lunes, 31 de agosto de 2009

La película del mes

Cada final de mes les traigo el análisis de algún film que viera en mi infancia (o no), que me impactara o me decepcionara sobremanera, con el objetivo de ver cómo el tiempo pone a cada cosa en su lugar

Evil Dead: La trilogía ****

Tres no son multitud

Este verano, Sam Raimi volvía a sus orígenes, al terror salpicado por casquería y humor, con “Arrástrame al infierno”. Por ello, creí conveniente dedicar la película de este mes a su opera prima, “Posesión infernal”. O mejor dicho, a la trilogía completa “Evil Dead”. Así que este mes toca ración triple de película. Porque en este caso, tres no son multitud.

Hablar de “Evil Dead” es hablar de mucho más que de su director. De nuevo, tres no son multitud, y la trilogía no sería hoy posible sin la colaboración de dos personas indispensables en su historia. La primera fue el productor Robert Tapert y la segunda el actor Bruce Campbell. El trío de amigos decidió realizar un cortometraje, titulado “Within the woods”, en la cual un grupo de adolescentes bastante descerebrados quedan a merced de algo maligno que habita en el bosque y que irá poseyendo a cada uno de ellos. Con esa pieza de 30 minutos, Raimi se pasó por los despachos de productores de poca monta, con el fin de que le financiaran la versión extendida. Pero nadie apostó por la propuesta.

Los tres demostraron una infinita pasión por hacer cine cuando, sin desalentarse ante la negativa de las productoras, reunieron el dinero suficiente –apenas 350000 dólares, parte de los cuales se consiguieron exhibiendo el corto en cines locales- y montaron una productora propia, Renaissance Pictures, Ltd., con la cual realizarían la película de terror gore más salvaje, entretenida y transgresora del género por entonces, la que consiguiera que éste diera un paso adelante. Así que realizaron un casting muy rápido para encontrar a los tres actores restantes –en total serían cinco, pues se recurrió a Campbell y Ellen Sandweiss, protagonistas de “Within the woods”- y ahorrando en equipo técnico lo máximo posible. Si bien los tres amigos figuran como director, productor y actor, sus tareas durante la filmación iban desde labores de montaje y sonido –sostener el micrófono- hasta trabajos de asistencia –llevar cafés, por ejemplo-, pasando por la interpretación, aunque fuera sin frases –los pescadores que se ven al comienzo, por ejemplo, son Raimi y Talpert, y la voz demoníaca que posee a los cuerpos es del primero-. Entre los miembros del equipo se encontraba Joel Coen, ayudante de montaje por entonces de Raimi, el cual hizo un cameo en “Muerte entre las flores” y “El gran salto”, dirigida por Coen y en la que fue guionista. A su vez, los hermanos Coen escribieron el guión de la segunda película de Raimi, “Ola de crímenes, ola de risas”, y no se puede negar que “Arizona Baby” tiene ramalazos raiminianos, mientras que “Un plan sencillo” recuerda mucho a “Fargo”.

En 1979 comenzaba la filmación, durante la cual se hizo todo lo posible por ahorrar presupuesto. Por ejemplo, si alguno de los actores se ausentaba, lo cual era muy común, se recurría a amigos o parte del equipo para que aparecieran dando la espalda a la cámara en secuencias en las que no era necesario que se les viera la cara. Esta práctica se usó en el resto de la trilogía, por ejemplo cuando aparece el mismo actor multiplicado varias veces, y recibió el nombre de Fake Shemps. Se rodó en los bosques de Tennessee y en una cabaña abandonada, pero si algo evidencia la falta de dinero es el avance del mal por el bosque. Conscientes de que mostrar al ser maligno físicamente podía no resultar económicamente viable, Raimi y los suyos hicieron de la escasez una virtud y apostaron por una idea acertada y que queda como uno de los momentos álgidos y más reconocibles de “Posesión infernal”: se usó la cámara subjetiva para mostrar el avance del demonio a través del bosque.

Ya desde los primeros minutos de “Posesión infernal” la sensación es de desasosiego, de que algo maligno se avecina. Raimi acierta de lleno con el uso de la cámara, los encuadres, los primerísimos primeros planos y las tomas sobreanguladas. Todo para crear una atmósfera que va enrareciéndose a medida que avanza el metraje. Dos claros ejemplos de atmósfera perfectamente conseguida es la de la cámara siguiendo al coche en su avance por el bosque, coche del propio Raimi y que aparece en todas sus películas, o ese golpear del columpio contra la cabaña que pone los nervios de punta.

