viernes, 12 de agosto de 2011

LA CRÍTICA: El origen del planeta de los simios

El planeta ya es suyo

Uno de los muchos puntos fuertes de “El planeta de los simios”, aparte de su relevante carga filosófica y sus desesperanzadoras y premonitorias sublecturas acerca del incierto futuro de la Humanidad, era ese impactante desenlace que dejaba las puertas abiertas a la libre interpretación, a lanzar conjeturas que llevaran a reconsiderar nuestros actos como supuesta especie predominante del planeta. Por eso mismo, la aparición de sus muchas e inferiores secuelas carecían de interés cinematográfico para el fan del original de Franklin J. Schaffner por su exceso de ambición en atar los cabos sueltos de una historia que se explicaba mejor desde la ignorancia.

Este nuevo reboot de la franquicia adolece justo del mismo problema que sus predecesoras. A priori, no llama la atención que se cuente cómo comenzó todo. De hecho, muchos nos desentendimos de ella tras ver el primer tráiler. Pero ahora que está en el cine y no para de recibir alabanzas, llegando a ser considerada desde ya un clásico moderno, uno se pregunta si, cuando ya creía que nadie podía sorprendernos, va Hollywood y lo consigue echando mano de algo tan antiguo y de actualidad como el remake. La respuesta es que ni es tanto como dicen, ni es todo lo infame que podría haber sido.



En una época falta de blockbusters realmente inteligentes –hay pocas excepciones, como “Origen”- y repleta de técnicas tridimensionales y argumentos unidimensionales, es normal que cuando llegue un film de estas características, o la reciente nueva entrega de X-Men, volvamos a creer en el hecho de que el cine puede sorprender y hacernos pasar un gran rato, llegando incluso a idolatrar títulos que hace años salían como churros. Y con esto no quiero decir que las mencionadas, y la que nos ocupa, no sean buenas películas, que lo son, pero debemos llamar a las cosas por su nombre y mantener los pies en la tierra.

Dicho esto, lo que uno encuentra en “El origen del planeta de los simios” es una aventura muy entretenida y muy bien construida, inteligente y consecuente con la original, por la que, eso sí, planea irremediablemente la sombra de la decepción si aún seguimos pensando que la película del 68 no necesita explicaciones. Y además que estas en algunos puntos, aunque lógicas, son innecesarias o adaptadas a los nuevos tiempos, como la pista que dan sobre el comienzo del fin de la raza humana, bastante alejada de la paranoia nuclear y bélica que Schaffner dejara caer entonces.


Pero obviando este hecho, que preocupará solamente a los más puristas –me incluyo-, la película se sostiene especialmente por lo bien equilibrado del conjunto. Ni demasiados efectos ni demasiada acción. Lo que hay son personajes, lo que interesa es saber cómo ese simio intelectualmente avanzado llamado César entabla amistad con humanos, cómo aprende lo peor –quizá el punto más débil de la cinta, los humanos crueles tan tópicos encarnados por los dueños de un refugio para simios o el avaricioso director de un laboratorio de investigación- y lo mejor –su dueño, el padre de este, un enfermo de Alzheimer al que interpreta magistralmente John Lithgow- de una raza que, por su soberbia y supuesta supremacía, por su afán de creerse dueños de la Tierra, tiene los días contados.





Los efectos no son nada del otro mundo, pero permiten, junto con la inquieta cámara de un Rupert Wyatt inspiradísimo y detallista en la planificación de escenas,  que César exprese miedo, amor, compasión, remordimientos, ira, poder y demás sentimientos que además salpican al espectador, haciendo que nos estremezcamos cuando tome definitivamente conciencia de su lugar en el mundo y dé la máxima muestra de inteligencia que conviene no desvelar. Son esos momentos con los primates, más que con unos humanos caricaturizados deliberadamente para explicar las razones de la rebelión de simios, los que alzan a una película como esta a la categoría de entretenimiento inteligente. Ellos son la película. El planeta, a partir de ahora, es suyo.

A favor: los simios, especialmente César
En contra: los humanos y la larga sombra de la original, que ya de por sí no requería explicaciones


Valoración: ****

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