Alejandro Amenábar ya nos avisaba en su aventajada ópera prima “Tesis” que el cine es una gran industria de hacer dinero, una industria que debe dar al público lo que quiere y que el cine español alcanzará el éxito que tanto busca sólo cuando comience a pensar en términos de industria. Si analizamos el cine americano reciente no vemos más que nuevas vueltas de tuerca a viejas películas, al trabajo de otros en forma de referentes calcados y explotados hasta la saciedad en las secuelas.
Dicho esto podría pensarse que el perfecto mainstream nacional será aquel que venda su alma al diablo en pos del dinero. Nada más lejos de la realidad. Amenábar hasta ahora ha saboreado con cada nuevo trabajo las mieles del éxito y ha sido a base de aplicarse a sí mismo la doctrina de su debut pero sin perder ni un ápice de identidad propia.
Viendo “El orfanato” veríamos a J.A. Bayona como un discípulo no sólo de Amenábar, sino del Spielberg que hace tres décadas creara el concepto de blockbuster con “Tiburón”. Su película es un continuo vaivén de referencias -lo mismo que hacen al otro lado del charco para construir sus taquillazos, sobre todo en materia de terror- que van de clásicos como “Al final de la escalera” hasta recientes joyas del terror patrio como ese caserón desvencijado estilo “Los otros” o esa historia “románticas” historias de fantasmas del Balagueró de “Frágiles”. No hay más que ver la secuencia de la grabación en Súper 8 para vislumbrar lo determinante que el realizador de “Los sin nombre” y “Darkness” ha sido en el resultado final.
Es la resistencia a no perder su identidad lo que hace de esta película una obra autónoma del que por ahora es uno de los pocos artesanos -lo de autor deberá ganárselo a pulso más adelante- de nuestro cine, con permiso del mismo Amenábar. Da al público exactamente lo que quiere, domina el arte cinematográfico, tanto en la forma como en el contenido, y muestra un profundo respeto tanto por lo que cuenta como por todos esos filmes a los que debe la vida. No copia, más bien hace propio lo ajeno, lo moldea con clase y buen gusto para que parezca distinto, aunque a veces los evidentes parecidos le pasen factura.
La historia y el avance de la misma no es que sean originales, pero Bayona es capaz de mezclar sin sobrecargar una serie de valores artísticos y de relatos clásicos que la hacen atractiva a todos los niveles. Incluso se arriesga con rarezas como la secuencia del atropello seguida por una mandíbula desencajada y con una secuencia paranormal de espiritismo que haría las delicias de los mismísimos Jiménez del Oso e Iker Jiménez y que realmente pone los pelos de punta. Y todo con una clásica y rotundamente sincera Belén Rueda, auténtico peso de este cuento de cuentos de fantasmas, la perfecta Wendy que decidió no vivir en Nunca Jamás para vivir en esa realidad de negación, realidad esta que no permite ver el otro mundo, ese que solo aquellos que tienen un pie entre dos mundos son capaces de contemplar.
A favor: Belén Rueda y los muchos aciertos a nivel cinematográfico
En contra: el excesivamente aclaratorio plano final de la tumba y la sensación de déjà vu
Títuto original: "El orfanato"; Género: Terror; Nacionalidad: España; Año: 2007; Duración: 97 minutos; Dirección: J.A. Bayona; Guión: Sergio G. Sánchez; Intérpretes: Belén Rueda, Fernando Cayo, Geraldine Chaplin, Roger Príncep, Mabel Rivera
Me gusta tu opinión de "El orfanato" y me alegra que no machaques a Belén Rueda, como parece que se dedica a hacer sistemáticamente todo el mundo. Pasé dos horas agarrada a la butaca de cine, con grititos y botes incluídos. Me encantó el guión y la realización. Le pondría un notable alto.
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