Una de las películas más desafortunadamente famosas que este crítico recuerda sobre la figura de Genghis Khan fue la que realizó Henry Levin en 1965 con Omar Sharif como protagonista. Aquella superproducción tuvo la mala suerte de caer en manos de un director que no supo afrontar un proyecto con demasiadas carencias narrativas, presupuestarias y de montaje. El más famoso guerrero de la cultura mongola, cuya sombra mitológica incluso alcanza Occidente, merecía una visión más fiel y de mayor envergadura.
El cineasta ruso Sergei Bodrov ha conseguido superar todas las deficiencias técnicas de las que adolecía el film de Levin. “Mongol” supone dos horas de cine épico que en forma pretende (y consigue) ser cine crepuscular y con mayúsculas. La película solamente recoge los primeros años de vida de Temudgin, desde su infancia junto a las lecciones de su padre, el Khan Esugei, hasta la victoria frente a su amigo de la infancia y posterior enemigo, Jamukha. Por el camino, Bodrov consigue plasmar ciertos aspectos de las tradiciones y leyes mongolas del siglo XII, como la elección de la futura esposa a la temprana edad de 9 años. Asimismo, acierta al insertar determinados componentes religiosos y espirituales en el relato, ya sea el miedo de la sociedad a los truenos o la relación entre Temudgin y los dioses.
Bodrov, a su vez, consigue secuencias de impacto visual, haciendo buen uso de los recursos cinematográficos. Música, fotografía, incluso el uso del ralentí están al servicio de una película que logra en sus minutos finales una de las batallas mejor planificadas y montadas del cine de los últimos años, sin abusar de las herramientas infográficas propias del cine made in USA y con la dosis necesaria de violencia y sangre que habría hecho las delicias del Mel Gibson de “Braveheart”.
Aun así, la cinta de Bodrov, que juega sus bazas en su ingente despliegue técnico, sigue siendo insatisfactoria para realizar el retrato que Genghis Khan se merece. Las escasas dos décadas que transcurren en ella no son suficientes para vislumbrar los logros y la importancia de tan histórico personaje. Durante dos horas vemos el esbozo de lo que fue el mito, pero no llega a convencernos de su importancia histórica. Se echa en falta algo más de profundidad en la figura del guerrero, en las costumbres de la época, en las conquistas posteriores a la unificación del Imperio Mongol y su expansión. En definitiva, “Mongol” logra una impecable puesta en escena, pero al finalizar queda la sensación de que podría haberse diseccionado más al personaje como merece, su imagen de sanguinario guerrero y su astucia en la guerra –esto sólo se muestra en parte en la batalla final, pero no se muestra la guerra psicológica fundamentada en el miedo de la que hacía gala-. No obstante, el film de Bodrov no deja de estar por encima de la media de muchas de las superproducciones épicas que llegan del otro lado del Atlántico.
El cineasta ruso Sergei Bodrov ha conseguido superar todas las deficiencias técnicas de las que adolecía el film de Levin. “Mongol” supone dos horas de cine épico que en forma pretende (y consigue) ser cine crepuscular y con mayúsculas. La película solamente recoge los primeros años de vida de Temudgin, desde su infancia junto a las lecciones de su padre, el Khan Esugei, hasta la victoria frente a su amigo de la infancia y posterior enemigo, Jamukha. Por el camino, Bodrov consigue plasmar ciertos aspectos de las tradiciones y leyes mongolas del siglo XII, como la elección de la futura esposa a la temprana edad de 9 años. Asimismo, acierta al insertar determinados componentes religiosos y espirituales en el relato, ya sea el miedo de la sociedad a los truenos o la relación entre Temudgin y los dioses.
Bodrov, a su vez, consigue secuencias de impacto visual, haciendo buen uso de los recursos cinematográficos. Música, fotografía, incluso el uso del ralentí están al servicio de una película que logra en sus minutos finales una de las batallas mejor planificadas y montadas del cine de los últimos años, sin abusar de las herramientas infográficas propias del cine made in USA y con la dosis necesaria de violencia y sangre que habría hecho las delicias del Mel Gibson de “Braveheart”.
Aun así, la cinta de Bodrov, que juega sus bazas en su ingente despliegue técnico, sigue siendo insatisfactoria para realizar el retrato que Genghis Khan se merece. Las escasas dos décadas que transcurren en ella no son suficientes para vislumbrar los logros y la importancia de tan histórico personaje. Durante dos horas vemos el esbozo de lo que fue el mito, pero no llega a convencernos de su importancia histórica. Se echa en falta algo más de profundidad en la figura del guerrero, en las costumbres de la época, en las conquistas posteriores a la unificación del Imperio Mongol y su expansión. En definitiva, “Mongol” logra una impecable puesta en escena, pero al finalizar queda la sensación de que podría haberse diseccionado más al personaje como merece, su imagen de sanguinario guerrero y su astucia en la guerra –esto sólo se muestra en parte en la batalla final, pero no se muestra la guerra psicológica fundamentada en el miedo de la que hacía gala-. No obstante, el film de Bodrov no deja de estar por encima de la media de muchas de las superproducciones épicas que llegan del otro lado del Atlántico.
A favor: el despliegue visual
En contra: no es la película definitiva sobre Genghis Khan
no conocia este titulo, y por lo q cuentas parece que me va a molar, me le apunto!!!
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