En una época en la que el slasher de “La matanza de Texas”, “Halloween” o “Las colinas tienen ojos” era el que imperaba, aparece el 1 de Enero de 1983, tres años y medio después de comenzar el rodaje de 3 meses, una película modesta, esencialmente amateur, deudora directa de todas ellas –de hecho, en el sótano puede verse un cartel del film de Craven -y de algunas otras del género –es imposible no recordar, por el asedio en el interior de una cabaña abandonada en medio del bosque, a “La noche de los muertos vivientes”-, que consiguió precisamente lo que sus creadores buscaban: transgredir el género, llevarlo más allá. Puede que hace 27 años la cinta impactara más que hoy, pero el efecto que provoca incluso hoy en día es más rotundo que las mismas películas de Romero, Craven y Carpenter juntas, a las cuales el tiempo no ha tratado de la misma manera que al filme de Raimi. Incluso me atrevería a asegurar que su mezcla de terror exagerado y salvaje y su humor socarrón –esos demonios que se ríen y juguetean como niños con los vivos en lugar de matarles directamente-, su clara inclinación hacia el splatter más que hacia el simple gore, superan con creces a las de la opera prima de Hooper. Es precisamente su marcado aroma a cine primerizo, pero con mucha imaginación y un dominio de la técnica cinematográfica por parte de Raimi, y esa mezcla de humor y terror –la película asusta realmente, y mucho- que golpea al espectador lo que hace de ella algo único, diferente. De hecho, este cambio entre horror y comedia somete al espectador a tal ataque sensorial que es imposible acomodarse al verla, ante lo cual todos responden con risas como método evasivo.

El presupuesto se fue en el cuidado maquillaje, sobresaliente para los escasos medios con los que contaba. Una clara prueba es el tramo final, en el cual los cuerpos poseídos comienzan a descomponerse en la que es una de las secuencias más desagradables que un servidor ha visto en el cine, rodada fotograma a fotograma con plastilina. El broche de oro a esta orgía, premiada por la crítica en Sitges, lo pone la secuencia final, en la cual, cuando creemos que todo ha acabado, la cámara vuelve a avanzar rápidamente por el bosque, atraviesa la cabaña y se abalanza sobre el desprevenido Ash. Una orgía sangrienta –en realidad de sangre blanquecina, hecho a posta para burlar la censura estadounidense a la que podía verse sometida por su exceso de violencia; no obstante, fue censurada en varios países, y lo que vemos hoy en día en DVD es la versión completa- y visceral tremendamente divertida que aguanta indeleble el paso de los años, y que no consiguió una amplia distribución hasta que tuvo como padrino de oro a Stephen King, que la calificó como “¡¡¡La película más ferozmente original de 1982; sin lugar a dudas!!!”. Esto provocó que se recaudaran más de dos millones de dólares, convirtiéndola en un éxito comercial. Lo que llegó después fue una legión de fans que no hizo más que crecer con el paso de los años, y el reconocimiento de su director por buena parte de la crítica.
Si bien “Posesión infernal” se declaraba abiertamente rabiosa y original, además de ser más terrorífica que cómica, su secuela, que llegó 5 años después, cambiaría de tercio en cuanto al planteamiento de partida. De este modo, se sustituyó el splatter por el slapstick y se dio más protagonismo a Bruce Campbell, ya convertido en actor fetiche del realizador. Éste, a su vez, demostró su afición por el cartoon, algo que se puede comprobar tanto en el uso de la cámara, que consigue efectos realmente guiñolescos, como en la vertiente cómica de su protagonista, que sufre golpes mortales pero los sobrelleva como un auténtico muñeco, poniendo siempre a prueba las capacidades físicas, y faciales, de un Campbell tan sobreactuado como genial.

Así, con un presupuesto mayor -3 millones y medio de dólares-, lo cual hizo posible unos mejores efectos especiales, Raimi dirigió “Evil Dead II”, aquí titulada simplemente como “Terroríficamente muertos”. En realidad se trata de un pseudo-remake, por llamarlo de alguna manera, de la anterior. Sus responsables cambiaron la historia. En el resumen que el protagonista Ash hace al comienzo cuenta cómo solamente él y su novia llegaron a la cabaña y descubrieron un libro y una grabación, la cual contenía los ritos para despertar a algo maligno que yacía aletargado en el bosque y darle la posibilidad de poseer a los vivos, lo cual choca con la historia de los cinco amigos que se van de vacaciones a una casa perdida en medio del bosque. Donde sí empata esta secuela/remake es a partir del punto en que Ash es atacado por el ente maligno, repitiéndose la misma secuencia final de su predecesora. A partir de aquí encaja “Terroríficamente muertos” si nos olvidamos del resumen inicial.

