque la escena en cuestión no sea de acción, y cierta preocupación por no poner en pantalla personajes de cartón.
Pero cualquier comparación sería injusta, porque ya en “Celda 211”, Monzón empezaba a pulir su propio estilo a la hora de rodar y se convertía en un maestro en esto del thriller de acción con fondo. Es como el Urbizu de nuestro tiempo, un cineasta que ha ayudado a definir un thriller cañí, con denominación de origen, muchas millas alejado del que nos viene del otro lado del charco. Eso sí, con la esperanza de que no se repita a sí mismo y que explore otros géneros como ya hiciera en sus primeros trabajos.


Monzón acierta en las escenas de acción –en concreto, LA ESCENA del helicóptero, de una ejecución soberbia-, en su manera de concebir el suspense y el thriller policiaco, pero se pierde al otro lado del estrecho, en el poco carisma y la falta de expresividad de Jesús Castro, acentuada por tener cerca a auténticas vacas sagradas como Luis Tosar, Eduard Fernández o Sergi López, y en una historia central amorosa que apela a la cara más comercial de la propuesta. Porque lo que más interesa quizá sea la parte policial, al menos tal y como Monzón la plasma, la relación de Tosar con la estupenda Bárbara Lennie, un poco más de desarrollo en toda esta trama y no en lo que ocurre entre dos jóvenes que dan rienda suelta a su amor en una playa.


Una descompensación que el director solventa con grandes dosis de dinamismo en la intriga y el avance de la historia, por mucho que ésta se encalle en su parte central. En manos de otro, este film estaría condenado a parecer una ampliación de la serie “El príncipe”. Sobra metraje, pero al menos lo que queda es entretenimiento y solvencia tras la cámara. Una obra menor si repasamos una filmografía siempre dirigida a hacer cine por y para el público, pero de calidad. Porque no todos son capaces de acabar una película como ésta con un plano que bien podría haber salido de esa base en la que reposaba el arca de Spielberg, y que nos recuerda que hay otros muchos niños buscando cruzar el estrecho en busca de algo mejor.

A favor: la dirección de Monzón, su concepción del thriller y la acción
En contra: Jesús Castro y la subtrama amorosa que protagoniza

Calificación ***

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