(The Thing)
El enigma de otro mundo
Hace más de medio siglo, Christian Nyby, avalado por la leyenda Howard Hawks, se adentraba en las inquietantes páginas del “Who goes there?”de John W. Campbell para construir "The thing from another world”, auténtico clásico de la ciencia-ficción de serie B de los años 50, época en la que el género estaba en auge gracias a títulos como “Ultimátum a la Tierra”. Aquella película, pese a las limitaciones típicas de la época, consiguió aterrorizar a toda una generación, incluyendo a las dos personas que inspiraron la película de este mes, “La cosa (El enigma de otro mundo)”.
El relato corto de Campbell impresionó tanto al ejecutivo de la Universal Stuart Cohen desde que era niño que ya en los años 70 perfiló la idea de llevarla de nuevo a la gran pantalla con más medios. Junto con los productores Lawrence Turman y David Foster buscó al guionista Bill Lancaster, hijo de Burt Lancaster, para escribir un primer tratamiento del guión. Para la dirección pensaron en Tobe Hooper, pero Cohen tenía una opción mejor.
John Carpenter se empezaba a ganar el favor de las productoras en aquel momento gracias a “La noche de Halloween”, “La niebla” o “1997: Rescate en Nueva York”, que habían acumulado una importante cantidad de seguidores y fans en todo el mundo, erigiéndole como un nuevo realizador a tener muy en cuenta. En definitiva, catapultándole a la categoría de culto, y eso que su carrera apenas había comenzado. Cohen le conocía de la USC Film School y admiraba su trabajo, pero los estudios se mostraban reticentes a confiarle un proyecto de tanta envergadura por parecerle poco capaz de asumirlo. Sin embargo, Hooper se encontraba en las manos de Spielberg y su “Poltergeist” y las miradas se giraron de nuevo hacia Carpenter. Y éste no pudo decir que no. Había un factor determinante: para Carpenter, “La cosa de otro mundo” era una de esas películas capaces de hacer que tus palomitas saltaran pos los aires. Así definió su experiencia al verla en un reestreno con apenas cinco años. Pero había una razón más crucial. Howard Hawks está tan presente en la filmografía del director como lo está H.P. Lovecraft. Su primer gran éxito, “Asalto a la comisaría del distrito 13” es una carta de amor al “Río Bravo” de Hawks, y el western es uno de los elementos dominantes en su filmografía. Así que tenía una segunda oportunidad para reverenciar a su ídolo.
Con esta película, Carpenter pasaría a jugar en una liga superior, de trabajar en películas de serie menor a codearse con los ejecutivos de un gran estudio. Esto podría haber creado conflictos provocados por la falta de libertad creativa, como le ocurriría a Hooper en la citada “Poltergeist”. Pero en contra de lo que puede pensarse, Carpenter tuvo toda la libertad que quiso. Se llevó a su director de fotografía habitual, Dean Cundey, y trabajó sin mayor problema con Lancaster, con quien mantuvo una cordial relación, hasta el punto de variar juntos diversos puntos del guión. La única imposición que podríamos denominar extraña fue la de asignar la banda sonora a Ennio Morricone, cuyo trabajo fue nominado aquel año al Razzie a la peor banda sonora. No obstante, cuentan las malas lenguas que dicha banda sonora fue originalmente compuesta por el propio Carpenter, quien hasta ahora había compuesto buena parte de los temas de sus películas. De hecho, si la analizamos veremos más puntos en común con sus trabajos anteriores como compositor que con la trayectoria del compositor italiano. No es de extrañar pues su nominación, ya que los scores que compone Carpenter son más propios de la serie B que de una película como la que nos ocupa, más bien dirigida a un público más amplio.
Tanta libertad tuvo el realizador que concibió junto a Cohen la película más como una adaptación de la novela original más que como un remake del clásico de los 50. La historia transcurriría en una base científica norteamericana en la Antártida en la que no ocurre nada fuera de lo común hasta que un día otro grupo de científicos noruegos sobrevuelan en helicóptero la zona disparando a un perro que huye por la nieve y se refugia en el campamento norteamericano. Comienza un tiroteo contra los noruegos que acaba en victoria americana. Pero el perro esconde un terrible secreto venido de otro mundo. Se trata de una réplica de otro perro, ejecutada por un organismo capaz de cambiar de forma y asumir varias a la vez. Los miembros de la estación se darán cuenta y comenzarán a desconfiar unos de otros. ¿Quién será humano y quién no?
John Carpenter tenía claro que no quería repetir los esquemas de otras cintas del género como, por ejemplo, “Alien”. Es decir, no quería a un hombre disfrazado de alienígena. Buscaba algo totalmente distinto, y fue entonces cuando conoció no por casualidad al especialista en efectos especiales Rob Bottin. Éste era un gran admirador del cineasta e insistió a su amigo Dean Cundey que les presentara. La primera impresión fue tan buena que Carpenter, sin ver previamente su trabajo, le quería en su equipo. Y es aquí donde comienza uno de los puntos fuertes de la película, uno de los muchos factores que hacen de “La cosa” una joya indiscutible del género: los efectos especiales y el maquillaje. Suyos son los diseños del monstruo extraterrestre en todas las formas que adopta, dando lugar a secuencias tan inolvidables como la de la reanimación en la enfermería, esa en la que el pecho del actor Charles Hallahan se abre en dos y corta los brazos del médico de la base, para posteriormente desprenderse su cabeza de su cuerpo, caer al suelo, salirle patas como a una araña y salir huyendo de la sala. Secuencia que costó rodar en varias tomas, tras las cuales había que rehacer todo el trabajo desde el principio. Su trabajo fue tan meticuloso y se lo tomó tan en serio que tuvo que ausentarse varios días, siendo sustituido por otro genio, Stan Winston, que se encargó, entre otras, de la secuencia en la perrera cuando el perro portador del ente extraterrestre asimila los cuerpos de otros perros en presencia del atónito grupo de científicos. Secuencias todas de un nivel de veracidad y repulsión asombrosas que hacen que este filme no pertenezca del todo a la serie A. Después de todo, qué podíamos esperar de Carpenter, todo un artesano de la vieja escuela fiel a sus principios que gozó de toda la libertad que quiso.
