viernes, 23 de febrero de 2018

LA CRÍTICA. Lady Bird

Al otro lado de las vías
“Lady Bird” comienza con una secuencia que transcurre con normalidad. Una conversación banal entre una madre castrante y su inconformista hija. Hasta que sucede algo inesperado, algo que el espectador jamás esperaría.

Greta Gerwig parece decir con esta rotunda, desconcertante e hilarante carta de presentación que su historia irá por derroteros de lo más insólitos, que el humor que va a desprender su segundo trabajo tras la cámara va a traspasar las fronteras de lo racional e imaginable. Como su propia protagonista, una rebelde enclaustrada en un mundo en el que el hedonismo es una utopía, en el que lo mejor es que el año en el que se sitúa la acción es un palíndromo.

Pero no, para lo que servía esa escena de apertura era simplemente para presentar la personalidad de su protagonista femenina, y la opresiva presencia de su progenitora, en el Sacramento de comienzos de siglo. Y no hay más. La mejor carta que podía jugar la historia de este pájaro enjaulado que sueña con escapar de un ambiente en el que religión y puritanismo son el pan nuestro de cada día se queda ahí, en unos minutos que prometen mucho, pero que no acaban por dar lo que prometían.


Es una buena película, sí, pero no hay en ella nada tan arriesgado como para justificar sus primeros minutos. El resto discurre convencional, sin demasiado arrojo en la dirección –sí, Gerwig sabe poner la cámara, pero su ojo no se diferencia del de cualquier otro realizador independiente contemporáneo-, y apoyándose en un convincente guión y en la fuerza de dos actrices en estado de gracia como Saoirse Ronan y, especialmente, Laurie Metcalf. Pero sin que ninguna encandile ni destaque especialmente. Y esta última no es la primera vez que afronta un personaje similar y con los mismos tics interpretativos –véase la serie “The Big Bang Theory”.


Así, “Lady Bird” es otra película más, otra de tantas independientes que llegan a nuestras pantallas. Sin nada que destaque en ella. Y si lo hace, es fruto de los tiempos que vivimos. Su poderío reside en un trío de mujeres que, ya sea frente a la cámara o tras el libreto, gobiernan con convicción una propuesta que bien podría haber volado libremente hacia otros derroteros más originales y llamativos, saltando de un coche en marcha durante todo su metraje. Así sí merecería vivir al otro lado de las vías, donde todo es mejor. Gerwig, desgraciadamente, prefiere quedarse en el extremo seguro.

A favor: el guión, la secuencia de apertura y sus dos actrices protagonistas
En contra: tras esa escena inicial, va derivando en algo de lo más convencional y poco arriesgado

Calificación **
Se deja ver

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