martes, 21 de octubre de 2008

LA CRÍTICA

Transsiberian **1/2

Hasta ahora la filmografía de Brad Anderson trataba acerca de los mecanismos que cotidianamente pueden activar la locura. Tanto el Trevor de “El maquinista”, el Gordon de “Session 9” como el Larry de su genial episodio en la segunda temporada de la serie “Masters of Horror”, titulado “Sounds Like”, son personajes metódicos con su trabajo, obsesivos hasta la médula y cuyos entornos familiares y laborales, unidos a anomalías sobrenaturales físicas o mentales que más que dones constituyen potenciales detonantes de actos irracionales, activan la psicosis que posteriormente derivará en el horror.

Anderson presenta sus historias desde la más absoluta cotidianidad de unas secuencias en las que parece no ocurrir nada, pero que conforman un desarrollo que en conjunto produce escalofríos. Lo importante no es el desenlace, el cual en algunos casos no está a la altura, sino el devenir de los acontecimientos que explican la locura.

En “Transsiberian” vuelve a hacer gala de una atmósfera opresiva, ayudada por los gélidos parajes del recorrido del Transiberiano, y de una trama que juega al despiste con el espectador y en la que parece no ocurrir gran cosa. Y así es. Lo que hasta ahora era un aliciente en sus películas, en esta ocasión se ha convertido en una fuente de hastío cuando compruebas adónde quiere ir a parar el film. Durante la primera mitad no ocurre nada más allá que una serie de hechos puntuales que desvían la atención del espectador a crear falsas teorías y suposiciones.

Pasado el primer tramo, “Transsiberian” se descubre ante el público y muestra su verdadera cara. El gran problema es que tras un comienzo en ocasiones aburrido y que parece no llevar a nada, es precisamente a lo que lleva lo que carece de interés. No hay personajes que acaben afectados por la psicosis de un ambiente adverso, tan sólo un puñado de personas que no paran de mentirse unos a otros, sin darse cuenta de que la mentira es un buen refugio para salir adelante pero del que es imposible salir una vez te descubren. No hay siquiera una trama que invite a la reflexión ni que sorprenda, a pesar del cambio de roles con respecto a las presentaciones iniciales, lo cual puede llegar a desconcertar debido a que la construcción de personajes es tópica y por ello no está siempre del todo justificada la transformación.

El tren que transporta a la última película de Anderson es absolutamente correcto en lo formal, incluidas las interpretaciones de unos actores entregados a la causa, pero también correcto y habitual, sin sorpresas, en el desarrollo de su historia. El final, excesivamente alargado, vuelve a no estar a la altura del resto, y eso que lo demás no es mucho más destacable. El paso del terror y el thriller psicológicos al simple thriller no parecen sentar bien a un director que se maneja con más soltura por otras vías, como aquellas las que transitaban sus películas anteriores. Esperemos que vuelva pronto sobre sus pasos.
A favor: la atmósfera que Anderson imprime a todas sus películas
En contra: el desarrollo, que no conduce a nada
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España/Alemania/Reino Unido/Lituania, Thriller, 2008, 111 minutos
Dirección y guión: Brad Anderson
Intérpretes: Emily Mortimer, Woody Harrelson, Ben Kingsley, Eduardo Noriega, Kate Mara, Thomas Kretschmann

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