El eje que motiva toda la demencia en la cual se ve envuelta la película es la lectura del libro. Si bien en “Posesión infernal” no se le daba nombre, ahora sabemos que es el Necronomicón Ex Mortis, o “Libro de los muertos” –así se iba a llamar inicialmente la primera entrega, pero se descartó por falta de tirón comercial-, un manuscrito forrado con piel humana y escrito con sangre por las fuerzas de las tinieblas. Llegados a este punto cabe realizar una puntualización. Siempre se ha identificado este libro ficticio de la película con el que ideara H.P. Lovecraft, algo lógico pues el nombre del mismo es similar y ambos aseguran describir ritos para devolver a los muertos y los demonios a nuestro mundo. No obstante, ni “Posesión infernal” es lovecraftiana, ni el Necronomicón que aquí se usa es el de Lovecraft. Ello lo evidencia el que nunca se mencione al autor en la película, ni lo hayan hecho sus responsables, así como la diferencia de intenciones de ambas obras: si bien la de Lovecraft es más psicológica y atmosférica, la de Raimi es más visceral y sangrienta. Puede establecerse cierto paralelismo, pero es conveniente separar ambas fuentes.

La idea aquí es clara: buscar el humor a través de la exageración, lo que la distancia de la anterior. Sin duda una de las secuencias más surrealistas se produce cuando la mano de Ash es poseída, convirtiéndose en juguetona y apaleando a su dueño en la más pura tradición del cine mudo –esta amputación hará que la reemplace por una sierra eléctrica, un arma humana más original si cabe que la reciente pierna-metralleta de “Planet Terror”-. De nuevo el grupo de actores es reducido –a Campbell se unirán tres actores más, más algunos figurantes- y el objetivo será más divertir y hacer reír que aterrar. Fue este cambio de tono en la trilogía lo que hizo que a algunos les costara captar la idea desde el principio. No obstante, la película funcionó relativamente bien en taquilla, aunque no tanto como la primera parte. Fue con el paso de los años que “Terroríficamente muertos” ha alcanzado el status de obra maestra, llegando incluso para algunos a superar a la anterior. Desde mi punto de vista no deja de ser divertida, pero es claramente inferior a la primera “Evil Dead”.
Aún así, “Terroríficamente muertos” es la perfecta transición entre la primera y la hasta ahora última entrega, titulada “El ejército de las tinieblas” –o más bien debería decir “Bruce Campbell contra El ejército de las tinieblas”, como rezan los créditos-, estrenada en 1992. Del terror con reminiscencias humorísticas pasamos al humor con pinceladas gore. Ahora la demencia es total, y el comienzo, salvo pequeños detalles, encaja con el final de la anterior. Ash, ya convertido en héroe bastante torpe, ha abierto el vórtice que llevará al demonio, el cual ya hemos visto físicamente en “Evil Dead II”, a su época. Así, nuestro protagonista se verá transportado junto a su coche –o debería decir el del director- a la época medieval, donde se convertirá en el elegido para librar a la humanidad de las fuerzas del mal. Para ello deberá conseguir el Necronomicón, pero cuidando recitar las palabras KlaatuVerata Nikto –la misma frase que servía para desactivar al robot en “Ultimátum a la Tierra-, o despertará al ejército de las tinieblas. Como es de esperar, Ash no recuerda la última palabra, y al recitar mal el conjuro el ejército, integrado por una horda de esqueletos deudora del maestro Ray Harryhausen, despierta de sus tumbas y comienza una batalla épica que ríanse del Abismo de Helm –sí, me divertí más con esta batalla que con la de Peter Jackson-.

Raimi consigue con esta tercera entrega una aventura muy divertida, en mi opinión superior a la anterior pero nunca por encima de la primera, que apuesta más por el humor y la épica que por el terror. De nuevo exagera hasta el límite las capacidades de Bruce Campbell, ya convertido aquí en ídolo de fans y en un referente claro del género, y logra una fastuosa ambientación gracias a su holgado presupuesto de poco más de 11 millones de dólares, apadrinados por todo un clásico, Dino de Laurentiis. Recurre de nuevo en la música a Joseph LoDuca, a quien acompaña el tema central “March of the Dead” compuesto por Danny Elfman y que acompaña al ejército de muertos, mientras que firma el guión esta vez junto a su hermano Ivan Raimi. Otro hermano de Raimi, Ted, aparece en la película interpretando hasta cuatro papeles distintos. Ted Raimi, al que habrán podido ver como secundario en numerosas películas, también aparecía en las dos anteriores películas de la trilogía, y normalmente es quien realizaba los Fake Shemps. En “Evil dead II”, por ejemplo, se encontraba bajo el enorme traje de látex de la Henrietta poseída. El paso por cines de la cinta fue más bien modesto, especialmente en España, pero su fama ha aumentado con el paso de los años, hasta el punto de generar un cómic.

