viernes, 7 de agosto de 2015

LA CRÍTICA. La horca (The Gallows)

Found footage para el cadalso
A veces cabría preguntarse quién es el responsable de los enormes partos de ideas en el cine de terror moderno, cómo se nos venden filmes por todo lo alto que acaban resultando auténticas decepciones para el espectador. Jason Blum podría ser una de esas mentes, un señor capaz de vendernos en muchas ocasiones basura como si fuera oro. Ahí están “La purga”, “Ouija” o “Insidious: Capítulo 3” para demostrarlo.

“La horca” es otro producto marca Blum. Es decir, comprado por el productor a sus creadores, lo que le permite abaratar costes, y exhibido en grandes salas tras bombardearnos con una campaña promocional tan atractiva que el hype puede alcanzar niveles estratosféricos. Pero además, es una de esas producciones suyas para el olvido, de esas que se quedan en lo que prometían más que en lo que finalmente dan.

Pocas veces un título se ha convertido en una acertada metáfora de lo que es una película. La cinta de Travis Cluff y Chris Lofing es una soga repleta de nudos mal atados, un trabajo que acaba ahorcándose a sí mismo por culpa de su nefasto reparto, que más que actores parecen adolescentes tratando de ser intérpretes, y de una realización que hace un mal uso del found footage como mecanismo para generar un desconcierto inconsciente en el espectador. No son pocas las veces que cuesta seguir el rastro de sus personajes y en qué lugar se encuentran, y a esto no ayuda nada el hecho de usar dos cámaras y mostrar lo que ocurre en dos localizaciones distintas.


Sin embargo, lo peor de “La horca” es su horroroso guión. No es más que un compendio de lugares comunes e ideas ya transitadas por otras propuestas de terror. No inventa nada nuevo, ni sabe aprovechar sus muchas fuentes. Están los típicos jóvenes sobreactuados y protagonistas de actos ilógicos, el asesino de turno que nace de una historia que se remonta veinte años atrás en el tiempo, momentos de silencio y otros forzados, y alguna que otra escena bien conseguida. Pero sin gracia ni chispa, y culminando en un acto final también manido y absurdo que busca dar inicio a una posible franquicia y que recuerda bastante a la saga “Paranormal Activity” en lo que a repetición de esquemas se refiere.


Lo que queda es un vano intento de teatro dentro del cine cuyos ochenta minutos de duración se hacen eternos. No es capaz ni de generar tensión, y su historia, incomprensiblemente, se alarga hasta el aburrimiento cuando no debió pasar de la media hora de metraje.  Es apta, eso sí, para espectadores con poca memoria y bagaje cinéfilo, y para todos aquellos que no se cuestionan si lo que ven es un refrito bien hilado o no. Los demás acabarán pagando su entrada y se darán cuenta demasiado tarde de que han sido engañados. Todos sus responsables deberían ser enviados al cadalso.


A favor: algún momento bien conseguido
En contra: los actores, el guión y la realización, todo un refrito de viejos esquemas mal hilados

Calificación *
                                                                                         Ni se moleste

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