miércoles, 19 de marzo de 2014

LA CRÍTICA: Nymphomaniac (Volumen 2)

La cruz del penitente
Vamos a reconocerlo. “Kill Bill: Volumen 1” descolocó a más de un espectador que recordara los tres primeros trabajos de Tarantino tras las cámaras. Y eso que no era más que un nuevo compendio de la cinefilia de su creador, que es en lo que se basa toda su filmografía. Parte de la crítica, y del público fan del cineasta, no entendieron el supuesto cambio de registro del director. Había que esperar a ver el cuadro completo, cuya representación culminaría en un fabuloso segundo volumen en el que Leone, Fulci y Ford se darían la mano como hermanos del lejano oeste. Que la segunda fue mejor que la primera es un hecho casi incuestionable, pero no olvidemos que entre los estrenos de ambas, pese a rodarse a la vez, pasaron varios meses, y Tarantino pudo reflexionar cómo acabar su obra.

Con “Nymphomaniac: Volumen II” ocurre prácticamente lo mismo. Es, a todas luces, muy superior a su predecesora. Mejor a nivel cinematográfico, con un Lars Von Trier que parece querer recitar poesía en imágenes a la vez que da algunas de sus habituales e incómodas reprimendas visuales al espectador, buscando la provocación constante, y se permite un auto homenaje que da mucho juego como herramienta de suspense. Mejor a nivel interpretativo, aunque cante el cambio entre la deliciosa Stacy Martin y la morbosa y dura Charlotte Gainsbourg, actriz que maneja los latigazos, físicos y sentimentales, como pocas.


Y mejor a nivel de guión y desarrollo. Por fin tiene algo de dimensión el personaje de Stellan Skarsgard más allá de ser una Wikipedia ambulante, sus aportes son menos forzados y una vez descubrimos su pasado la compenetración con el personaje de Joe es casi perfecta –el fundido en negro final ayuda a derrumbar esta idea en cuanto el deseo fulmina la complicidad-. Los diálogos entre ambos son mucho más fluidos y naturales, no hay tanta traca intelectual, a pesar de que el punto de partida inverosímil de la anterior entrega sigue presente. Al fin puede haber cierto acercamiento entre el espectador y esa mujer que, una vez descubre que ya no puede sentir nada, intenta recuperarlo a toda costa y debe cargar con su adicción a cuestas, aunque eso la lleve a extremos sadomasoquistas. Sublime en ese sentido es toda la (incómoda) intervención de Jamie Bell y el estrafalario trabajo posterior de Joe. El sexo aquí es más sucio, más duro, más carnal y más amoral… y está mucho más justificado.


“Nymphomaniac: Volumen II” es, en esencia, un compendio de toda la obra anterior de Von Trier. El gran danés vuelve a cargar contra la sociedad hipócrita y traidora en la que vivimos poniéndonos en el otro extremo de la balanza, ese en el que no queremos estar, ese en el que seremos juzgados por este mundo depredador en el que nos movemos. Convierte a Joe en algo más que una adicta, en una penitente que carga una pesada cruz, y se atreve incluso a ligarlo con el espinoso tema de la pedofilia en una de las reflexiones más lúcidas que se han podido ver en los últimos tiempos acerca del estigma del que tiene un vicio y agoniza en su interior por vivir con una sexualidad reprimida.


Y, con todo, es tremendamente complicado valorarla como film independiente. Esto no es “Kill Bill”. Von Trier no ha tenido tiempo para meditar lo que hizo mal en la anterior. Estamos ante un film partido en dos, y no necesariamente supervisado por él mismo. Este segundo volumen no puede evitar verse lastrado por el aséptico primer episodio, pese a sus muchas virtudes. Y eso hace su valoración final tan sumamente compleja. A esperar a la versión íntegra.

A favor: que es, en todo, muy superior a su predecesora; los escarceos morales con la pedofilia y físicos con el sadomasoquismo
En contra: que existe la primera
Calificación ***

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