miércoles, 22 de octubre de 2014

LA CRÍTICA. Dos días, una noche

Otro rayo de esperanza
Con la estupenda “El niño de la bicicleta”, los hermanos Dardenne iniciaron su etapa quizá más optimista dentro de la dureza y marginalidad con la que presentaban sus proyectos anteriores. Y debemos decir que la iniciaban, porque con “Dos días, una noche” parecen haberse instalado en ese optimismo inmaculado, ese rayo de esperanza que siempre puede asomarse a la vuelta de la esquina cuando todo se viene abajo.

Aunque, en el caso que nos ocupa, el final pueda parecer algo amargo, ese reducto de positivismo que acaba encontrando el personaje de Marion Cotillard, una mujer que tiene dos días, y una noche, para convencer a unos compañeros de trabajo contra la espada y la pared de que voten a su favor si no quiere perder su empleo, estriba en la satisfacción que otorga la lucha por la integridad más que por salvar el propio cuello. Y, sobre todo, el orgullo personal que da el no pertenecer a ese grupo del “quítate tú para ponerme yo” que tanto impera en el mundo laboral, acentuado por una crisis de la que todos somos víctimas.


Pero que esto no lleve a error. Los cineastas belgas, aunque hayan modulado su dosis de realismo descarnado para dar a sus personajes una opción B a la que aferrarse, no abandonan su vertiente más comprometida y social, no dejan de lado a esos personajes mundanos rodeados de grandes muros grises e inmersos en una realidad que siempre se empeña en ponerte la pierna encima para que no levantes cabeza. Siguen apostando por un cine comprometido y crudo, de esa dureza que te da el saber que lo que ves en pantalla te puede ocurrir a ti.


Fieles a sí mismos, los responsables de “Rosetta” o “El niño” no nos regalan con “Dos días, una noche” su mejor trabajo ni el más remarcable –al menos no en comparación con el resto de su filmografía-, pero tampoco es esto necesario. Lo que nos dan es otro pedacito de realidad que, eso sí, tiene un enorme acierto en la elección como cabeza de cartel de una Marion Cotillard sincera y visceral, una actriz natural y sublime que llena la pantalla y aporta a su personaje el gramito de fragilidad y entereza que necesita, y que eleva esta nueva propuesta unos cuantos peldaños por encima de lo que podría haber sido sin ella. Ya sólo por su trabajo bien merece la pena su visionado.

A favor: Marion Cotillard, sublime
En contra: no es la más remarcable de los cineastas, aunque tampoco lo necesita

Calificación ***1/2

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