viernes, 21 de agosto de 2015

LA CRÍTICA. Cop Car

Juegos de niños
En “Clown”, la que era su primera película como director en solitario tras la coral “Our Robocop Remake”, Jon Watts partía de un tráiler hecho por unos niños perversos que anunciaba una película que no existía como juego personal hacia Eli Roth, convertido en padre involuntario del proyecto. Un juego de niños cuyo resultado final era llamativo, pues el director se veía incapaz de superar el minuto que duraba el propio falso avance.

Con “Cop Car” le viene a ocurrir algo parecido. Su premisa inicial, la de unos chicos que se meten en un lío al robar el coche del sheriff local, podía dar más de sí, pero durante su primera mitad, el film deja la sensación de que esta historia no daba para mucho más que un corto, y de que está estirada como un chicle. En su segundo tramo, la propuesta toma un rumbo inesperado, pero que no acaba de explotar la base sobre la que se sustenta. No se convierte en ese juego del gato y el ratón que uno podía esperar, y el camino que escoge no exprime al máximo la atractiva baza argumental de la que parte.


Básicamente, su problema es el guión. No sólo por no saber sacar partido a su base argumental, sino por otras muchas inclemencias, que van desde el hermetismo en lo referente a detalles decisivos que quedan al libre pensamiento del espectador, como la razón de la fuga de los niños o los asuntos sucios en los que anda metido el sheriff, hasta ciertos momentos forzados, como la irrupción en un punto álgido de la acción de la figura de la conductora. Y sin embargo, supone un salto de gigante en la filmografía de su máximo responsable. Porque a pesar de estos escollos, la película tiene ritmo, entretiene, está bien dirigida y sus actores realizan su trabajo con enorme solvencia, desde los dos pequeños hasta un Kevin Bacon que raya entre lo comedido y lo histriónico.


Un histrionismo que recorre la obra al completo. “Cop Car” está bañada de un malicioso toque de ingenuidad casi infantil, inocente, con ciertas pinceladas de humor negro que recuerdan a los Coen de “Sangre fácil”. Además, en su acto final ofrece una radiografía de la muerte de la infancia y el afloramiento inesperado de la madurez que funciona mejor que todo el abultado metraje de “Boyhood”. Y eso ya es bastante.

A favor: la dirección, los actores, el ritmo, y su toque maliciosamente ingenuo
En contra: que su guión no acabe por explotar la premisa inicial

Calificación **1/2
                                                                              Bastante recomendable

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