Del hambre a la vergüenza
Nueva York, esa gran
urbe de enormes edificios y no menos enormes espejos. Una ciudad repleta de
máscaras, de cuerpos que desfilan sujetos al enfoque moral del mundo, obligados
a ensayar ante el espejo la mejor de sus sonrisas. Y en realidad, Nueva York es
como cualquier otra ciudad del mundo.
Si a finales de los 80
fue la morada de un tiburón de Wall Street sin alma obligado a rellenarla de
cadáveres, en pleno siglo XXI es la cuna de un distinguido hombre de negocios,
pulcro y elegante, de mirada y sonrisa magnéticas, milimétricamente estudiadas, que llena su alma de una manera menos sangrienta.
Bajo esa máscara, nadie sospecharía que Brandon Sullivan es un tiburón
hambriento de sexo, inquilino de un apartamento sin personalidad, sin adornos, repleto
de revistas y vídeos pornográficos, que juega al cruce de miradas de una manera
fría, viendo primero el cuerpo y no la persona en los demás. Brandon es un
adicto, y no será hasta la llegada de su no menos promiscua e inestable
hermana, que su rutina se rompa –magistral la escena inicial, que plasma la
cotidianeidad con que Brandon vive su adicción- y que el hambre que le corroe
por dentro se transforme en vergüenza.
En su segunda película,
Steve McQueen muestra una coherencia pocas veces tan palpable en un nuevo
cineasta. En primer lugar, desde el punto de vista narrativo. McQueen es un
esteta, pero un esteta nada petulante, amante de los planos secuencia y los
planos fijos de varios minutos, un cineasta elegante, metódico, y un excelente
director de actores. Es capaz de filmar un extenso travelling persiguiendo a un
personaje por las calles neoyorquinas y llenarlo de tantas lecturas como la más
potente mirada a cámara.
Pero en segundo lugar,
y tan importante como su gran pulso como cineasta, es su coherencia temática.
Porque si en “Hunger”, Michael Fassbender llevaba su físico hasta el límite
para conseguir trascender las paredes de la celda en la que se encontraba, en “Shame”,
la prisión del mismo Fassbender es su propio cuerpo. Y más difícil todavía es
el hecho de lograr no juzgarle moralmente por ello.
No sólo la dirección de
McQueen es el punto fuerte de un film tan elegante y sobrio como este.
Fassbender es el alma de la película, un actor tan rotundo que es capaz de
desnudar al espectador con su mirada a la vez que se desnuda sin pudor ante la
cámara, protagonizando algunas de las escenas de sexo más incómodas de la historia
del cine, tan impersonales como su mismo personaje, y nada acompasadas con sus
parejas. En este sentido tenemos otra escena magistral, la que tiene lugar con
la compañera de trabajo, que demuestra su incapacidad para relacionarse
emocionalmente a través de una secuencia de sexo entre dos personas que se
mueven a distinto ritmo, y que marca su infructuoso intento de escapar de su
descenso a los infiernos.
Pero todo son grandes
momentos en esta película, a pesar de un tramo final que peca de ser extremadamente
dramático y pasional comparado con el resto del metraje, caracterizado por un
ritmo pausado y paciente. Es precisamente dicho ritmo, su contundencia y dureza y la imposibilidad de
simpatizar con sus personajes –en realidad, está hecho adrede-, por culpa de un
guión quizá demasiado hermético y cerrado en algunas de sus premisas –no conocemos
realmente la relación con su hermana, interpretada por una brillante Carey
Mulligan, ni su pasado, aunque podamos intuir cierta tensión sexual y represión
socioambiental derivada de su procedencia irlandesa-, lo que puede impedir a
más de uno entrar de lleno en ella, disfrutarla por completo.
Pero, a pesar de esta
falta de complicidad con el espectador, que no busca en ningún momento, y más
allá de la mera adicción al sexo, “Shame” habla, como su mismo título indica,
de la vergüenza. Esa vergüenza que la sociedad hace sentir al que se masturba a
solas en la ducha y consume pornografía, etiquetándoles como enfermos, mientras
el padre de familia que comete una infidelidad no debe sentir arrepentimiento
alguno. Ante esto, al solitario solo le queda sentir vergüenza ajena y salir a
correr por la ciudad. Una ciudad como Nueva York, que en realidad, podría ser
cualquier otra.
A
favor: Michael Fassbender, y la elegancia de McQueen en la
dirección
En
contra: su probable incapacidad para conectar con más de
uno
Valoración: ***1/2
por favor expicame la valorcion
ResponderEliminaren el enlace de facebook le das un 6 y medio sobre 10
pero en el blog 3 estrellas y media
si 5 estrellas es el diez 2 y media seria el 5 y entonces 3y media seria mas de un siete no?
Sé que lleva a confusión, pero las estrellas no representan una valoración numérica. El significado lo encontrarás en el panel derecho: tres estrellas significa Buena, Aprobado, mientras que cuatro significan Notable, No se la pierda. En este caso, está a medio camino de ambas. Espero haber despejado tus dudas.
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