martes, 3 de marzo de 2015

LA CRÍTICA. Selma

Orgullo y prejuicios
Década de los 60. Un período de la historia americana que supuso enormes cambios para un colectivo de su sociedad que hasta entonces había sufrido de los males de la discriminación y la xenofobia. En un país en el que Lyndon B. Johnson mandaba soldados negros a un recóndito lugar del mundo llamado Vietnam a luchar por una nación que no les defendía en casa, una persona de color no podía ni siquiera ir a votar, y eso le impedía formar parte de un jurado constituido en su totalidad por blancos. Un hombre cambió esto para siempre. Y ocurrió en una pequeña ciudad, convertida en bastión de la lucha por los derechos civiles.

“Selma” no es la biografía de un buen pastor que guió a su pueblo hacia la reclamación de un derecho que les pertenecía, aunque sí que es un acertado retrato de su personalidad y su excelente capacidad de oratoria y para liderar a las masas hacia resoluciones pacíficas. Es la historia del periplo de toda una comunidad hacia esa reivindicación, simbolizada por una marcha que les llevó desde la localidad que da nombre a la cinta hasta Montgomery.


Por ello, estamos ante un film de enorme importancia histórica, una especie de dossier que recoge los archivos más destacados de ese viaje, con un tono bastante objetivo a pesar de cierta tendencia hacia la caricaturización de determinados dirigentes políticos que no salen demasiado bien favorecidos en la película. Pero, sobre todo, es una cinta que desprende un enorme orgullo por la historia que cuenta y cómo lo cuenta, y sobre todo por sus propias raíces y quienes ayudaron a forjar un sueño.

Ava Duvernay ofrece un trabajo con un acabo impecable a nivel cinematográfico. Un guión solvente, muy buenas interpretaciones –mención especial para David Oyelowo, transmutado en el Martin Luther King perfecto-, sobresaliente ambientación y una banda sonora de lo más adecuada. La cineasta muestra un buen pulso tras la cámara y ofrece momentos de enorme potencia e impacto, como la escena del asentamiento ante la Oficina de Registro o la del restaurante, que llegan a impactar y causar dolor en el espectador por lo que se muestra en pantalla.


Sin embargo, Duvernay se muestra incapaz de mantener este tono durante toda la propuesta, y el conjunto presenta altibajos y pérdidas de ritmo. Lo que resulta en general es una película de intensidad moderada, y que obliga a pensar en la triunfadora de los Oscar del pasado año, “12 años de esclavitud”, que sin ser un prodigio sí poseía mayor intensidad que la que nos ocupa. Y también, por supuesto, que da la sensación de que la nominación al Oscar a mejor película le ha venido grande, aunque por ello no deja de ser una cinta de aconsejable visionado y que muestra un enorme orgullo por su pueblo, pero también la otra cara, la de los prejuicios más dolorosos que hacen avergonzarse de ser humano.

A favor: David Oyelowo, su importancia y la potencia de algunas escenas
En contra: en general, es un film de intensidad moderada

Calificación ***
                                                                                                           Merece la pena

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