LA CRÍTICA: [•REC]3: Génesis

Hasta que la muerte nos separe

Que “[·REC]³: Génesis” abandone a los pocos minutos de metraje las bases estéticas de la mejor franquicia de terror potable española –y la única, para qué engañarnos-, el mockumentary y el susto de pasillo, es una decisión tan valiente como transgresora. Porque sin el recurso del falso reportaje televisivo y del found footage, lo que quedaría es una de infectados-poseídos de manual, de esas que nos llegan intermitentemente desde más allá del charco. Y lo curioso del caso es lo bien que  ha abrazado la saga el formato cinematográfico.

Porque si algo demuestra esta nueva entrega es que Jaume Balagueró, Paco Plaza y Luiso Berdejo han creado una franquicia con entidad propia, libre de toda atadura formal y orgullosamente patria. Y, aún más, que Plaza es un realizador febril, ecléctico, deudor de los mejores Sam Raimi y Peter Jackson, y auténtica alma mater del desmelene y la serie B  a los que se rinde esta tercera parte, y que ya asomaba en su predecesora.

Si “[·REC]²” era a “[·REC]” lo que “Terrorificamente muertos “ era a “Posesión infernal” por su migración natural del terror puro y duro al slapstick y al humor negro, esta Génesis es a la saga precisamente lo que “El ejército de las tinieblas” fue a la inolvidable trilogía de Raimi. Aquí todo es posible, el humor domina la función y hasta tenemos una heroína inesperada que, cual bruce Campbell, hace de la motosierra la mejor arma contra el maligno.

Que nadie espere una explicación al caso Medeiros. La cosa no va por ahí. Y quien lo espere, saldrá defraudado. Estamos ante el comienzo del fin de una saga con sus propias reglas, que su director nos sirve de una manera descarnada, violenta y tremendamente divertida, al ritmo de temazos musicales españoles –el momento motosierra al ritmo de Tino Casal y Pablo Abraira es impagable- y unas ganas de juerga que, ya desde la grabación inicial de la boda, menú DVD incluido, deja una sonrisa constante en el espectador.

Diego Martín se convierte en el caballero andante perfecto, con escudo y todo, en busca de su princesa, en una versión un tanto macabra de lo que es el amor llevado a las últimas consecuencias. Una princesa con el rostro de una magistral y angelical Leticia Dolera, cuyo personaje está llamado a ser un icono del cine de terror desde el momento en que se rompe las vestiduras. Y entre tanto alguna que otra sorpresa que es mejor no desvelar, una gran dosis de vísceras fruto de un trabajo de maquillaje y efectos encomiable, de comedia alto y bajo nivel –algunos gags, como el de la SGAE y los derechos, son discutibles- y situaciones para el recuerdo –una pena que a Atún y su cinema verité se le aproveche tan poco-.

A la espera de ver lo que hará Balagueró en su Apocalipsis, por lo pronto tenemos esta sangrienta boda que lleva al extremo eso de “hasta que la muerte nos separe”. No aporta gran cosa a la historia general, pero mira que entretiene, ofreciendo lo mismo pero de manera distinta. Y, ahora sí, podemos resumir de peli de terror gore española.

A favor: el momento motosierra, el uso de la banda sonora, y lo bien que abraza la serie B y el formato cinematográfico

En contra: el chiste a costa de la SGAE y los derechos

Valoración: ****