sábado, 10 de enero de 2015

LA CRÍTICA. The Imitation Game (Descifrando Enigma)

El cerebro computacional
En “El juego de la imitación”, Alan Turing sentaba las bases de lo que debía cumplir un organismo cibernético inteligente. Un humano a un extremo. Una máquina y otro humano al otro. El humano debe determinar quién es el humano y quién la máquina. Si se equivoca, el organismo puede ser catalogado como inteligente. El autor ya esgrimía entonces lo que hoy en día conocemos como computadoras, y a largo plazo, lo que en el futuro posiblemente veamos como algo cotidiano, la inteligencia artificial conviviendo con la humana.

En una escena de “The Imitation Game” –de nuevo un minuto de silencio por los traductores de los títulos en España-, Turing se sienta al otro extremo de una mesa y habla a su entrevistador de su experimento mental. Sólo una mente computacional como la del criptógrafo inglés podía ser capaz de vencer a otra máquina, en este caso una que ayudara a los ingleses a ganar la guerra contra los escurridizos alemanes. Retraído, poco experto en relaciones sociales, lógico y matemático. Justo como ese Christopher destinado a vencer a la máquina Enigma y ganar así la guerra contra los alemanes, un organismo formado por cables de cobre y bobinas que había nacido como recuerdo de una persona de vital importancia en la vida del científico. De nuevo, humanos y máquinas confundiéndose entre sí.


Y no podía ser interpretado por otro actor que no fuera Benedict Cumberbatch, un intérprete que ha hecho de su rostro de replicante su mejor baza para la actuación. No hay más que ver la serie “Sherlock”. Él es lo mejor de “The Imitation Game”, una producción típicamente británica que trata de relatar el triunfo sobre Enigma de un genio meticuloso y obsesivo. Y a su vez da viajes hacia el futuro, una vez acabada la guerra, y hacia el pasado, cuando era un niño. Y simultáneamente trata de tocar muchos más palos como la homosexualidad en la reprimida Inglaterra de mediados de siglo, la dualidad hombre-máquina o la personalidad y parte de la biografía de su personaje protagonista.


Lo intenta, porque la película de Morten Tyldum no consigue destacar en ninguna de sus vertientes narrativas. No pasa de la corrección ni siquiera en su realización, su guión, su banda sonora, su fotografía… o en sus interpretaciones. Porque que Cumberbatch se erija como lo mejor de la función no significa que esté sobresaliente. Todo el reparto está correcto, como el film en sí, incluido él. No hay escenas para el recuerdo, no hay momentos grandiosos ni mágicos. Es como si una máquina se hubiera hecho cargo de la dirección y haya eliminado cualquier atisbo de emoción, tanto hacia el público como a la hora de filmarla. Un juego interesante fruto de un cerebro computacional, pero que no pasa de ahí, de ser interesante y funcional. Me pregunto si pasaría el Test de Turing.

A favor: Benedict Cumberbatch
En contra: no pasa de ser un film correcto en todos los aspectos

Calificación ***

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