viernes, 2 de mayo de 2014

LA CRÍTICA: El viento se levanta

El viento que nos une
“Diez años de vida creativa para artistas y diseñadores es suficiente”. Con estas palabras, Hayao Miyazaki pone en boca del diseñador de aeronaves Earl Caproni una frase que en realidad habla de la carrera de un maestro con mayúsculas que ahora se retira, no sin antes regalarnos una de esas pequeñas grandes joyas dispuestas a dejar volar la imaginación de los soñadores.

Como despedida, Miyazaki ha escogido la historia de un visionario, el ingeniero Jiro Horikoshi, y lo ha unido a la frase de Paul Lavéry que da título a la cinta. Todo un canto a la vida, la ilusión, la templanza, el amor, la naturaleza, el progreso y la inevitable mano del hombre como constructor de sueños, pero también de horribles pesadillas. Y también una declaración de intenciones, un manifiesto del director acerca del artista y el artesano, de sus musas, sus sueños e ilusiones, y también sus frustraciones y obsesiones. Una especie de radiografía de sí mismo que sirve alternando con su habitual poesía visual los pasajes oníricos, quizá los más agradecidos de la función, con los más duros y realistas, esos que plasman de manera impactante retazos de la historia de su país como la inminencia de la Segunda Guerra Mundial, los efectos de la tuberculosis, la revolución industrial y tecnológica de la que nacerían pioneros, o el gran terremoto de Kanto en 1923. Unos fragmentos históricos con los que Miyazaki habla a su vez de todos esos males que azotan las sociedades actuales.


“El viento se levanta” recoge lo mejor de toda su filmografía, aquello que la ha definido y le ha convertido en un imprescindible de la cinematografía japonesa y mundial. Pero en esta ocasión, además, Miyazaki dibuja la que posiblemente sea su película más amarga, no sólo por ser de las más adultas de su carrera. Es amarga por lo que implica tener que decir adiós a uno de los mayores genios cinematográficos de los últimos tiempos, un auténtico rey Midas –con permiso de Spielberg, con cuya “El imperio del Sol” se pueden establecer algunos paralelismos durante la primera media hora de metraje- que nos regala un testamento cinematográfico cargado de lirismo.


No es la mejor de su filmografía, tiene altibajos en su ritmo, especialmente durante su segunda mitad, pero se le perdona porque pocas veces asistimos a la despedida de un maestro de este calibre. Es ver su utilización de la fotografía en los dibujos, cómo comunican las imágenes con la música, cómo imprime cariño a todos sus personajes realizar juicios morales, y se me olvidan todos sus defectos. Quizá esto no sea del todo un adiós, sino un hasta la vista. Porque nunca sabremos lo que traerá el viento de vuelta hacia nosotros. Mil gracias.

A favor: que la poesía de Miyazaki nos envuelve y nos hace olvidar cualquier defecto que tenga la cinta; sus momentos oníricos en contraste con la dura realidad
En contra: cierta lentitud en su segunda mitad

Calificación ****

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