lunes, 31 de mayo de 2010

La película del mes

El hombre mosca ****1/2
(Safety Last!)

El genio a la sombra de otros genios


Ya en sus primeros minutos, “Safety Last!”, más conocida en España como “El hombre mosca”, juega al equívoco para sorprender al espectador, algo que no dejará de hacer en el resto del metraje. Una marcha fúnebre acompaña a nuestro protagonista tras unos barrotes mientras su novia y su suegra van a verle. Al fondo podemos ver una soga, y se acerca también un guardia y un sacerdote. Parece un ahorcamiento, en especial por esa frase que abre la película, “Es el último amanecer de Taylor en Great Bend”. De repente, la novia pasa al otro lado de las rejas y se nos muestra la perspectiva opuesta: nos encontramos realmente en un andén, a la espera del tren, y su cara de pesadumbre se debe a que parte hacia la gran ciudad a buscar fortuna, alejándose de su novia.

Lo que viene después es una sucesión de gags a cual más brillante. Pero ya desde ese comienzo estamos ante la obra de un genio que nunca dejó nada a la improvisación, aunque pueda parecer lo contrario. Harold Lloyd cosechó un enorme éxito a lo largo de su filmografía, pero para la crítica siempre estuvo a la sombra de Charles Chaplin y Buster Keaton, quien ya habría deseado para sí mismo los éxitos de taquilla que Lloyd alcanzó en apenas una década.

A Lloyd le vino la pasión por la interpretación heredada de su madre, que amaba el teatro, y ese carácter despierto e ingenioso le venía de la calle, de cambiar continuamente de ciudad en ciudad y de progenitor en progenitor, pues sus padres estaban divorciados. En 1905, cuando contaba con la edad de 12 años, debutó en teatro en un pequeño papel, y completa su formación académica a la vez que emprende varias giras teatrales por América hasta que participa como extra en varias películas de la Edison Film Company. A partir de ahí decide que lo suyo será el cine y abandona definitivamente el teatro. Aventurero incansable, dispuesto a todo por conseguir trabajo, Lloyd se infiltra en los estudios Universal Pictures como figurante y su actitud positiva y su gran sentido del humor llaman la atención del director J. Farrel McDonald, que le requiere para varias de sus obras.


Fue en uno de esos rodajes donde conoció a la persona que le cambiaría la vida. Hal Roach, al igual que Harold, llegó a Hollywood con muchas ganas de trabajar, pero sin ningún dinero en el bolsillo. Pero gracias a una herencia consiguió convertirse en productor y convenció a Lloyd, junto a Roach en la foto anterior a este párrafo, para que fuera protagonista de sus producciones. Pero el actor siempre estuvo a la sombra del gran nombre de la época, Chaplin, y para lograr el éxito creó junto a Roach un personaje muy chaplinesco que emulaba a su Charlot. Gracias a esto lograron los dos amigos un importante éxito que llamó la atención de la industria.

Pero Lloyd ambicionaba algo más, pasar a la historia como lo hizo Chaplin, por sus propios medios y sin necesidad de copiar lo que hicieran otros. Y a pesar de que Roach se oponía a perder la fórmula del éxito, Harold Lloyd crea a un personaje ya mítico y con el que se le identifica: ese larguirucho hombre de gafas capaz de superar todos los obstáculos, inocente, optimista y atlético, tanto que parecía de goma. Y a diferencia de Charlot, su personaje se encontraba inmiscuido en toda la vorágine industrial de la época y perfectamente insertado en el capitalismo, buscando el ascenso social de una manera limpia. Su aspecto, de hecho, era el del típico americano medio: aspecto juvenil, sombrero de pajas y unas características gafas de carey, muy de moda en aquella época. El intérprete consiguió convencer a Roach de que le dejara protagonizar un cortometraje con el chico de las gafas como rol principal y así nace “Over the fence”, todo un éxito comercial que hará a Roach cambiar de idea. Siguieron a este toda una serie de cortometrajes que confirmaron el acierto del personaje y que lograron imponer a Lloyd como una alternativa comercial a Chaplin, pues Keaton nunca gozó de semejante impacto entre el público. Ambos artistas, pese a lo que pueda pensarse, nunca rivalizaron, sino que se mostraban admiración mutua, algo que enorgullecía a Harold.

El genio dejaba de estar a la sombra de otros genios, a pesar de que la crítica lo recibiera como un actor cómico mudo más. A medida que el éxito de su personaje aumentaba, el tándem pensó que era hora de lanzarlo al largometraje. Comenzaron por un mediometraje de 46 minutos, “A Sailor-Made Man”, que también dio en la diana de la taquilla. El chico de las gafitas estaba preparado así para el gran salto al largometraje, y para ello los dos compañeros de trabajo, que por entonces no siempre trabajaban en perfecta sintonía pero siempre demostraban tenerse un respeto mutuo, crearon los Gagmen, un equipo de colaboradores perfectamente compenetrados compuesto por Fred Neymeyer, Tim Whelan, Clyde Bruckman, Ted Wilde y Sam Taylor. Juntos dieron lugar a las más exitosas películas de Lloyd, y entre ellas estaba la considerada como gran obra maestra del actor, “El hombre mosca”, considerada hoy en día como toda una aportación artística al séptimo arte.

