viernes, 22 de julio de 2011

El Corto Cinéfago: Evaluación Final (II). La crítica


Matrícula de honor

Dos rombos preceden al comienzo de esta historia de venganza entre el alumno y el profesor que le ha suspendido. Y más que anunciar la presencia de contenido para mayores de 18 años de la propuesta, que también lo tiene, suponen una de las muchas referencias retro del cortometraje de Lorenzo Ayuso. “Evaluación final” es, en su superficie y forma, un homenaje al cine de serie B español e italiano de hace poco menos de medio siglo, a maestros como Mario Bava, Paul Naschy o Carlos Aured, entre otros, algo ya visible en sus créditos iniciales. También en su ejercicio de nostalgia cinematográfica encontramos a los grandes del género yanqui. John Carpenter, Sam Raimi, Wes Craven… e incluso un McGuffin a lo Hitchcock en forma de señora de la limpieza. Todos estos talentos se mezclan entre sí con el aroma de la opera prima de Amenábar, “Tesis”.

Con esta joya de serie B convertida por obra y gracia de la crítica, y los Goya, en un producto de primera categoría –algo similar a lo que le pasó a “El silencio de los corderos”-, Amenábar ajusticiaba a sus mentores con una historia de snuff movies donde algunos profesores llevaban las de perder frente a un alumno desmoralizado adicto a inmortalizar el sufrimiento ajeno. Esto es precisamente lo que Ayuso pretende con este trabajo, convertir en física y moral la tortura del alumno capaz de todo por obtener la máxima calificación. 


Hace realidad así la fantasía de muchos de los que hemos tenido que vernos las caras en septiembre con nuestros verdugos docentes, algo que ya han explotado otros con mayor o menor fortuna –la fallida “Secuestrando a la señorita Tingle”, de Kevin Wiiliamson-, o a través de la historia de la víctima que ajusticiaba a su antiguo violador –la magnífica “La muerte y la doncella”, de Roman Polanski.

Y he aquí el gran reto de Ayuso, hacer realidad esta manida fantasía inconfesa de muchos sin que le surjan comparaciones con otros. No solamente lo consigue visualmente, con un sonido e imágenes que bailan al unísono a través de unos encuadres que recuerdan al debut de Sam Raimi en la trilogía “Evil Dead”, sino que el verdadero fuerte de su trabajo está en un guión tan cuidado que consigue destapar las luces y las sombras de sus dos protagonistas en menos de diez minutos de metraje. Dos personajes muy bien caracterizados y definidos, cada uno el reverso del otro, y muy bien interpretados por el propio Ayuso en el papel de histriónico alumno y por Sergio Sánchez Shaw como sufrido y comedido profesor.

Pero si algo la hace merecedora del sobresaliente más alto es el propio personaje del alumno, un psicológicamente atractivo ser que necesita la aprobación de los demás para ser alguien a través de algo tan nimio como un número, una nota. Y lo que la hace merecedora de la matrícula de honor es su lectura entre líneas. Porque detrás de su apariencia de cine experimental, de su explotado retrato de tortura, se esconde un mensaje de lo más desesperanzador: el alumno no es más que el fiel reflejo de una sociedad cada vez más deshumanizada, más tecnológica y distante, donde nuestro nivel de popularidad y nuestro status social se mide por otro número, el que conforman nuestros seguidores.

Valoración: ****1/2

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