viernes, 20 de septiembre de 2013

LA CRÍTICA: Jobs

El alma de un Macintosh
En una sociedad en la que serás más recordado por tus logros y aportaciones que por tu vida personal y tus actos, la pregunta es: ¿sabemos quién era realmente Steve Jobs? Para muchos fue un genio, para otros un oportunista y un prestidigitador. Las dos cosas, aunque puedan resultar contradictorias, pueden ir de la mano. Más que un creador, fue un visionario, una persona dotada de una ambición y una creatividad incomparables, un excelente orador y encantador de serpientes que perseguía un sueño, y que lideraba a otros en busca de ese sueño. Un niño que jugaba con juguetes caros al margen de las grandes compañías capitalistas.

Durante cuarenta minutos, “Jobs” plasma casi a la perfección la personalidad que se escondía tras las gafas, la barba y las zapatillas New Balance del mito. Le pinta como un hedonista, una persona que más que crear veía potencial en otros y les guiaba hacia un sueño. De hecho, así nació Apple Computer, como la potenciación del talento de un antiguo compañero, Steve Wozniak, y unos cuantos agregados, unidos bajo el ideal de mejorar el mundo.


Sin embargo, tras este aceptable comienzo, se produce el primer momento tenso en la película, y la atmósfera que se había creado hasta entonces se rompe. Te das cuenta de que algo no funciona en ella desde el primer minuto, pero no se hace patente hasta ese momento en que el protagonista renuncia a su hija. “Jobs” es una película funcional, armada sobre los cimientos del biopic clásico –la estética setentera, el uso de la música de la época… todo muy lógico y tópico- con la pulcritud y la falta de personalidad del color blanco alienante de un Macintosh. Te ha soltado anécdotas históricas –el nacimiento del nombre de la compañía, la estancia en la India, la relación de Jobs con Los Beatles-, y se limita a eso, a contar hechos sin ninguna conexión emocional con su protagonista –la existencia de la hija repudiada, lo más desaprovechado sin duda- con la gracia y la rapidez de un autómata, sin pararse en los recovecos más íntimos del personaje.


Cuando llegan los instantes de mayor intensidad dramática, la película patina porque está más preocupada en transmitirte un ideal que no abandona casi en ningún segundo que en ofrecerte la biografía que alguien como Steve Jobs merecía. Y de ahí no se mueve. Sigues sin saber quién era más allá de sus logros y su sueño. Quizá sea que alguien como Jobs no requería un biopic, pero de necesitarlo, debió ser de otra manera. No basta con que Ashton Kutcher se parezca sorprendentemente a él, que copie sus gestos y la posición de su boca, porque cuando llegan los pasajes dramáticos da tan poco la talla como todo lo que le rodea. Por qué será que no he podido dejar de pensar en “La red social”, la excelente radiografía de David Fincher y Aaron Sorkin de la era de la desconexión. A eso debió parecerse este biopic. Sólo deseo que Sorkin retome el proyecto perdido sobre Apple y haga algo mejor que esto.

A favor: el increíble parecido entre Kutcher y Jobs
En contra: es un biopic al uso, con el carisma y el alma de un viejo Macintosh

Calificación: **

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