viernes, 23 de septiembre de 2016

LA CRÍTICA. 31

The Show Must Go On
Rob Zombie parecía tener algo que aportar al séptimo arte. Lo hizo, en cierta medida, con sus dos primeros trabajos, con ese grotesco tren de la bruja que suponía su particular homenaje a “La casa de los horrores” y a todas las criaturas surgidas en la revista Fangoria y en la serie B más freak, y sobre todo con la que sigue siendo su mejor obra, esa polvorienta y sangrienta road movie de inconfundible aroma al cine de Penn y Peckinpah. Luego vinieron sus ensimismadas y sacrílegas entregas de “Halloween”, y ese resurgir de sus cenizas en forma de hipnótica horror movie setentera polanskiana que fue “Lords of Salem”.

Visto su nuevo trabajo, parece que Zombie no tiene ya nada que aportar al cine. Sí, sigue poseyendo una potencia visual a medio camino entre el videoclip y el cine sucio y duro de los años 70, al que continúa rindiendo homenaje en forma de slasher a lo “Matanza de Texas”, y un gusto envidiable por la música y el montaje audiovisual.

Pero no deja de sonar a ya visto. Porque “31” es un mejunje de sus dos primeros trabajos, un juego menos macabro de lo que quiere hacernos ver, pese a las ingentes cantidades de hemoglobina y salvajismo que atesora durante su metraje, simplemente porque ya lo conocemos. Un grupo de personajes, bastante despreciables en conjunto, que tienen la mala suerte de convertirse en el objetivo de una panda de psicópatas de lo más estrafalarios –mención especial para Doom-Head y para el enano nazi-. El objetivo, sobrevivir a 12 horas de caza. Son ellos o sus oponentes. Así de simple y manido.


Y sin embargo, pese a tirar de un material ya visitado con anterioridad y a la sobreactuación de más de un actor –que alguien le diga que su mujer no sabe actuar, por favor-, “31” no deja de ser un divertimento de lo más delicioso y recomendable para los amantes del género en general y de Zombie en particular. El cineasta se muestra a sí mismo como un niño travieso al que le gusta jugar haciendo sufrir a sus personajes. No innova, no reinventa, sólo se divierte machacando cabezas. Sin mayor ambición que esa. Y ya sólo por eso, por el buen rato que puede hacer pasar a sus acólitos, bien merece este teatro de los horrores el pago de una entrada. Sólo esperemos que en el futuro arriesgue más y nos ofrezca algo nuevo. Por ahora, a sentarnos cómodos y dejar que nos salpique la sangre. The Show Must Go On.


A favor: el viaje por el tren de la bruja que nos propone puede entretener a los seguidores de Zombie; Doom-Head y el enano nazi
En contra: que todo suene a ya visto

Calificación ***
Merece la pena 

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