viernes, 2 de diciembre de 2011

LA CRÍTICA: Un método peligroso

Pulsiones de vida y muerte

Desde “Una historia de violencia”, el evidente punto de inflexión formal en la carrera de David Cronenberg, los detractores y seguidores han seguido caminos radicalmente opuestos. Los hay firmes en sus convicciones, pero también los que hasta entonces no congeniaban con el cine del cineasta canadiense y pasaron a recibirle con los brazos abiertos, y los que le idolatraban y acabaron acusándole de vendido al academicismo de manual. Y lo que demostraban unos y otros, sin saberlo, es que su análisis era de lo más superficial, no siendo conscientes de lo que unos creen haber descubierto y otros piensan que han perdido: que Cronenberg es uno de los mejores directores de las últimas cuatro décadas.

Porque ya sea desde el fantástico y el bioterror de filmes como “La mosca” o “Inseparables” al drama con tintes clásicos, a medio camino entre el western y el cine de gangsters, de sus dos últimos trabajos, lo que Cronenberg ha venido a contarnos es prácticamente lo mismo: la conjunción, inevitablemente inseparable, entre psique y sexo, entre mente y carne, y cómo tanto sexo como carne, intercambiables en su filmografía hasta límites enfermizos, modifican finalmente la esencia humana.


Esta coherencia temática también está presente en su nueva película, quizá la más académica de todas las realizadas hasta la fecha. La nueva etapa en su filmografía no implica abandonar ese género en sí mismo que ha acuñado como la Nueva Carne, y en esta ocasión lo hace yendo directo a la raíz de la mente humana: la relación a tres bandas, ya sea carnal o intelectual, entre tres grandes nombres del psicoanálisis, tres genios que revolucionaron a su manera este campo por entonces en plena etapa neonatal.


Las disertaciones entre sus tres protagonistas son lo mejor y más estimulante de un film que, aún así, se queda corto en plasmar la metodología que por entonces, a comienzos del siglo XX, se consideraba puntera en el psicoanálisis. No es su objetivo principal, pues a través del discurrir dialéctico entre Freud –soberbio aunque fugaz Viggo Mortensen-, Jung –Michael Fassbender, un hombre capaz de comerse la cámara cada vez que aparece- y Spielrein –Keira Knightley, que lo hace lo mejor que puede-, y la malsana relación existente entre estos dos últimos, asistimos a la rivalidad de los dos primeros y a la transformación de los dos últimos de las pulsiones de vida a las de muerte, y viceversa. Pulsiones y transformaciones guiadas por el libertino Vincent Cassel que, una vez más, son el eje central de la película de Cronenberg, y que acaba con una conclusión tan consecuente con la carrera del cineasta como necesaria para el futuro del psicoanálisis: el sexo y la muerte avanzan irremediablemente de la mano.


El tramo final es posiblemente el más correcto de todo el conjunto y en consecuencia el más flojo de una propuesta con un ritmo irregular, que se vuelve lenta en el avance de los acontecimientos pero extraordinariamente ágil en los diálogos de sus personajes, en su intercambio de ideas, y que aúna, con todo, al viejo Cronenberg con el nuevo, el formal. Un director que, como le ocurre a sus personajes, tardará en ser totalmente comprendido. Sólo esperemos que no tenga que pasar cien años para que ocurra.

A favor: las disertaciones de su trío protagonista, y Viggo Mortensen
En contra: el correcto tramo final, y la irregularidad del conjunto

Valoración: ***1/2

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