Durante mucho tiempo se ha hablado de una posible cuarta entrega de la saga, con Ash siendo transportado a un futuro apocalíptico –de hecho era así como iba a acabar “El ejército de las tinieblas”-. Por ahora tendremos que conformarnos con estas tres películas que demuestran que tres no son multitud. Desgraciadamente, con el paso de los años el estilo de Raimi fue domesticándose según los requerimientos de la industria. Su mano se dejó ver tímidamente en la secuencia de la operación al Dr. Octopus en “Spiderman 2”, y de vez en cuando podemos ver algo de su inconfundible manera de mover la cámara y jugar con los encuadres. Casi lo consigue con su último trabajo, “Arrástrame el infierno”, pero en ésta se nota que está a merced de un gran estudio y no puede hacer gala de toda su mala baba. Lo próximo que tiene en mente es, aparte de la siguiente entrega del hombre araña, una adaptación del juego “World of Warcraft”. Otro intento de amansar a la bestia que lleva dentro. Esperemos que, como mínimo, nos recuerde al Raimi de “El ejército de las tinieblas”.

Enlaces de descarga
Posesión infernal

Terroríficamente muertos
http://www.megaupload.com/?d=7JRHTXPQ

El ejército de las tinieblas
(La contraseña para los archivos .rar es: rub3n
Enlaces extraídos de
www.taringa.net. Gracias al usuario rub3n)

Cortometraje Within the Woods (V.O.+subtítulos)
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Posesión infernal ****
(The Evil Dead)
1981, EE UU
Director: Sam Raimi
Productor: Robert G. Tapert
Productores ejecutivos: Bruce Campbell, Sam Raimi, R.G. Tapert
Música: Joseph LoDuca
Fotografía: Tim Philo
Guión: Sam Raimi
Intérpretes: Bruce Campbell, Ellen Sandweiss, Betsy Baker, Hal
Delrich, Sarah York
Fecha de estreno en EE UU: 1/1/1983
Fecha de reestreno en España: 18/5/2003

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Terroríficamente muertos ***1/2
(Evil Dead II)
1987, EE UU
Director: Sam Raimi
Productor: Robert G. Tapert
Co-productor: Gary Holt
Productores ejecutivos: Alex DeBenedetti, Irvin Shapiro
Música: Joseph LoDuca
Fotografía: Peter Deming
Guión: Sam Raimi, Scott Spiegel
Intérpretes: Bruce Campbell, Sarah Berry, Danny Hicks,
Kassie DePaiva, Ted Raimi, Denise Bixler, Richard Domeier
Fecha de estreno en EE UU: 13/3/1987
Fecha de estreno en España: 1988
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El ejército de las tinieblas ****
(Army of Darkness)
1992, EE UU
Director: Sam Raimi
Productor: Robert G. Tapert
Co-productor: Bruce Campbell
Productor ejecutivo:Dino de Laurentiis
Música: Joseph LoDuca, Danny Elfman
Fotografía: Bill Pope
Guión: Sam Raimi, Ivan Raimi
Intérpretes: Bruce Campbell, Embeth Davidtz, Marcus Gilbert,
Ian Abercrombie, Richard Grove, Timothy Patrick Quill, Bridget
Fonda, Ted Raimi
Fecha de estreno en EE UU: 19/2/1993

