La última casa a la izquierda ***1/2
(The Last House on the Left)Víctima de la misma era hippie en la que se encontraba, “La última casa a la izquierda” supuso el dudoso debut en la gran pantalla de Wes Craven, hoy en día considerado un maestro del terror. Y digo dudoso porque la película no ha soportado bien el paso del tiempo, y no creo que fuera vista alguna vez como un prometedor debut del maestro que hoy en día Craven es considerado, salvo por esos fans incondicionales que la consideran una de sus mayores proezas.
Mal dirigida, horriblemente planificada y peor interpretada, la versión de 1972 no acertaba en el tratamiento de la suculenta historia que se traía entre manos, la de una venganza aparentemente justificada, un mensaje que estaba palpable durante todo el metraje pero que el realizador no supo explotar. Al igual que la también fallida “Las colinas tienen ojos”, también objeto de culto en nuestros días, se preocupaba más en mostrar que en abordar de lleno la historia con seriedad, proponiendo una estructura narrativa más bien digna de una mala comedia que del género de terror de serie B en el que supuestamente se enmarcaba. Otros por aquel mismo año, como Tobe Hooper, consiguieron que una sierra mecánica sonara con el mismo estruendo con el paso de los años. Como él, otros supieron aprovechar el material de partida para hacer historia en el género. Wes Craven, en cambio, falló a todos los niveles posibles.
Si Alexandre Ajá logró hacer sonrojarse a las colinas con ojos de Craven –quien produce, al igual que en aquella ocasión, la cinta, esta vez ayudado por el gran Sean Cunningham, padre de “Viernes 13”- con un festín gore sin escrúpulos que poseía cierto trasfondo social y político, el desconocido Dennis Iliadis –si sigue por este camino más nos vale recordar su nombre en el futuro- propone una nueva visita a esa última casa a la izquierda de trasfondo moral tan discutible. El debate ético acerca de la justificación del “ojo por ojo”sigue vigente, como en la original, pero Iliadis ya de entrada acierta en la planificación, el tempo cinematográfico –muestra lo que tiene que mostrar cuando tiene que mostrarlo, sin precipitarse- y en una cuidada ambientación y realización casi independiente en la que priman los detalles, la atmósfera opresiva y unos encuadres tan desasosegantes como exquisitos.
Su versión está totalmente justificada a cada segundo. Aquellas situaciones que Craven daba por supuestas pero que carecían del menor sentido se muestran ahora de manera bien resuelta y coherente, y al igual que él, Iliadis parece deleitarse con la sangre, pero todo envuelto en un cúmulo de aciertos que la hacen elevarse por encima de su modelo de referencia, y todo sin perder de vista el interesante debate que plantea. Hasta los actores, en especial esos entregados padres interpretados por Tony Goldwyn y Monica Potter, están bien dirigidos dramáticamente.
Puede que a Iliadis se le vaya la mano con la casquería en la casi innecesaria secuencia final, e incluso haya quien eche de menos que Tony Goldwyn suba las escaleras con una sierra mecánica en la mano –lo único que un servidor recuerda que funcionara en la fallida primera película-, pero su última casa a la izquierda entra en el grupo de remakes solventes, esos que al igual que los de Ajá o Zack Snyder con “Amanecer de los muertos” son recibidos con los brazos abiertos. Y por si alguien extraña la citada secuencia, el director nos regala otra aún más sangrienta con una trituradora como protagonista. Porque esto no es “Funny Games”, con su juego de manipulación encubierto. Aquí se acabaron las sutilezas.
Mal dirigida, horriblemente planificada y peor interpretada, la versión de 1972 no acertaba en el tratamiento de la suculenta historia que se traía entre manos, la de una venganza aparentemente justificada, un mensaje que estaba palpable durante todo el metraje pero que el realizador no supo explotar. Al igual que la también fallida “Las colinas tienen ojos”, también objeto de culto en nuestros días, se preocupaba más en mostrar que en abordar de lleno la historia con seriedad, proponiendo una estructura narrativa más bien digna de una mala comedia que del género de terror de serie B en el que supuestamente se enmarcaba. Otros por aquel mismo año, como Tobe Hooper, consiguieron que una sierra mecánica sonara con el mismo estruendo con el paso de los años. Como él, otros supieron aprovechar el material de partida para hacer historia en el género. Wes Craven, en cambio, falló a todos los niveles posibles.
Si Alexandre Ajá logró hacer sonrojarse a las colinas con ojos de Craven –quien produce, al igual que en aquella ocasión, la cinta, esta vez ayudado por el gran Sean Cunningham, padre de “Viernes 13”- con un festín gore sin escrúpulos que poseía cierto trasfondo social y político, el desconocido Dennis Iliadis –si sigue por este camino más nos vale recordar su nombre en el futuro- propone una nueva visita a esa última casa a la izquierda de trasfondo moral tan discutible. El debate ético acerca de la justificación del “ojo por ojo”sigue vigente, como en la original, pero Iliadis ya de entrada acierta en la planificación, el tempo cinematográfico –muestra lo que tiene que mostrar cuando tiene que mostrarlo, sin precipitarse- y en una cuidada ambientación y realización casi independiente en la que priman los detalles, la atmósfera opresiva y unos encuadres tan desasosegantes como exquisitos.
Su versión está totalmente justificada a cada segundo. Aquellas situaciones que Craven daba por supuestas pero que carecían del menor sentido se muestran ahora de manera bien resuelta y coherente, y al igual que él, Iliadis parece deleitarse con la sangre, pero todo envuelto en un cúmulo de aciertos que la hacen elevarse por encima de su modelo de referencia, y todo sin perder de vista el interesante debate que plantea. Hasta los actores, en especial esos entregados padres interpretados por Tony Goldwyn y Monica Potter, están bien dirigidos dramáticamente.
Puede que a Iliadis se le vaya la mano con la casquería en la casi innecesaria secuencia final, e incluso haya quien eche de menos que Tony Goldwyn suba las escaleras con una sierra mecánica en la mano –lo único que un servidor recuerda que funcionara en la fallida primera película-, pero su última casa a la izquierda entra en el grupo de remakes solventes, esos que al igual que los de Ajá o Zack Snyder con “Amanecer de los muertos” son recibidos con los brazos abiertos. Y por si alguien extraña la citada secuencia, el director nos regala otra aún más sangrienta con una trituradora como protagonista. Porque esto no es “Funny Games”, con su juego de manipulación encubierto. Aquí se acabaron las sutilezas.
A favor: la brutal escena de la cocina, y que es definitivamente mejor que la original
En contra: la casi innecesaria escena final, y que no haya secuencia con la sierra mecánica
Vista. Me ha molao bastante. Tengo que revisar la original que la vi de pequeño y por tanto recuerdo más jevi. Así como la original de Bergman
ResponderEliminarYo la de Craven la recordaba mejor, hasta que la revisité antes de ver esta nueva versión. Fue cuando me di cuenta de que no funcionaba en ningún aspecto. Tiene muchas cosas que aún perduran en mi memoria, pero eso no consigue que sea un producto de ogligada digestión. En cuanto al de Bergman, he preferido omitirlo de la crítica, pues esta nueva versión es un confeso remake de la de craven y no de la de Bergman, además de que muchos se niegan a establecer nexos entre ambas. Es más, prefiero no verla de nuevo, así la peli de Bergman seguirá magnífica en mi memoria...
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