Hijos
de la tierra
El sur de Estados
Unidos, esa América profunda y salvaje que el cine ha retratado en más de una
ocasión como lugar fronterizo, provisto de su propia ley, de sus propias
costumbres, su propia cultura y de una manera particular de entender la vida
con lo mínimo a cuestas. Un lugar idílico para sus habitantes, peces a los que
fuera del hábitat del mundo “civilizado” les falta el oxígeno.
Estos hijos de la
tierra son los protagonistas de “Bestias del sur salvaje”, el debut en la
dirección de Benh Zeitlin. La Bañera es el lugar perfecto en el que vivir.
Aislados del mundo por un enorme dique que rodea su pantanoso hogar, la aislada
comunidad que en ella habita lo hace con la cabeza bien alta. Pero todo puede
romperse, y hasta el más mínimo detalle debe ser devuelto a su lugar para
evitar que el universo entero se rompa. Es lo que le ocurre a la aguerrida
protagonista, Hushpuppy, una pequeña de seis años que deberá lidiar con la
catástrofe cuando el agua suba y asole su reducto de felicidad. Hushpuppy percibe
la naturaleza como una vasta red en la que todo vive y está conectado, y en la
que cada pieza pequeña debe encajar en su sitio. Hace mucho tiempo que su madre
de marchó, y ahora que su padre está gravemente enfermo, tendrá que
enfrentarse, a su manera, al nuevo mundo que la rodea.
Hay algo en este film
que intenta emocionar, que intenta remover por dentro al espectador. Y en
momentos puntuales lo consigue. Logra con creces convertir un ambiente
desagradable en un escenario de ensueño, y la narración de su protagonista,
interpretada por una sorprendente Quvenzhané Wallis, es inspiradora y entrañable.
Difícil quitarle la vista a esta pequeña joya parlante. Tiene incluso momentos
de una belleza genuina, natural, apoyados por una banda sonora sobresaliente,
como la presentación inicial de La Bañera que protagoniza sus carteles o la
escena en el burdel. Hay en ella también un realismo mágico desconcertante, en
el que puede ser difícil zambullirse del todo, protagonizado por unas gigantescas
criaturas que parecen sacadas de la mirada del Spike Jonze de “Donde viven los
monstruos”.
Todo pretende ser embriagador, emotivo y regocijante para el espectador.
Pero conmigo al menos no ha conseguido el efecto deseado. Cuesta identificarse
con estos hijos de la tierra y con la pequeña heroína que les capitanea por
culpa de su torpeza al intentar conquistar al mismo tiempo el género fantástico
y la realidad más desgarradora y esperanzadora. El conjunto no está bien
balanceado, y la cosa acaba quedándose en un terreno intermedio que roza la
exageración y se aleja de ese realismo mágico que tanto busca. Pero, eso sí,
está dirigida con una exquisitez asombrosa para una ópera prima, algo que
obligará a vigilar de cerca la futura carrera de Zeitlin.
A favor: la pequeña Quvenzhané Wallis, sorprendente
En contra: no acaba de emocionar su realismo mágico
Calificación: **1/2
Yo quizá la vi sin muchas expectativas y me pareció que es formalmente simple y que dentro de esa simpleza resultaba bella y emotiva. No diría que me cautivó en exceso pero sí me contagió un poco de su magia decadente. Coincido con que la pequeña es sin duda lo mejor del conjunto.
ResponderEliminarSaludos.