martes, 19 de julio de 2016

LA CRÍTICA. Election Year: La noche de las bestias

Juego de niños
Poco caso hicieron los nuevos padres fundadores a las palabras de Martin Luther King cuando decía que la violencia provocaba más problemas sociales de los que resuelve. América, esa nación forjada a base de sangre y sudor, ahora  renace a través de la violencia liberada durante una sola noche en la que todo está permitido. Incluido el asesinato.

Aunque las bases sobre las que se sustenta la distopía que propone la franquicia “The Purge” son poco estables y verosímiles más allá del contexto social e histórico que las enmarca, sí que el discurso entre líneas de la obra de James DeMonaco es de lo más acertado, en cuanto que carga sus tintas hacia un sistema de privilegios en el que los pobres sucumbirán ante las armas de los más adinerados y poderosos, en forma de panfleto propagandístico anti-republicano de lo más oportunista con las elecciones presidenciales a la vuelta de la esquina. Es, aunque pese a sus detractores, un film hijo de su tiempo y una respuesta lógica a toda esa morralla política que nos rodea.


Y sin embargo, en este caso la forma no acompaña a la moraleja. Porque “Election: La noche de las bestias” apuesta por el caballo ganador en todo momento, no arriesga ni innova dentro de la saga. Sí, es más violenta y sangrienta, pero no deja de ser una versión extendida de la segunda entrega, una copia de esquemas que incluso se permite la osadía de repetir un personaje y prácticamente la misma estructura narrativa. DeMonaco aprendió tras la sosa y desaprovechada primera entrega que lo interesante está en las calles, y vuelve a ofrecer un thriller urbano repleto de enfants terribles careta en mano, en el que ni sus segmentos supuestamente más acertados, esos que atacan directamente a las clases acomodadas –la escena de la iglesia, por ejemplo- acaban por volver a modular un discurso que sigue los patrones del ya expuesto en su predecesora. La prueba de que su director y guionista se muestra torpe a la hora de desarrollar su propia idea y llevar más allá un universo con bastante material para explotar.


Pero no sólo es más de lo mismo. El mayor pecado que comete esta nueva purga es que llega a aburrir, al menos al espectador que vea en ella una repetición de algo ya visto, y que está repleta de diálogos de lo más sencillos y básicos, predispuestos para que el público no tenga que pensar demasiado en el mensaje subliminal. Para los que sí quieran estrujarse los sesos, ya estaba Buñuel y su incesante ataque contra la burguesía. Al lado de su sardónica obra, esta violenta purga no es más que un juego de niños.

A favor: el oportunista mensaje propagandístico electoral entre líneas
En contra: todo suena a ya visto, y aburre
Calificación *
Ni se moleste

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