sábado, 16 de febrero de 2013

LA CRÍTICA: Dos días en Nueva York

Adivina quién viene a quedarse en casa
Es inevitable pensar en el díptico de Richard Linklater formado por “Antes del amanecer” y “Antes del atardecer” al escuchar las circunstancias que rodean a “Dos días en Nueva York”. Además de contar con su misma actriz protagonista y guionista –al menos de su segunda entrega-, en ambas se siguen los vaivenes sentimentales y personales de un personaje, mientras se habla de sexo, amor, familia y diferencias culturales.

No obstante, mientras la obra de Linklater retrata el paso del tiempo en una relación sentimental destinada a ser eternamente episódica, en el intento de Julie Delpy de seguir las andanzas de Marion no hay más que choque cultural entre neoyorquinos neuróticos allenianos y franceses exageradamente liberales. La fórmula funcionó en la fresca “Dos días en París”, pero no acaba de cuajar en la que nos ocupa, no encontrando el perfecto equilibrio entre la búsqueda del gag –sus puntos de humor funcionan de manera aislada, eso sí- y los múltiples temas que intenta aglutinar. Y encima echamos de menos a Adam Goldberg, sustituido por un Chris Rock correcto y comedido, pero no destacable.


Lo que queda es una comedia afable de situación, que se digiere tan fácilmente como se excreta, surgida de la mano de una realizadora que ha aprendido de los grandes maestros con los que ha trabajado, pero que acaba teniendo un toque indie nada personal. Una especie de “Adivina quién viene a cenar esta noche” repleto de clichés varios y recurrentes que jalonan un metraje excesivo pese a su aparentemente corta duración, ensimismado e incapaz de empatizar con el público.


Si hay que quedarse con un momento, me quedo con la conversación entre Marion y el crítico de arte sobre colocar su obra, que por cierto remite curiosamente a ese paso del tiempo en las relaciones que retratase Linklater, al mismo nivel que los grandes. “Me gusta más el tema que la ejecución”. Este momento resume perfectamente la película.

A favor: la escena con el crítico de arte, y que se digiere tan rápidamente como se olvida
En contra: su ensimismamiento y su falta de balance entre temática y humor
Calificación: **

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