miércoles, 29 de abril de 2015

LA CRÍTICA. Let Us Prey

Líbranos de ella, Señor
Ya lo dice la Biblia. No habrá paz para los malvados. Ni los adúlteros, ni los sodomitas, ni los pervertidos sexuales, ni los cobardes y los crueles. No hay sitio para ellos en el Reino de Dios. Pero los pocos habitantes que parecen quedar en un fantasmal pueblo irlandés tienen una posibilidad para salvar sus almas, siempre que sea antes de la medianoche. Tienen unas pocas horas para huir de ese infierno en el que se ha convertido la tierra que pisan, para conseguir el perdón divino y ascender a los cielos.

“Let us prey” presenta su propio Apocalipsis terrenal enclaustrado en las paredes de una comisaría, donde policías y reos deberán ajustar cuentas si evitar la condena eterna. Una premisa interesante en cuyo desarrollo vemos destellos del cine de John Carpenter –el uso de la banda sonora y la propia historia, que recuerdan a “Asalto a la comisaría del distrito 13”-, de la polémica “Martyrs” o incluso algunos segmentos y planos que rememoran a “Los pájaros” o “El resplandor”.


Sin embargo, se queda en eso, en su premisa argumental. Más allá de las ingentes cantidades de hemoglobina que bañan sus imágenes más agradecidas, lo que realmente salpica de la ópera prima del cortometrajista Brian O’Malley es que no acaba de arrancar nunca. Sus primeros setenta minutos constituyen su carta de presentación, un prólogo que no se hace pesado pero en el que el espectador se pregunta hacia dónde tirará la historia. Y es en sus últimos veinte minutos cuando, en lugar de arrancar definitivamente y dejar clara su trama, se entrega sin complejos a un festival gore repleto de excesos y poco verosímil, donde la locura se adueña de la función y no se hace ningún intento por reconducir la historia.


Y es precisamente en ese exceso, y en las secuencias más sanguinolentas, es donde O’Malley deja claro su pulso narrativo. Se regocija en las muertes y en las escenas más creepy del producto. Porque buen trabajo de maquillaje hay. Pero lo demás tiene muy poca factura técnica. Está tan mal dirigida que incluso se ve la cámara en alguna ocasión reflejada en un cristal. Ni siquiera la imponente presencia de Liam Cunningham o el carácter comedido de Pollyanna McIntosh –el resto del reparto, horrible-, convertida en la heroína del conjunto, salvan a esta película del desastre. Merece arder en el fuego eterno. Y con ella, sus responsables. No hay sitio para ellos en el Reino de los Cielos. Ni creo que pretendan hacerse un hueco.

A favor: Liam Cunningham y Pollyanna McIntosh, y las escenas gore
En contra: todo lo demás

Calificación *
                                                                                       Ni se moleste

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