Tanta libertad poseyó que había todo el tiempo del mundo para la preproducción, la más larga de toda su carrera. Casi un año duró la preproducción, rodaje y posproducción, debido sobre todo a que había que diseñar desde cero todo el campamento científico. Se construyó en los estudios de la Universal en Los Angeles, en el glaciar Taku, y en la localidad de Stewart (Canadá). En ambos sitios había temperaturas que podían alcanzar los 40 grados, pero el interior de la base una vez construida se enfrío hasta los -15 grados centígrados para simular las condiciones de las extremas bajas temperaturas de la Antártida. Mientras trabajaban a bajísimas temperaturas, fuera hacía un calor extremo. Y para abaratar costes, el campamento noruego no es más que el mismo campamento americano reducido a cenizas, justo después del incendio que arrasa con él al final de la película. Dentro de este campamento los personajes ven un vídeo acerca de la extracción de la nave en la que viajaba el ente, que no son más que imágenes de la película de Nyby y Hawks.
“La cosa”, como ya apuntaba anteriormente, es un extraño caso de película de encargo en la que todo el mundo, incluso un director venido de películas pequeñas con pocos medios, estaba agusto. Incluido el reparto. Kurt Russell no era la primera opción para interpretar a McReady. De hecho, Carpenter y él buscaban un actor que encajara en el perfil, y el mismo Russell no estaba vinculado al proyecto. Pero actor y director, que habían colaborado juntos en “Rescate en Nueva York” y el telefilm “Elvis”, llegaron a la conclusión de que él debía interpretarlo. Desde entonces, Russell se ha convertido en su actor fetiche. El resto del reparto, enteramente masculino, está repleto de caras conocidas de la pequeña pantalla o leyendas semi-acabadas, pero desconocidas posiblemente para el gran público de la época, está compuesto por Charles Hallahan, Wilford Brimley, T.K. Carter, Keith David, Richard Masur o Donald Moffat, entre otros.
Desde el principio a Carpenter le interesaba el carácter paranoico del relato, y era el aspecto que más quería explotar. Le interesaba ese inquietante juego de no saber quién está “infectado” y quién no, jugando con la banda sonora y los planos de tal manera que la desinformación que posee el espectador en algunos momentos hace aumentar la tensión. Tanto que la película experimenta un in crescendo continuo y la tensión aumenta igual que en “Alien”, por mencionar un ejemplo. Y todo rematado por ese final abierto que deja todo a la imaginación del espectador. Por el camino hay suspense, acción, terror, aislamiento, paranoia y buenas dosis de gore.
Pero todos estos elementos positivos no le valieron para ganarse el favor del público. Y es que, aunque resulte triste, “La cosa” es el mayor fracaso económico de Carpenter, un director que nunca ha reventado taquillas precisamente. El público de la época prefirió a otro extraterrestre bondadoso marca Spielberg, E.T., antes que a este organismo cambiante preparado solamente para hacer el mal. Al mismo Carpenter le propusieron dirigir “E.T.”, pero inteligentemente eligió a los alienígenas malos. Aunque habría sido interesante comprobar el resultado final en sus manos.
Carpenter supo aprovechar hasta el extremo el presupuesto con el que contaba pero sin perder su sello personal, haciendo como Ridley Scott unos pocos años antes una película de serie B con envoltorio de serie A –o viceversa, como prefieran-, en la que es su película más elaborada hasta la fecha. Y lo digo abiertamente: “La cosa” es mi película favorita de su director. La vi con apenas 12 años y me impactó tanto como a su director la primera versión de los 50. Una obra maestra que por esto, y porque lo merece, es la película del mes, y que, supuestamente, conocerá una precuela que hipotéticamente comenzó a rodarse en marzo. Claro está, sin nadie de su equipo original tras las cámaras.
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Mágnifico post. Yo creo que el remake de Carpenter salda una deuda que tenía el film de Nyby, que no era otra que el diseño de la criatura, que no estaba en consonancia con la historia que se contaba. Supongo que en aquella epoca era díficil mostrar a una criatura que pudiese ser creible. El final inquietante del film de Carpenter es absolutamente genial.
ResponderEliminarLA GUARIDA DEL EREMITA
Gran entrada gerardo ,una de mis favoritas de serieB de los 80 ,especial para una tarde aburrida y lluviosa ,uno de los clásicos de John carpenter ,que luego decaeria un poco su cine pero que nos dejó grandes títulos ,uno de ellos La cosa ,muy bien al recordar películas que casi todo el mundo ha visto,saludos!
ResponderEliminarComentario increible.
ResponderEliminarLa versión de Carpenter siempre me ha parecido un ppoco sobrevalorada, pero no por ello deja de ser buenaelícula.