sábado, 4 de diciembre de 2010

LA CRÍTICA

Skyline *

Cegados por la luz



Con el estreno de “Skyline” me he visto obligado a echar la vista atrás hacia las invasiones extraterrestres cinematográficas, desde las superproducciones de Hollywood hasta el cine de serie B de los 50 consecuencia del terror comunista. Ya sea combinado con el cine de catástrofes (“Independence Day”), usando al ser humano como combustible y huésped (“La guerra de los mundos”, “La invasión de los ladrones de cuerpos”, “La cosa”), o a bordo de gigantescas máquinas aniquiladoras (“Transformers”) que llegan de forma masiva a nuestro planeta (la excepcional serie “V”), la ciencia-ficción cuyos protagonistas son los invasores de otro mundo siempre ha servido bien como metáfora de otros miedos más terrenales o como simple, pero más que suficiente, entretenimiento.


“Skyline” recoge un poco de todos los ejemplos citados. No falta la devastación de las ciudades, el exterminio de una población humana usada como baterías, los repugnantes alienígenas –esta vez comen cerebros, una idea bizarra pero resultona- y sus gigantescas e indestructibles naves, y un sentido del espectáculo donde lo que cuenta es el ruido que se hace más que lo que se escucha bajo él. Pero desaprovecha todas las opciones que se le presentan y el resultado es no solo simple, sino soso, previsible y acumulando una serie de despropósitos sin fin.


Para entenderlo, debemos tener en cuenta que sus directores, los hermanos Strause, son más hábiles con las manos que magos en esto de dirigir películas. Suya es la infame “Alien vs. Predator 2”, y suyos parte de los efectos especiales de “Avatar”, “2012”, “300” o “Titanic”, entre otras muchas. Por eso no sorprende que hayan dado más importancia a los efectos –decentes teniendo en cuenta el escaso presupuesto de 10 millones de dólares- que al guión y el avance de la historia.


Lo que nos presentan los directores es una historia mil veces vista, que recoge tópicos del sci-fi de toda la vida pero que no sabe hacerlos propios y mucho menos aprovecharlos, unos personajes planos que no despiertan simpatía alguna en el espectador, diálogos absurdos y una estética y sentido del ritmo que intenta emular al “Transformers” de Michael Bay, pero que no le llega ni a la altura del tobillo, mezclado con la narrativa de los videojuegos. El resultado final está más cercano a una película destinada al mercado del DVD o la televisión –muchas buenas películas se estrenan en estos formatos, tristemente- con unos efectos especiales que se convierten en lo único destacable del conjunto.


Pero si lo que buscaban era recaudar dinero invirtiendo poco esfuerzo y dinero, lo han conseguido. Más cegados por la luz azul que los protagonistas, los espectadores han conseguido superar hasta cinco veces el presupuesto en taquilla. Y si ya quieren echarse las manos a la cabeza del todo, la película guarda lo más bizarro y ridículo para su desenlace.

A favor: los efectos especiales
En contra: todo lo demás

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