jueves, 27 de agosto de 2009

3D, la tecnología que podría acabar con la crisis en el cine

El 2 de Octubre llega a nuestras pantallas “Scar”, la autoproclamada primera película de ficción rodada en 3D de alta definición, lo mismo que veremos en Diciembre en “Avatar” y el año que viene en Alicia en el País de las Maravillas según Tim Burton. Lo sugerente de esta película es que se trata de un filme de terror, lo que unido a la nueva experiencia 3D hará que solo falte que el público sea salpicado con sangre para conseguir una mayor sensación de realismo. Y de sustos, claro está.
Me recomendaron por activa y por pasiva que fuera a ver una película en 3D, que era algo que no olvidaría fácilmente. Y así fue, a pesar de que la elegida fuera “Up”. Que lo de “a pesar” no preste a malentendidos: “Up” es otra joya de Pixar, de esas a las que ya nos tiene acostumbrados. Ahora bien, no comparto la opinión popular de que es una obra maestra, algo que sí opiné al ver “Los Increíbles” o “Wall-E”, por citar solo algunos ejemplos. Suele ocurrir que la última película de Pixar es considerada siempre como la mejor de todas, como una gran obra maestra, como si antes no hubieran conseguidos hazañas iguales o en algunos casos mejores. Pero no nos desviemos del tema. La coletilla de “a pesar” viene porque quizás “Up” no sea la película idónea para experimentar las tres dimensiones, pues no contiene tanta acción como, por ejemplo, “Ice Age 3”. Es absolutamente disfrutable en ese formato, pero no al nivel de otras con más acción.
A pesar de todo, ya durante los trailers previos experimentas lo nunca visto: los personajes parece que están fuera de la pantalla, que puedes tocarlos. En más de una ocasión, durante esos minutos iniciales la sensación de asombro llevó hasta el punto de intentar apartar una mosca en pantalla con la mano o apretar la cabeza contra la butaca por miedo a que una sierra, que venía directa hacia la cámara, te cortara el cuello. Algo parecido a lo que debieron sentir aquellos primeros espectadores hace un siglo al ver cómo un tren llegaba a una estación, pero sin todo el público corriendo despavorido de la sala.
Recientemente, Álex de la Iglesia declaraba que el 3D es pasajero, una novedad momentánea que no durará muchos años, lo justo para que el público lo experimente y lo deje de lado. No puedo decir que le falte razón, en vista del precio de una entrada -9€ en Las Palmas-. Pero bien invertido está ese dinero si lo que te vas a encontrar es algo nuevo. En una época en la que Internet ha comido terreno a las salas comerciales, la tecnología 3D es la única candidata posible que se me ocurre para paliar la crisis del cine. El espectador ya puede adquirir fácil e ilegalmente cualquier película por la red, así que lo que debe prometerse ahora en un cine es una experiencia totalmente nueva, que por ahora no es posible disfrutar con la misma intensidad que en una sala –al menos no por ahora, hasta que James Cameron ultime los televisores digitales que posibiliten este formato-. Algo parecido a lo que ocurriera hace medio siglo con la aparición de la televisión, medio que se comía literalmente a las viejas salas de proyección, a las cuales salvó precisamente la tecnología 3D y el Cinemascope, y especialmente un título, “La casa de cera”. Los estudios optaron por el terror como género insignia del nuevo fenómeno, conscientes de que es el género que más fácilmente perdure en la conciencia del espectador, impacto amplificado gracias al 3D.
Muchas películas se han ido proyectando en 3D a lo largo de las décadas, pero es ahora cuando se ha conseguido una mayor sensación de realismo. La metodología es simple y se basa en algo que inconscientemente usamos en la vida cotidiana: la visión estereoscópica o binocular. Poseemos esta visión gracias a la presencia de dos ojos, que captan la misma imagen pero con unos pocos centímetros de diferencia, algo que podemos comprobar si cerramos y abrimos cada ojo alternativamente. Dos imágenes iguales desde ángulos ligeramente diferentes entre sí que llegan al cerebro a la vez, el cual traducirá la mezcla en una sensación de profundidad y distancia.
El objetivo es conseguir lo mismo en el cine, por lo que se filma la escena con dos cámaras, que al igual que los ojos, se encuentran unos pocos centímetros desplazadas entre sí. A la hora de proyectar se proyectan, por supuesto, ambas películas por separado con dos proyectores. En pantalla incidirán, alternativamente –se proyecta un fotograma de una y otro de la otra, pero la sensación de continuidad ya la pone el cerebro- la imagen izquierda y la derecha. El problema es que ambas imágenes llegarán a cada ojo simultáneamente, cuando lo ideal sería que el ojo izquierdo recibiera solamente la imagen izquierda y el derecho hiciera lo propio con la suya. Y es ahí donde entran en juego las gafas, lentes polarizadas que filtran hacia cada ojo la imagen correspondiente. Es un resumen un tanto escueto, pero la realidad ya es bastante más complicada.
Este nuevo sistema supera con creces al que ya estamos acostumbrados a ver, el de las dos imágenes intercaladas de distinto color, usando gafas con cristales también de diferente color, de manera que a cada ojo iba la imagen correspondiente. Un avance que unido al nuevo sistema de sonido hiperrealista de los cines actuales, e incluso a las butacas vibratorias de algunos, aportan una experiencia difícil de olvidar. Algunos directores, como Spielberg, hablan de una gigantesca sala de cine en la que los espectadores irán tumbados y la pantalla les rodee como una gigantesca bóveda, usando por supuesto la tecología 3D.
En los próximos meses llegará lo nuevo de James Cameron, como ya anuncié anteriormente, en lo que promete ser toda una revolución en la tecnología 3D. Los afortunados que ya han visto un avance hablan incluso de sensación de vértigo en algunas secuencias. Dado el precio tan poco económico de la nueva oferta, no es aconsejable ir asiduamente, pero sí cuando la ocasión lo merezca. Y la de Cameron, Burton e incluso “Scar” bien merecerán el esfuerzo. No me aventuraré a vaticinar si es la gran salvadora del cine, pero si lo consiguió en parte hace medio siglo…

