lunes, 18 de marzo de 2013

LA CRÍTICA: Upside Down (Un amor entre dos mundos)

Arriba y abajo
Dos planetas girando al unísono, como unidos por el mismo tubo invisible, de manera que sobre las cabezas de los habitantes del desolador Mundo de Abajo se alzan las enormes urbes del próspero Mundo de Arriba, que somete económicamente a sus vecinos vendiéndoles a precios abusivos el petróleo que extrae de su interior. Está prohibido cruzar de un mundo a otro y quien lo haga se verá atraído sobre la marcha por la gravedad que rige su mundo. Y pese a que puede pasarse materia de un mundo a otro aprovechando este mismo principio, dicha materia no tarda en arder en cuanto entra en contacto con la materia del mundo vecino.

Ante esta premisa, uno no puede evitar acordarse del onírico momento de “Inception” en el que DiCaprio jugaba con las leyes de la física replegando la ciudad de París sobre sí misma. Y también es imposible no pensar en la imagen especular terrestre de “Another Earth”. En ambos casos la idea era anecdótica y secundaria, meros pretextos para bucear en los recovecos de la mente humana y divagar sobre las consecuencias de nuestros actos.


En “Upside Down”, la idea se queda nuevamente en algo secundario, en esta ocasión en beneficio de una historia de amor trillada entre dos jóvenes pertenecientes a dos mundos y clases sociales totalmente opuestas. Las leyes del universo propuesto por el argentino Juan Solanas en su segundo largometraje se resumen al comienzo en una voz en off cuya dicción puede producir más de un sonrojo, para desaprovechar totalmente la idea de partida en un romance que no consigue traspasar la pantalla. Porque lo peor que le puede pasar a una película romántica es que su pareja protagonista –ella, Kirsten Dunst, mucho mejor a nivel interpretativo que él, un Jim Sturgess que me ha recordado al malogrado Taylor Kitsch - no tenga ningún tipo de química.


Así que lo que le queda para salvar los muebles es el contexto sci-fi en el que se desarrolla. Sin embargo, conforme pasan los minutos, el mundo que nos presenta “Upside Down” se tambalea y acaba por colapsarse sobre sí mismo por culpa de una serie de incongruencias que no dejan de amontonarse arriba y abajo a lo largo del metraje. Porque o yo peco de tonto o no entiendo por qué al pasar de un mundo a otro la sangre no se les sube a la cabeza, y los pelos o la ropa no les cuelgan como si estuvieran boca abajo. O por qué, en cierto momento decisivo de la trama en que los dos protagonistas cuelgan de un bloque suspendido entre ambos mundos, uno de ellos se queda colgando en dirección al mundo hacia el que cae el otro. Ni siquiera el momento más interesante del film, ese en el que se altera el orden establecido, acaba resumido nuevamente en una narración en off forzada y en la que impera el final feliz.


Y, pese a todo, la cinta se degusta con suma facilidad, aunque sea por desgranar los mil y un descalabros que la componen. En parte también porque el universo de Solanas acaba dando imágenes de una belleza excepcional, casi pictórica, pese a que en algunos momentos sus fondos y su fotografía resulten de lo más artificiales. Algo imperdonable teniendo en cuenta que esta ambiciosa fantasía europea ha costado lo suyo, pero un mal menor si consideramos lo desbalanceado que está el conjunto.

A favor: la idea de partida
En contra: lo desaprovechada y mal desarrollada que está dicha idea en beneficio de una historia de amor que no traspasa la pantalla
Calificación: **

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