En ella se nos presenta a nuestro protagonista envuelto en uno de sus numerosos líos. Taylor, su personaje, viaja a la gran ciudad para buscarse la vida y periódicamente manda a su novia –a la actriz Mildred Davis, con quien contraería matrimonio tras el rodaje, y quien abandonó definitivamente la interpretación tras la película- cartas contándole sus progresos. En ellas se pinta a sí mismo como un gran hombre de negocios, e incluso se permite el lujo de enviarle joyas. La realidad es que Taylor trabaja como dependiente en una tienda de ropa, no es muy bien apreciado por sus superiores aunque sí por sus compañeros, y vive con lo justo junto a su compañero Bill en un piso pequeño y cuyo alquiler lleva semanas de retraso. La cosa se complica cuando Taylor reciba en su trabajo la visita de su novia, deseosa de ver el mundo en que se mueve su importante pareja. Nuestro héroe tendrá que hacer malabarismos para simular ser el dueño de la empresa sin levantar sospechas entre sus jefes y sin que su novia note nada, y por supuesto sin perder su empleo.


Durante la década de los 20, Lloyd alcanzó cotas de éxito exageradas, a pesar de no rodar más que diez películas en siete años de ese período. Esto era debido no a una falta de ideas, sino a que nada en los rodajes quedaba al azar. Aunque los gags puedan parecer improvisados, todo estaba milimétricamente calculado por los gagmen, lo que atrasaba la preproducción, rodaje y postproducción de las cintas. Esto aseguraba que inolvidables secuencias como la de la casera –si la ven tendrán una buena idea acerca de cómo evitar pagar el alquiler-, la del metro abarrotado de hombres, la de Lloyd haciéndose pasar por maniquí o la de nuestro protagonista enfrentándose, con todas las armas a su alcance, a una horda de mujeres deseosas de pillar la mejor oferta.

Pero especialmente una escena, aquella por la que “El hombre mosca” ha pasado a la historia, es la de Lloyd escalando por la fachada del edificio de su empresa como reclamo publicitario para la misma. Una secuencia que aglutina multitud de metáforas. Ese edificio, esa escalada, simbolizan el ascenso social del protagonista, cuya ambición e ímpetu harán que llegue al tejado y reciba su recompensa: pedir a su novia que se case con él y ganar una importante suma de dinero que solventará todos sus problemas. Y concretamente un momento de dicha escena es de vital importancia, aquel en el que Lloyd cuelga de las manecillas de un gran reloj, símbolo del ajetreado ritmo de vida de los locos años 20. Unos fotogramas que incluso serían homenajeados mucho más tarde cuando otro Lloyd, el cómico, actor y productor Christopher Lloyd, colgara del reloj de la iglesia en “Regreso al futuro”.


Y como ya mencioné anteriormente, ni siquiera esta escena fue dejada al azar. Se preparó minuciosamente y no se usaron transparencias ni trucos. En los planos cortos era el el mismísimo Harold Lloyd el que escalaba la fachada del edificio, ya fuera ayudado por cables invisibles o protegido mediante colchones situados varios metros debajo de él. Y para dar sensación de realismo, se usó el picado y el contrapicado, así como la cámara en posición vertical con respecto al suelo, montada en un soporte sobre la base que contenía los mismos colchones, para plasmar la distancia al suelo o el fondo de la ciudad. En los planos largos era un especialista, el apodado como “araña humana” Bill Strothers, quien treparaba por el edificio. El mismo Strothers interpretaba al compañero de piso de Lloyd en la ficción, y éste realizó la escena incluso faltándole los dedos pulgar e índice, perdidos durante una sesión de fotos en 1919 a consecuencia de una bomba de atrezzo que acabó explotando, con cuya mecha Lloyd tendría que encenderse un cigarrillo. El actor llevaba para solucionarlo un guante protésico, y el público no se enteró de nada hasta bien pasados los años.

Ayudada por la genial y perfectamente sincronizada con la imagen banda sonora de Carl Davis, imprescindible en toda película muda que se precie y mezcla del jazz de la época y de una composición central del propio Davis que iba variando de instrumento y ritmo según la secuencia, “El hombre mosca” fue todo un éxito de público y crítica, quienes por fin supieron alabar a este genio que logró dejar de estar a la sombra de otros de su tiempo. Ágil, divertidísima, frenética, ocurrente, original… todo un prodigio fruto de un hombre, que a pesar de contar en los créditos con la ayuda de sus compañeros de los gagmen, supervisaba todos los aspectos de la producción y tenía la voz definitiva para decidir el resultado final.

