Vivir
y morir en Texas
William Friedkin, descontando
algún telefilm bien orquestado realizado durante los últimos quince años, en un
medio en el que se desenvuelve la mar de bien –no olvidemos que pertenece a la generación
surgida en la televisión en los 60-, no ha logrado ningún hito cinematográfico
desde “Vivir y morir en Los Ángeles”, pieza hoy de culto y totalmente
reivindicable de un cineasta que se fundió a sí mismo demasiado pronto,
concretamente desde el éxito de “El exorcista”.
Hay bastante de aquel
thriller marcado por la moda marcapaquete
ochentera y la violencia irracional y sucia de una década que algunos echamos
de menos en “Killer Joe”, su vuelta por la puerta grande, aunque con
distribución limitada, a la liga de los grandes maestros. Con ella asistimos a
la que posiblemente sea la propuesta más liberal de Friedkin en décadas, y eso
que se encuentra enormemente encorsetada por los orígenes teatrales de la
historia. Esto no supone mayor problema cuando se tiene a un genio del montaje
como él, cuando se tiene entre manos una historia tan malsana y sórdida que
puede producir hordas huyendo de las salas, y cuando se cuenta con un reparto
que, como media, desde la inocente Juno Temple hasta la recuperada y magnífica
Gina Gershon, resulta correcto en cada uno de sus papeles.
“Killer Joe” es cine
negro marca los hermanos Coen, mezclado con los personajes sociópatas y truhanes
de Jim Thompson, y teñido todo al final con un baño de sangre pasado de rosca
que ni el mismísimo Tarantino. Su trama protagonizada por paletos de Texas, a
cual más estrambótico, avanza continuamente por el peligroso filo de la
incorrección y el absurdo. Posee grandes momentos de celuloide pese a su
formato televisivo, unidos a otros en los que el surrealismo se adueña de la
función –la primera cita entre Joe y Dottie, por ejemplo-, y con todo el
resultado general es, cuanto menos, atractivo.
El film consigue
precisamente eso, incomodar y atraer a partes iguales. El realizador de “French
Connection” recupera su lado más truculento para servir la historia de esta
familia de indeseables, en un acertadísimo retrato sobre la codicia, la
estupidez y la miseria humana. Y consigue además que un actor que últimamente
parece recuperado de una etapa alimenticia y vacía como Matthew McConaughey se
encuentre sobradísimo en la piel de ese Killer Joe tan pasivo que resulta
estremecedor, y que acaba estallando en una escena final para el recuerdo, como
si su personaje en “La matanza de Texas: La nueva generación” se hubiera apoderado
de él y acabase aniquilando a sus compañeros de reparto. Un tramo final tan irracional,
incorrecto y surrealista que puede producir rechazo. Así es Friedkin, un
director que hace cuatro décadas nos sacudía en la butaca. Ahora, como mínimo,
consigue que no nos quedemos indiferentes, incluso que nos divirtamos con esta
salvajada. Bienvenido de vuelta, maestro.
A
favor: Matthew McConaughey y recuperar al Friedkin más
pasado de rosca
En
contra: su formato televisivo, los corsés de su referente
teatral y que su incorrección pueda resultar molesta a más de uno
Calificación: ***1/2
Muy de acuerdo con la crítica, en líneas generales. Friedkin realiza un oscuro retrato de esta mísera familia con un humor negro, y un guión bastante retorcido. Para mí todo el elenco está elogiable, juntos logran todo tipo de provocaciones. McConaughey en el mejor papel de su carrera.
ResponderEliminarSaludos!
Película estupenda que no recupera al mejor Friedkin pero si una versión más que decente. Mat es un crack, va directo a una futura nominación. Este 2013 será su año... otra vez.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchísimas gracias a los dos por pasaros. Lo de Matt ya suena a nominación inminente. Prometía desde la época de Tiempo de matar y Contact, pero se acomodó en pelis tontas y blockbusters. Viéndole aquí no pude evitar acordarme de su demente papel en "La matanza de Texas: La nueva generación", donde casi sodomizaba a Renée Zellweger rodeado, curiosamente, de una familia de lo más surrealista. Una interpretación desquiciada y buenísima para una peli mediocre. Se merece ya un reconocimiento.
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