La gigantesca sombra del maestro
“Hitchcock” comienza
con un brutal guiño a “Alfred Hitchcock presenta”. El director nos introduce en
la historia de Ed Gein, el asesino en serie que sirviera como base para el
Norman Bates de la novela “Psicosis”, de Robert Bloch. Y lo hace como en la
serie de televisión, de una manera desenfadada, armado con un humor negro que
le hace dar gracias a la ingenuidad de la policía por creerse las mentiras de Gein.
Porque, como sarcásticamente apunta, si no hubiera sido así no habríamos podido
disfrutar de una de sus grandes obras maestras. Ni existiría esta pequeña
película.
Lo sorprendente de este
film es que el tono de su serial sigue presente durante todo el metraje. No
estamos ante un biopic al uso, sino ante la historia de un hombre que bien
podría haber sido un asesino –interesante usar a Gein como su consejero
particular-, pero que decidió descargar sus impulsos en metros y metros de
celuloide. Unos impulsos obsesivos, casi enfermizos, que bien podrían haberse
equiparado con los de Bates o con el James Stewart de “Vértigo”. Aquí asistimos
al proceso de concepción de su obra más desafiante, la más polémica, pero desde
un punto de vista casi caricaturesco.
Un proceso en el que
jugaba un papel decisivo su esposa Alma, una relación que es el verdadero motor
de esta cinta. Por el rodaje de “Psicosis” se pasa muy de puntillas. De la vida de su protagonista,
que no del genio, ni se preocupa más allá de una serie de
rasgos muy reconocibles que le definían y de una serie de guiños que serán
bienvenidos por todos aquellos que le admiramos. “Hitchcock” es, realmente, un
tributo a la rubia que estaba tras el maestro del suspense, la mujer que hay
tras todo gran hombre.
Pero este hombre es tan
grande que esta tv movie estrenada
por la puerta grande no le hace justicia. Su sentido del humor, sus simpáticas referencias
al maestro y su ajustadísimo metraje lo hacen una película amena, para pasar el
rato, algo que no está a la altura de Alfred Hitchcock. Sacha Gervasi se queda
en lo superficial, no profundiza en todos los flecos de una historia con tanto
potencial como esta, y todo queda en una propuesta amable, sin más. En sus
actores, salvo en la gloriosa Helen Mirren, también se intuye esta superficialidad.
Todos imitan a sus referentes sin aportar ningún matiz, especialmente un
Anthony Hopkins con un maquillaje algo chanante que ejemplifica a la perfección
el espíritu caricaturesco del conjunto.
Al final, el propio
Hitchcock despide la película a la espera de que algo le de la inspiración para
su próximo proyecto. Y el sentido del humor del maestro hace, de manera previsible si conocemos su filmografía, acto de presencia. Es la mejor manera de acabar
una cinta recorrida por la mordacidad, pero perseguida por la gigantesca e
inconfundible sombra de uno de los mejores realizadores de la historia del cine.
A
favor: Helen Mirren, y el sentido del humor del maestro
recorriendo el metraje
En
contra: que no le hace justicia a Hitchcock
Calificación: **1/2
Tengo que verla...pero discreparemos, seguro. puedo olerlo (y me he duchado).
ResponderEliminarUna buena historia, bien contada, con un Hitchcock amable que muestra ante la pantalla todas sus neuras y debilidades de la mano de Alma, su comprensiva esposa. Buenas interpretaciones para una película que hace pasar un buen rato. Un saludo!
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