sábado, 20 de diciembre de 2014

LA CRÍTICA. El Hobbit: La batalla de los cinco ejércitos

El poder del oro
Unas sesenta páginas, con ilustraciones y una prosa que se lee tan ágilmente como un cuento de los hermanos Grimm o Hans Christian Andersen. Ése es el segmento que Peter Jackson reserva para el desenlace de su desmesurada adaptación de “El Hobbit”. Desmesura es la palabra perfecta para describir su hazaña. Sesenta páginas convertidas en poco menos de dos horas y media de entretenimiento palomitero. Bastante fiel al original, pero palomitero.

Ya su predecesora lo vaticinaba. Jackson abandonaba gradualmente por entonces el aura infantil y la montaña familiar ochentera que suponía la primera entrega –imbatible a día de hoy como fiel reflejo de lo que era una estupenda adaptación esta novela- para entregarse a los excesos, a la seriedad y la épica. Y este último capítulo de su trilogía viene a confirmarlo. “La batalla de los cinco ejércitos” pretende ser el epílogo épico de una trilogía que jamás debió dividirse en tres partes, intenta rubricarla como “El retorno del rey” consiguiera una década antes.


Pero esto no es “El señor de los anillos”. Ni siquiera es ya “El Hobbit”. Dejó de serlo hace más de una película. Es un blockbuster para grandes masas, para consumir con palomitas y refresco. Tolkien merece siempre algo mejor que eso. Es la visión de un hombre absorbido por su propia concepción del espectáculo, de un director que tiende a confundir la grandeza con el exceso de metraje y de relleno. Lo que queda es la ambición de un cineasta cegado por el poder del anillo tanto como Gollum o Bilbo, o por el influjo del oro tanto como el propio Thorin, de un obseso de lo digital –quizá demasiado obseso, que el conjunto tiene una pinta demasiado artificial- y de la acción de videojuego. Uno puede imaginarse a Jackson tomando las riendas del universo tolkeniano y jugando con él a su antojo. Ahora meto una cabriola de Legolas por aquí, una escena de Saruman por acá, y dejo al público contento.


Y mucho ojo, que esta tendencia a la desmesura estaba ya presente en su primera trilogía, incluso en la posterior “King Kong”, pero en todas había algo que a ésta le falta en cada fotograma, magia. No hay en “La batalla de los cinco ejércitos” nada de magia, ni siquiera el ingenio del neozelandés, que pone el piloto automático consciente de que la historia debe contarse con los recursos de siempre. No nos deja, como ocurriera entonces, con la boca abierta. Al menos, eso sí, su metraje se pasa en un abrir y cerrar de ojos, y al final, por fin, volvemos a casa, de donde nunca debimos haber salido. Porque el hogar debería tener siempre mayor poder que el oro. Aunque no para Peter Jackson.


A favor: que se pasa en un abrir y cerrar de ojos, y que al final volvemos a casa
En contra: que Jackson vuelve a confundir la grandeza con la desmesura

Calificación ***

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