lunes, 29 de diciembre de 2014

LA CRÍTICA. La teoría del todo

La física del amor
Una personalidad tan relevante como Stephen Hawking, una de las mentes más brillantes y prodigiosas del siglo XX, necesitaba ya un biopic. Incluso más que otros muchos personajes que han copado este subgénero dramático en los últimos tiempos, y por qué no decirlo, las ceremonias de entrega de los Oscar de los últimos quince años. Y por fin ha llegado, con notable y reconocible flema británica, una puesta de largo de parte de su biografía que trata de recoger los aspectos más llamativos de la misma.

Durante su primera media hora, “La teoría del todo” es un biopic de altura. Detalla sus logros a la vez que desarrolla, con total veracidad y cercanía, el avance de la esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad neurodegenerativa que fue condenando las habilidades motrices de Hawking a vivir a expensas de una silla de ruedas y de un aparato que traducía sus pensamientos en palabras, mientras su cerebro continuaba completamente sano e intocable. Primero se te escapan de las manos los objetos más cotidianos, después tienes dificultad para andar, y por último no puedes hablar ni moverte, y hasta tragar se convierte en una hazaña peligrosa.


Pero no sólo aborda el problema desde el punto de vista del enfermo, sino que posteriormente tiene el enorme acierto de mostrar de manera puntual el punto de vista de quienes tienen que convivir con él, y es aquí donde la cinta hace especial hincapié en la figura de su esposa, minada psicológica y físicamente ante la situación que vive día a día. En este sentido, el trabajo de su pareja protagonista, Eddie Redmayne y Felicity Jones, no podía ser mejor. Él, soberbio y meticuloso a la hora de encarnar a Hawking, tanto que parece su doble, y ella cargando a sus espaldas con convicción con un personaje complejo que por algunos de sus actos podría no empatizar con el público.


“La teoría del todo” viene a ser “Una mente maravillosa”, pero versión 2.0. No alcanza el nivel de ñoñería de la oscarizada película de Ron Howard, ni mucho menos su nivel de hipocresía, pero repite buena parte de sus esquemas. Es decir, es una versión edulcorada de la vida de un genio y la relación con su esposa, sometidos ambos al reto de convivir con una enfermedad dura y feroz. La dirección de James Marsh tiene destellos de excelente director, como las constantes referencias al trabajo de Hawking en los pequeños detalles como una mancha de café o la visión de una hoguera a través de un suéter, pero acaba soterrada por el academicismo y la corrección política de un producto destinado a llevarse galardones, que prefiere dar rienda suelta al romance y las emociones antes que a la física pura y dura y a analizar la figura del hombre tras el genio. Le falta encontrar ese difícil equilibrio entre amor y ciencia. Lo que queda es un biopic que no molesta pese a su exceso de sentimentalismo, pero que podría haber dado algo más que la simple física del amor, esa que unifica lo más importante de la vida, la que nos permite nuestro mayor legado a la Humanidad.

A favor: Redmayne y Jones, y que es un biopic que no molesta pese a su exceso sentimentalismo
En contra: que acaba dando rienda suelta a la parte romántica antes que a la física

Calificación ***

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