sábado, 22 de agosto de 2009

"Avatar", una nueva revolución en el cine digital

No podía aguantarme a colocar una entrada sobre "Avatar", la nueva película de James Cameron que por fin ve la luz tras casi una década de gestación. Cameron, visionario donde los haya, revolucionó la ciencia-ficción con títulos como "Terminator" o "Abyss", y sentó a su vez un antes y un después en los efectos especiales con esta última y con "Terminator 2: El juicio final" años antes de que llegaran los dinosaurios de Spielberg.

Ahora se rumorea que volverá a revolucionar no solo la ciencia-ficción, sino la nueva tecnología que hace furor y de la que ya hablaré largo y tendido más adelante: el 3-D. Ayer se organizó un pase de 15 minutos y los asistentes aseguran que jamás habían visto nada tan real, más que el 3-D convencional, que ya de por sí es algo fuera de serie. Algunos hablaron de que realmente parece que las ramas te golpean en la cara y llegas a sentir sensación de vértigo en más de una ocasión. Si esto es lo que han dado de sí 15 minutos, qué no hará esta gran superproducción de más de 200 millones de euros cuyo argumento completo se guarda celosamente bajo llave, y que va predestinada desde ya a sentar una nueva base en el género y en la forma de ver cine en general. Les dejo con el trailer en HD, a ver si acaban tan sorprendidos como yo. Y véanlo a pantalla completa, que Cameron lo merece.

domingo, 16 de agosto de 2009

LA CRÍTICA

Enemigos públicos ****
(Public Enemies)

22 de Julio de 1934. Momentos antes de morir acribillado a balazos ante el Biograph Theater, John Dillinger se encontraba asistiendo a la proyección de un estreno, “El enemigo público número uno”, W.S. Van Dyke. Dillinger vio en la pantalla un reflejo de su propia vida en el personaje encarnado por Clark Gable, un álter-ego que demostraba hasta qué punto Hollywood se benefició del Robin Hood de la época, un ladrón reconvertido a héroe y que, paradójicamente, convertía en un gran show, en una gran película americana, cada uno de sus robos y sus intentos de fuga, a la vez que la industria cinematográfica aprendía de sus métodos.

Cinéfilo irredento pero a la vez deudor de su propia estética videoclipera heredera de la era digital, Michael Mann recurre a este sutil juego de espejos que representa uno más de los muchos momentos cumbre que encadena “Enemigos públicos” y que demuestra las inquietudes artísticas de un cineasta llamado desde hace años a ser un autor de culto, capaz de gestar muy buenas películas o en algunos casos obras maestras.

Lo que primeramente puede chocar de la cinta es su arriesgado planteamiento formal. Mann vuelve a rodar en digital, cámara en mano, filmando a sus personajes en primerísimo primer plano, desde los ojos a la nuca, psicoanalizándolos con la nitidez que solo una cámara de alta definición puede proporcionar, y siempre imprimiendo a sus películas un ritmo de película de acción, se trate del género del que se trate.

A lo que asistimos con este novedoso enfoque de la historia es a otro juego de espejos, al choque de dos caras equivalentes de la misma moneda: el Mann actualizado, ese director de sabia y portentosa mano digital, frente al Mann cinéfilo, el que consigue mirar hacia atrás al cine en el tiempo sin perder su particular estilo. Un ejercicio de anacronismo que puede resultar poco conveniente para la historia que se trata, pero que en el resultado final resulta de lo más acertado. El realizador logra ensamblar perfectamente ambos puntos de vista, convirtiendo al filme en un digno heredero del cine negro y el western de los años 30, del thriller de Raoul Walsh o George Cukor, a la vez que le permite no abandonar su enorme poderío narrativo, algo que vemos también en la formidable banda sonora de Elliot Goldenthal, mezcla de estilos de la época con los actuales.

