El libro de reclamaciones, por favor
A veces es difícil
entender por qué algunos filmes acaban trascendiendo el mero taquillazo para
convertirse en un fenómeno social, en algo que va más allá de lo puramente
cinematográfico. “No se aceptan devoluciones” viene a ser algo así como la “Ocho
apellidos vascos” de México. No porque sus historias sean parecidas, o porque
la calidad del producto final se asemeje en ambos casos, sino porque el éxito
en taquilla de cada una sólo se entiende en base al fenómeno en el que se han
visto envueltas gracias a una potente campaña de promoción, una comunión con el
público ejemplar y un boca a boca de lo más robusto. Porque, dentro de una
cinematografía tan excelsa como la mexicana, sorprende que sea la que nos ocupa
la cinta en habla hispana más taquillera en Estados Unidos.
La historia de “No se
aceptan devoluciones” bebe de multitud de referentes de la comedia y el drama.
Un Don Juan que de la noche a la mañana se ve cuidando de una hija de la que no
sabía nada, a la que su madre ha abandonado y a la que sumirá en un universo de
fantasía para ocultarle la triste realidad en torno a la señorita que la trajo
al mundo. Hasta que, claro está, la madre reaparece dispuesta a llevársela
consigo. Es decir, una mezcla de “Tres solteros y un biberón”, “La vida es
bella”, “Kramer contra Kramer” y “Big Daddy”, de la que es imposible no
acordarse cuando la foto de Adam Sandler adorna la pared del cuarto de la niña.
Por supuesto, es
difícil no compararla con otras propuestas. Hay que ser muy original para no
incurrir en las mismas temáticas que “No se aceptan devoluciones”,
un título que, al igual que el inglés “Instructions Not Included”, debería ser
remarcado antes de acudir a verla. Pero, aunque así fuera, al menos podría
haberse parido un producto más digerible. Desgraciadamente, no es el caso. Su
sentido del humor es tan familiar, tan blanco, tan tópico, que me pregunto si éste
es la comedia de la que hace gala el cómico Eugenio Dérbez, muy conocido en México.
Su guión y dirección, a cargo del propio Dérbez, tiran por lo melodramático
alcanzando niveles de telenovela. Es decir, música para enfatizar los pasajes
dramáticos y cómicos, realización televisiva, y una tendencia a buscar la
lágrima en el espectador que es bastante deprimente. Y un desenlace tan
manipulador y sensiblero que pone la guinda a lo que realmente pretende esta
película: cubrir sus carencias narrativas apelando a la sensibilidad del
público.
Es lamentable que un
filme abogue por la lucha contra los miedos apoyándonos en nuestros seres
queridos cuando en sí mismo estamos ante una propuesta timorata, que tiene
tanto miedo a explorar vías más arriesgadas que opta por el camino de la
lágrima fácil. Se arriesga incluso a mencionar a otros compatriotas con mucho
mayor talento como Cuarón o del Toro, un recuerdo que no le hace ningún bien. No
se aceptarán devoluciones, pero yo pido el libro de reclamaciones.
A
favor: es tan blanca que tiene potencial como producto
revienta taquillas
En
contra: a nivel cinematográfico es una película nula
Calificación *
Sí, la verdad es que es algo penoso. De hecho "No se aceptan devoluciones" es también la película más taquillera de la historia del cine mexicano. Record que apenas había logrado conseguir "Nosotros los nobles" cuando apareció la producción de Derbez. Ni como defenderla. En efecto es el tipo de humor que él utiliza siempre (no sabría decir si mejor o peor, dado que no lo sigo, pero sobre la misma línea) y sin duda la masiva campaña alrededor de ella influyo mucho. También porque muchas de las funciones fueron anunciadas a beneficio de los damnificados por un desastre natural que tuvo lugar por aquellas épocas, justamente en Acapulco, estrategia que si bien loable a su manera no dudo manipuló un poco la cuestión de taquilla.
ResponderEliminarSaludos.
Vaya, no sabía lo de las funciones a beneficio de los damnificados. Eso le hace ganar puntos como film manipulador. Y sobre Dérbez no puedo hablar, era la primera vez que oía hablar de él. Aunque me temo que tras ver este film, me costará olvidarle.
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