miércoles, 26 de febrero de 2014

LA CRÍTICA: Nebaska

Cómo resistirse al paso de la vida
Todos tenemos un tío Albert en la familia, entre nuestros conocidos. En realidad, tenemos más de uno. Personas que, llegado un momento de sus vidas, no tienen otra cosa mejor que hacer que sentarse ante la carretera para ver los coches pasar. O embutirse en un mullido sillón y ver la tele durante horas. Ver la vida pasar, así lo llamo yo.

Nebraska es mucho más que un estado. Es mucho más que el título de la nueva película de Alexander Payne. Es una meta, un objetivo en la vida para el que se resiste a verla pasar. Es la razón que impulsa al viejo Woody a salir de casa y recorrer kilómetros de distancia a pie. Es un ideal, incomprensible para el resto pero con enorme sentido para él. Es donde podrá cobrar un premio de un millón de dólares que él está convencido que existen, pero que sus hijos y su esposa ven como un timo para vender revistas. Es su forma de dejar algo a su descendencia, aunque ese algo sea tan cotidiano como un compresor de aire o una nueva camioneta.


“Nebraska” es, además, la vuelta a sus raíces de un cineasta que ya no tiene nada que demostrar, pero que lleva un tiempo jugando en la liga de los grandes premios de la Academia. Eso suele cambiar a más de un autor, pero no a Alexander Payne. Como los Coen, Payne parece huir de los títulos que la Academia podría esperar de una figura como él y hace lo que quiere con su nueva película. En lugar de la grandeza de su anterior trabajo –“Los descendientes” es una muy buena película, pero era evidente que era un producto para una mayor variedad de audiencias-, opta por la sencillez y la independencia de una historia que destila la sabia e inteligente combinación entre humor y drama de la que hace gala Payne en cada trabajo, pero con un tono mucho más intimista, y en un lustroso blanco y negro. Una road movie centrada en las difíciles  relaciones paterno filiales, uno de los epicentros de la obra del realizador, pequeña y grande a la vez.


En un principio, la opción monocromática puede suponer un desafío para más de un espectador. Pero los que se queden disfrutarán de la cotidianeidad con que Payne narra sus historias, con ese Bruce Dern que llevaba décadas mereciendo un papel protagonista a la altura de su leyenda cinematográfica, con un guión hilarante y tierno a la par, con esa banda sonora fronteriza y rural, y con esa galería de secundarios carismáticos que tienen a la entrañable June Squibb a la cabeza. Con todo esto, con las mismas herramientas de siempre, Payne lo ha vuelto a hacer. Encandilar desde la sencillez. Resistirse a ver la vida pasar. Y, de paso, pese a lo modesto de la propuesta, conseguir nominación al Oscar. Qué grande.

A favor: Bruce Dern y la vuelta de Payne a un cine más intimista, pero igualmente fresco
En contra: la opción del color y lo modesto de la propuesta puede tirar para atrás a más de uno

Calificación ****

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