viernes, 1 de febrero de 2008

LA CRÍTICA


No es país para viejos ****

Que el mundo es un sin sentido de violencia lo sabemos de sobra, y que el cine como extensión de la historia es igualmente violento (aunque a veces justificadamente) también lo sabemos. La última película de los hermanos Coen, basada en la novela de Cormac McCarthy viene a confirmar lo que ya conocíamos de antemano: Estados Unidos, y por supuesto el resto del planeta, es un árido desierto sin alma en el que la vida ajena importa bastante poco.

Puede parecer un mensaje austero, pero es la sensación con la que te quedas tras ver “No es país para viejos”. Los Coen no han hecho concesiones esta vez para el humor que destilara la genial “Fargo”, ni siquiera cuando Tommy Lee Jones se sirve un vaso de leche en una casa en la que acaba de producirse un allanamiento. En otras ocasiones, el gesto impasible de su personaje ante tal situación tratándolo como algo habitual habría desencadenado alguna sonrisa en el espectador, pero no es el caso. “No es país para viejos” es una película seca, tan árida como la frontera que debe cruzar Josh Brolin para escapar de su inevitable destino. El mundo por el que nuestros abuelos cabalgaban plácidamente se ha vuelto desconfiado, sólo asimilable si usas la ley de disparar primero y preguntar lo menos posible.

Debo reconocer que tras verla me creó una sensación incontrolable de animadversión, de desánimo, de no saber encajar lo que había visto durante las casi dos horas de duración, y pocas veces una película me lo ha puesto tan difícil a la hora de disfrutarla. Y es que su desarrollo es lento, sin procurar caer simpático a nadie. Ya a la segunda vez la película no disimula sus cartas y queda claro que los Coen sabían perfectamente que trataban con una historia con fuerza que podía dar lugar a una gran película. Porque “No es país para viejos”, a pesar de su sequedad, es una película memorable desde la voz en off inicial hasta el recuerdo de un sueño evocador de Lee Jones en su desenlace. Es el ejemplo de película consciente de su propia grandeza, explotada esta de manera inteligente y sin mostrar que sabe exactamente lo que es.

El ejemplo más sólido, y el que más desasosiego creará en los espectadores, es sin duda el del papel que interpreta Javier Bardem. Su interpretación de Anton Chigurh es la de un hombre sin escrúpulos, sin verdaderos motivos para matar a nadie más allá lo que pueda dictar una moneda. Ni un ápice de bondad en un papel memorable, al que hay que temer precisamente cuando sonríe. La suya es una caracterización fiel del mismo espíritu del film: el mundo, aunque nos pese, está regido por la extrema violencia injustificada pero tristemente cotidiana. Un mundo en el que ya ni nuestros antepasados ni nosotros mismos si no nos unimos a esa reacción en cadena de violencia tenemos un hueco.

Lo mejor: es una película consciente de su propia grandeza
Lo peor: su extrema sequedad puede tirar a más de uno/a para atrás

Título original: "No country for old men"; Año: 2007; Nacionalidad: EEUU; Duración: 122 minutos; Género: Thriller-Drama; Dirección y guión: Joel y Ethan Coen, basado en una novela de Cormac McCarthy; Intérpretes: Josh Brolin, Javier Bardem, Tommy Lee Jones, Woody Harrelson.


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