domingo, 3 de octubre de 2010

Nos dejan dos leyendas del celuloide

Uno era un galán clásico, el otro un respetadísimo director. De uno lleva una semana hablándose en los medios, al otro se le ha dedicado demasiado poco tiempo en ellos en mi opinión. Tony Curtis y Arthur Penn formaban parte del Hollywood clásico, aunque cada uno en una disciplina distinta. 

Tony Curtis tenía un físico que pronto volvió locas a las jóvenes estadounidenses, a pesar de ser simplemente apuesto en sus comienzos. Eterno seductor y mujeriego, por sus manos pasaron seis esposas, entre ellas Janet Leigh, y una buena cantidad de amantes, muchas de ellas famosas, entre las que se cuenta Marilyn Monroe. Y más allá de su escandalosa vida privada, que él mismo alimentaba con sus polémicas declaraciones, lo que había ante todo era un gran actor. “Trapecio” (Carol Reed, 1956), “Con faldas y a lo loco” (Billy Wilder, 1959), “Espartaco” (Stanley Kubrick, 1960), “La carrera del siglo” (Blake Edwards, 1965) o “El estrangulador de Boston” (Richard Fleischer, 1968) confirman una carrera llena de comedia, drama, western, peplum y otros muchos géneros. En los 70 se refugió en la televisión en “Los persuasores” junto a Roger Moore, a la vez que comenzaba a prodigarse cada vez menos en la gran pantalla para dedicarse a su otra gran pasión, la pintura, con la que volvió a cosechar éxitos. Padre de Jamie Lee Curtis, Tony Curtis nos abandonó a los 85 años de edad víctima de un ataque al corazón.


Y a los 88 años nos ha dejado Arthur Penn, toda una leyenda viva del celuloide. Su triunfo fue paralelo al de Curtis, en plenos años 50 y 60, cuando dirigió joyas como “El zurdo”, “El milagro de Ana Sullivan”, “La jauría humana” -una de sus grandes obras maestras-, “El restaurante de Alicia” y la que quizás sea su obra más reconocida, “Bonnie & Clyde”. Y como le pasó a Curtis, su carrera fue en claro declive, especialmente porque el estilo narrativo de Penn, que ayudó a acuñar las tendencias cinematográficas de los 60, no sintonizaba con lo que el público de las dos décadas posteriores buscaba en una película. Así, cada vez dirigía menos filmes, siendo uno de sus últimos trabajos el de participar en el proyecto coral “Lumière y compañía”, en 1995. Penn fallecía el martes, un día después de cumplir 88 años.

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