viernes, 2 de agosto de 2013

LA CRÍTICA: Only God Forgives

Sin rendir cuentas ni ante Dios
“Drive” nos descubrió a un sibarita de la imagen, un entusiasta de los travellings frontales y laterales, las escenas con ritmos sintetizados y la violencia gráfica para muchos insoportable e innecesaria. Pero aquella joya, un homenaje al thriller ochentero que ya es toda una obra de culto, era solamente un espejismo de lo que es realmente su director. Porque su condición de delicatesen retro del celuloide fue atribuida gracias a que se trataba de una versión suavizada de su creador, un producto destinado al consumo comercial y asimilable por un sector más amplio de la audiencia.

“Only God Forgives” vuelve a ofrecer un muestrario de las pulsiones de Nicolas Winding Refn. Estéticamente es brillante, como siempre. La fotografía de Larry Smith y la banda sonora de Cliff Martinez son brillantes, y sus ansias estetas están al servicio de una nueva historia de venganza, de un cruce entre el western crepuscular de Ford y Leone y el cine de yakuzas y samuráis, una especie de thriller coreano con algunas pinceladas kubrickianas y lynchianas en la composición de planos.


El director ya no tiene nada que demostrar. “Drive” le abrió las puertas del star system de manera definitiva, y ésta es su primera película cien por cien propia desde hace unos cuantos años, una cinta desbocada y ensimismada que no tiene que rendir cuentas ante nadie, ni siquiera ante Dios. Y es precisamente esta condición de película nada complaciente más que consigo misma lo que juega en su contra. Recoge tanto lo mejor de Winding Refn, su sello personal en la realización, como lo peor, un hermetismo derivado de un universo tan propio que no hace concesiones al espectador. O entras en él, o te quedas fuera.

La culpa la tiene ahora, especialmente, un guión muy simple, pero al que su director pretende dotar, tirando de montaje y dirección técnica, de una profundidad de la que en realidad carece. No hay hondura en sus personajes, ni en esa fallida relación madre-hijo, supuesta piedra angular de la trama. Ni siquiera hay doble fondo en la expresión de un Ryan Gosling que está de paso y que va camino de convertirse en el intérprete monótono y pétreo en el que jamás imaginamos que se transformaría en sus prodigiosos comienzos, al que se come crudo una estupenda Kristin Scott Thomas, madre amenazante, posesiva y frágil a la vez.


Lo que queda es un thriller inconexo, muy mal explotado a nivel argumental, que deja la sensación de que el guión no está a la altura. Y, eso sí, puro Winding Refn, el mismo de las también poco digeribles “Bronson” o “Valhalla Rising”, y que me temo que no volverá a regalarnos otro “Drive”. Un cineasta que, eso sí, sirve imágenes de una extraordinaria belleza pese a su crudo contenido. Aunque no siempre los ejercicios de estilo son suficientes para sostener una película.

A favor: Kristin Scott Thomas, y el toque de su director
En contra: la casi nula profundidad bajo su precioso envoltorio

Calificación: *1/2

2 comentarios:

  1. Realmente la película tiene más chica de la que parece... sólo hay que saber interpretar las pistas que se nos dan.

    Hace unos días leí esta teoría, y creo que todo encaja y le da mucha más profundidad a la película (que a mí me parece sublime)

    El film pivota en torno a Julian y a su encuentro con Dios (el policía). Es una metáfora religiosa, como el propio Refn ha aclarado, una historia espiritual más que otra cosa.
    Julian es una persona noble de corazón que sin embargo ha terminado convirtiéndose en un criminal debido a la nefasta influencia de su entorno familiar. Por un motivo no aclarado, mató a su padre, y él está completamente atrapado y hundido por esa acción y por no poder escapar de la ira que le envuelve debido a su traumático pasado. Por eso continuamente mira sus manos (con las que mató a su padre y con las que no cesa de pecar aunque no sea su naturaleza) y se las imagina manchadas de sangre cuando está lavándoselas cuando realmente están limpias.
    Del mismo modo, ama y a la vez odia a su madre. Quiere ser aceptado por ella, pero no puede porque ella sabe que no es como ella y su hermano, de naturaleza más enfermiza y violenta (Nunca te he entendido, le dice Scott Thomas). Del mismo modo, Julian sabe que su madre es el origen de todos sus males pero está completamente alienado y manipulado por ella, no es más que un títere acomplejado y atormentado, un ser reducido a la nada.
    Julian está tan hundido por su pasado traumático que es incapaz de implicarse emocional y sexualmente con otras personas. La película muestra a Julian siendo incapaz de tocar a May (solo lo hace en ensoñaciones). Posiblemente sea impotente, al menos a nivel psicológico. Por eso utiliza a May como una novia de pega para su encuentro con su madre, y por eso reacciona con tanta violencia en el club hacia los tipos que están tomando whisky, ya que le despiertan de la ensoñación en la que sí estaba siendo capaz de tocar a la prostituta. En esa ensoñación se aprecia la colosal interpretación de Gosling ya que solo en ese momento su mirada evoca calma y paz en toda la película, ruego que reviseis la escena y veáis ese matiz en sus ojos.
    Chang es Dios en la película. No una suerte de Dios sino el propio Dios. Por eso se saca la espada de la nada cuando no lleva vaina, por eso desaparece cuando Julian lo persigue y por eso es venerado por todos. De hecho un polícia le pregunta a Julian cuando van a pelear si sabe quién es realmente Chang. Refn da continuas pistas sobre este punto. Es un Dios del antiguo testamento por decirlo así, con poder divino para enjuiciar a los que pecan y aplicar su ley a voluntad.
    Las escenas del karaoke también son simbólicas, ya que representan a un Chang mesiánico ante sus discípulos "predicando" en un entorno como ese (el karaoke es casi una religión en Tailandia). Dichas escenas son otra pista sobre la verdadera naturaleza de Chang en el contexto del film más que otra cosa.
    Julian pelea con Chang porque quiere enfrentarse a Dios, rebelarse ante él para alcanzar la paz. No le interesa nada todo el asunto de su hermano, de hecho considera que ha muerto justamente. La pelea es otro simbolismo y por eso Julian ni toca a Chang, ya que este es Dios y, por ende, indestructible.
    Finalmente, Chang hace pagar sus pecados y redimirse a Julian, que acepta su falta sin protestar ni revelarse porque quiere alcanzar la paz y reencontrarse con su naturaleza noble. Chang (Dios) le enjuicia y le corta las manos (no lo mata, como hizo con el padre de la prostituta al que le corta un brazo, y no lo mata porque Chang sabe desde el principio que Julian no es malo por naturaleza sino que está devorado por sus traumas y la influencia materna, pero tiene que purgar sus pecados) porque esas manos representan los pecados cometidos por Julian en el pasado. Al privarle de ellas, Julian no volverá a pecar y podrá al fin alcanzar la paz interior, el perdón. Solo Dios (Chang) perdona, en el título de la película está la clave

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  2. Muy interesante, aunque no es la primera vez que leo esta teoría. Y, aún así, a nivel cinematográfico la película sigue siendo hermética, ensimismada y pétrea. Su director se ha mirado al ombligo, y aunque haya material de análisis, me sigue pareciendo una película fallida, que no llega.

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