viernes, 12 de diciembre de 2014

LA CRÍTICA. Tusk

El ciempiés humano de Kevin Smith
A la hora de presentar su último trabajo, Kevin Smith lo definía como una versión apeluchada de “The Human Centipede”. No le falta razón, más allá de que el personaje de Howard Howe sea un hermano moral estadounidense del Doctor Heiter. “Tusk” comparte con la polémica cinta de culto de Tom Six la visión del ser humano deshumanizado, despojado de toda dignidad, y teoriza sobre qué nos convierte en humanos una vez esa dignidad se ha perdido del todo. La cinta da un paso más allá y sentencia que, en tales condiciones, lo que nos diferencia de los animales es algo aparentemente tan nimio como una lágrima.

Pero hay un detalle que distancia esta propuesta enormemente de la del cineasta holandés, el entender la historia desde una perspectiva humorística. Ya sea humor de brocha gorda, ése que los podcasts exhiben con libertinaje en esa red inmensa que todo lo consiente –de hecho la idea nació de uno de estos programas en Internet-, o de brocha fina, en el que el cineasta acierta con un humor negro de lo más corrosivo. Smith acierta también enfrentando a dos actores en estado de gracia, a un Justin Long que da el tipo como cazador de historias rocambolescas salidas de las cuerdas vocales de auténticos friquis locales, y a un Michael Parks que se convierte en amo y señor de la función y en actor fetiche del director, y cuya interpretación es tan escalofriante como la trama que Smith nos presenta.


Provocativa, enfermiza, bizarra, macabra, retorcida… “Tusk”, al igual que aquel ciempiés humano, es capaz de sacar lo peor de nosotros como espectadores. Lo verdaderamente aterrador de ella es lo que no vemos, lo que llegamos a imaginar en contraposición con la poca sangre y vísceras que Smith nos sirve. Y con ella, el guionista y director logra un doble triunfo. Por un lado, demostrar que lo de la loable “Red State” no fue casualidad, y que este tipo de productos le vienen como anillo al dedo. Y por el otro, que esa comedia indie salpicada de incontinencia verbal con la que despuntara en los 90 sigue presente y puede casar a la perfección con su nueva etapa, aunque por el camino tengamos que pagar el precio de padecer cierta aparición estelar no acreditada de un actor tan insufrible y patético como el personaje que interpreta, y que hace que este apetecible Sr. Tusk no se eleve a cotas del género aún más altas. Sin él nos habríamos ahorrado diez minutos de metraje, cosa que agradeceríamos. Lo peor, que su próximo film se va a centrar en dicho personaje. Otra razón más para tener escalofríos.


A favor: Michael Parks, y el humor que destila la propuesta
En contra: el tramo dedicado a cierto actor y personaje bastante patético e insufrible

Calificación ****

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