Largamente acariciado por su director, este proyecto parece también haber nacido para ser interpretado por Johnny Depp. El actor deja de lado sus sobreactuaciones habituales y se muestra cómodo en su encarnación de Dillinger, una interpretación de Oscar que va desde la crudeza del atracador metódico y despiadado con los que se interponen en su camino hasta el mujeriego, el héroe de media sonrisa socarrona. En el otro extremo está su némesis, un sosías con las inconfundibles maneras de un muy acertado Christian Bale, encarnando a un Melvin Purvis que quizás no esté tan bien dibujado como Dillinger, pero al cual la cámara de Mann trata como un igual. Dos personajes inmersos en una persecución sin cuartel que puede rememorar a la misma “Heat” del director, pero sin la correspondiente disección equitativa de ambos bandos, pues se podría haber sacado más partido al personaje de Purvis.
Se dejan en el tintero muchos detalles que podrían haber dado mucho juego, como la relación Dillinger/Purvis, la importancia del primero para la moral de una sociedad que aún siente los devastadores efectos del crack del 29 o su talante de showman. Lo que a Mann le importa son los hechos, la personalidad del enemigo público número 1 del país, su relación con Billie –brillante Marion Cotillard- y hasta la ridiculez de ese cuerpo de policía al que tantas veces toreó, llegando incluso a pasearse por los despachos del aún virgen gabinete de J. Edgar Hoover y preguntar a sus hombres por el resultado de un partido sin levantar ni una sospecha en una de las secuencias más surrealistas de toda la película. Todo ello con un ritmo vertiginoso propio del cine de acción, digitalizado hasta la médula pero con un reconocible aroma a cine negro y western, en una de las mejores películas de la carrera del cineasta. Y ya van muchas.

A favor: lo bien que encaja el estilo de Mann con la historia que trata
En contra: el poco dibujado personaje de Bale y algunos pasajes de la historia real

domingo, 9 de agosto de 2009

John Hughes (1950-2009)


Para los que crecimos con comedias de los 80, que se nos haya ido John Hughes es una noticia triste. Padre de la comedia juvenil de esa década, con títulos como productor, guionista y director tales como "Todo en un día", "El club de los cinco", "Solos con nuestro tío" o "La mujer explosiva", entre otros. Gracias a él se encumbraron estrellas como Molly Ringwald, Anthony Michael Hall o Macaulay Culkin (fue guionista y productor de las dos primeras entregas de "Solo en casa").


Su carrera no fue tan prolífica en la dirección durante los 90, y mucho menos en la década actual, por lo que es considerado un cineasta de culto de los 80. Aún así, escribió éxitos de taquilla para Disney como "Flubber" y "101 dálmatas". Hughes falleció el jueves a los 59 años de edad víctima de un paro cardíaco. Descanse en paz.

viernes, 7 de agosto de 2009

"District 9", cuando la publicidad hace cundir el pánico

¿Qué ocurriría si juntáramos la ingeniosa pero a la vez peligrosa transmisión radiofónica de “La guerra de los mundos” de Orson Welles y la campaña de publicidad viral de “Cloverfield (Monstruoso)”? Pues como sucedió en su momento en esa locura, o más bien genialidad, de Welles, que cundiría el pánico. La sociedad estadounidense –faltaría realizarlo a escala mundial para comprobar si son solo ellos los que sufren de paranoia crónica ante un fantasma ataque externo- no ha cambiado un ápice, y la reacción fue aún más exagerada que entonces.

El director Neil Blomkamp, auspiciado en la producción por el mismísimo Peter Jackson, ha cogido las técnicas de marketing de J.J. Abrams y Matt Reeves en “Monstruoso” y las han llevado más allá. El equipo inundó el año pasado la Comic Con, convención freakie por excelencia, con carteles como el que abre este post, anunciando que sólo va dirigida a humanos, y que los no-humanos quedan fuera. Con semejante anuncio, que contiene las siglas MNU, una página web y en algunos casos un número de teléfono, Blomkamp, Jackson y los suyos consiguieron que se realizaran más de 33000 llamadas telefónicas y mensajes de voz con testimonios de avistamientos alienígenas. El público había mordido el anzuelo tras ver los anuncios y visitar la página web, que contiene un mapa con posibles avistamientos, información para unirse a la resistencia humana contra los invasores, medidas a tomar contra ellos, etc.

¿De qué trata realmente el asunto? Como pueden imaginarse, de una película. “District 9” es el nombre de una especie de campo de concentración situado en Sudáfrica para extraterrestres, últimos de un mundo al borde de la extinción que han llegado a nuestro planeta buscando ayuda y consuelo. Un argumento que cambia totalmente las tornas: los aliens son los buenos, y los incomprensibles, racistas y miedosos humanos son los malos. Así, la película de Blomkamp habla de intolerancia y xenofobia. Rodada en parte como si fuera un documental, “District 9” recoge en su web oficial incluso testimonios de ciudadanos americanos que opinan acerca de qué se debe hacer con los nuevos visitantes, opiniones cuanto menos radicales. Después de todo, tengamos en cuenta que es un portal anti-alien.

La película se estrena en EEUU el próximo 14 de Agosto, aunque aquí habrá que esperar bastante más. He tardado en escribir sobre ella debido a que en nuestro país, como siempre ocurre, no sentiremos la fiebre que rodea desde hace un año a este filme, y me enteré de su existencia hace apenas un mes. Por ahora les dejo con uno de los muchos trailers que pueden verse en la red. Les dejo también un corto realizado por Blomkamp titulado “Alive in Joberg”, que sintetiza lo que veremos en su debut como realizador. A esto debemos unir la extensa propaganda que se ha hecho a base de vídeos anunciando la necesidad de unirse contra los visitantes.

Teaser Trailer en HD



Cortometraje "Alive in Joberg", de Neil Blomkamp


martes, 4 de agosto de 2009

LA CRÍTICA

Arrástrame al infierno ***1/2
(Drag Me To Hell)

Desde las entrañas

Quien diga que no queda nada del viejo Sam Raimi en la trilogía que sobre el hombre araña ha hecho hasta la fecha es que no ha sabido ver no solo la mano del director en la misma, sino que ha sido incapaz de situarla con el resto de su filmografía. En especial se ha visto su estilo en la última entrega de la saga. El gran problema de alguien como Raimi es que solo se le atribuye como gran mérito la trilogía “Evil Dead”, pero no olvidemos que también ha dirigido “Darkman”, “Un plan sencillo” o “Premonición”, entre otras. Es decir, no podemos verle únicamente como un director goremaniaco, como sí lo fue en sus comienzos Peter Jackson -este, además, ha seguido una progresión por ahora lógica-, sino como un director de múltiples registros.

Con una carrera llena de altibajos –en mi opinión prefiero definirla como felizmente irregular-, entendiéndolo como que ha tocado innumerables géneros con más o menos suerte, no deberíamos considerar que la vuelta a los orígenes que plantea Raimi en “Arrástrame al infierno” –de hecho, es así como nos la han vendido a los ya conocedores de su obra; a los demás sorprenderá que tras “Spider-Man” se haya embarcado en el género de terror- sea un regreso al gore y la mala baba que destilara “Evil Dead” por los cuatro costados.

“Arrástrame…” es mucho más que eso. Es una sentida y entrañable vuelta al Raimi de siempre, en todas sus facetas, como si el realizador quisiera tomarse un respiro del hombre araña y haya decidido visitar toda su filmografía. Así, esta película realiza un ejercicio de nostálgico anacronismo en el que se mezcla lo mejor y lo peor de su carrera. En definitiva, que le hemos recuperado, pero al mismo tiempo nunca le perdimos del todo.

Es importante volver a resaltar que no solo de “Evil Dead” ni de “Ola de crímenes, ola de risas” se nutre la filmografía de Raimi. Es importante porque muchos han esperado ver en su último filme más de aquellas y menos efecto especial de spidy –la sesión de espiritismo quizás abuse de la infografía-, sin tener en cuenta lo demás que ha hecho. “Arrástrame…” es el claro ejemplo del quiero y no puedo. Quiere ser muy salvaje, y lo consigue en muchas ocasiones, como en la escena del aparcamiento o la del funeral, pero nunca llega a esa rabia que contiene de manera forzada y no deja aflorar, posiblemente por el hecho de tratarse de una película para una gran compañía y esto no le permite la libertad de sus obras más salvajes e independientes.

Aún así, se agradece la valentía de Raimi y por supuesto su vuelta al terror. Y aunque puede que no sea tan transgresora ni bestia como lo que se espera de ella, al menos nos hace pasar uno de los mejores 90 minutos de lo que llevamos de verano, aunque sea a costa del sufrimiento exagerado de Alison Lohman, con la cual Raimi se despacha a gusto. Cine mainstream desde las entrañas y muy divertido, como debe ser.
A favor: recuperar al Sam Raimi goremaniaco
En contra: que no es todo lo salvaje que se espera de ella