Pero llegó el sonoro y las cosas se pusieron duras para Lloyd. Su primera película sonora, para la cual tuvo que tomar lecciones de dicción y entrenamiento vocal, no fue un fracaso, pero estaba lejos de lo obtenido con sus obras mudas. Las posteriores fueron funcionando cada vez peor en taquilla, y el intérprete se retiró en 1938 a la temprana edad de 45 años. Gracias a que poseía los derechos de la gran mayoría de sus películas, se aseguró una enorme fortuna durante toda su vida, a pesar de sus excentricidades, que le llevaban a construir una mansión con 44 habitaciones, 26 baños, 12 jardines con 12 fuentes y un campo de golf de 9 hoyos. Desarrolló aficiones por la cría de perros, la pintura, el balonmano y la fotografía, donde se especializó en el desnudo femenino, retratando entre otras a Bettie Page. Abundantes eran los rumores sobre infidelidades e hijos ilegítimos.


Y a pesar de volver en 1947 al cine, no con demasiado éxito, de la mano de Preston Sturges en “The Sin of Harold Diddlebock”, de recibir en 1953 un Óscar honorífico, de ser presidente del jurado de la Berlinale de 1960 y de apadrinar a estrellas como Debbie Reynolds, Robert Wagner y Jack Lemmon, Harold Lloyd pasó rápidamente al olvido, pues ni siquiera vendió sus películas para ser emitidas por televisión. Gracias a este emergente nuevo medio, otros compañeros de profesión como Chaplin perduraron en el tiempo. Pero Lloyd opinaba que su cine era para ser visto en la gran pantalla. Tras su muerte en 1971, dos años después del de su mujer Mildred, alcoholizada por culpa de una depresión, el Harold Lloyd Trust permitió la emisión de algunas de sus películas. Gracias a esto una nueva generación de espectadores redescubrieron el genio de Lloyd y lo elevaron a la categoría de fenómeno de culto, diferenciándole claramente de Chaplin y Keaton. El genio consiguió, incluso después de su fallecimiento, dejar de estar a la sombra de los demás genios. Yo, por mi parte, descubrí a ese chico de las gafitas una noche en La 2, hace ya muchos años, siendo un niño, y no pure parar de reír con este hombre mosca al que dedico la película del mes.

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sábado, 29 de mayo de 2010

Dennis Hopper (1936-2010)


Nos ha dejado hoy uno de mis actores favoritos, de esos cuya marcha apena hasta la médula, simbolizando el fin de una etapa de la historia del cine que protagonizó hace ya más de tres décadas. Dennis Hopper, el artista iconoclasta, el hombre siempre a contracorriente, tanto ideológica como artísticamente, el malo más antológico y carismático de la década de los 90, ha fallecido hoy a los 74 años de edad víctima de un cáncer de próstata. Ya en Marzo, al recibir orgulloso y contento su estrella de la fama, dio signos de su precario estado de salud, al adelgazar más de 40 kilos.

Pero centrémonos en su rica carrera cinematográfica. Tocó la cima gracias al guión, a la actuación y a la dirección de "Easy Rider", aunque tardaría más de 10 años en volver a colocarse tras la cámara, dando lugar en los 80 a películas tan difíciles e inclasificables, tan iconoclastas como él, como "Labios ardientes" o "Out of the Blue". Como actor brilló como el villano de "Speed", la desastrosa "Super Mario Bros." o la reivindicable "Waterworld"; se codeaba hace medio siglo con James Dean en "Gigante" y "Rebelda sin causa"; trabajó a las órdenes de Ford Coppola en "La ley de la calle" y "Apocalypse Now", de Wim Wenders en "El amigo americano", de Stuart Rosenberg en "La leyenda del indomable", de David Lynch en "Terciopelo azul", de John Sturges en "Duelo de titanes" y de Romero en "La tierra de los muertos vivientes".

Su carrera comenzó a decelerar en los 80, a pesar de sus trabajos con Lynch o Coppola, y en los 90, a pesar de ser el perfecto villano, no terminaba de remontar el vuelo. Pero esto era consecuencia de su carácter fronterizo, de ser un actor profundamente iconoclasta, imposible de amarrar a un género concreto, capaz de alternar un Tobe Hooper de serie B en "La matanza de Texas 2" como de ser nominado al Oscar como secundario por "Hoosiers: Más que ídolos". Un intérprete irrepetible e inclasificable que nos deja un legado de grandes y mediocres películas, pero que suyo brillar en todas de la misma manera. En paz descanse.

LA CRÍTICA

The Crazies (2010) **1/2

Más envoltorio que contenido

Alegra saber que Hollywood ha descubierto que en la filmografía de George A. Romero hay vida más allá de sus muertos vivientes. “Season of the witch” o “Martin” son buena muestra de ello, y por supuesto “The Crazies, cuyo remake nos llega ahora. Convertida en clásico de culto más como denuncia sociopolítica que como filme de terror, “The Crazies” exploraba el totalitarismo al que era sometido un pueblo en cuarentena por un virus que convertía a sus habitantes en locos dementes, ejecutado por un ejército que tenía la orden de aniquilar a todo bicho viviente que tratara de escapar.



La idea central que explota la nueva versión de Breck Eisner, más recordado por haber dirigido “Sáhara” que por aquel episodio de la serie deudora de la genial “Masters of Horror” que fue “Fear Itself”, es exactamente la misma, pero el punto de vista es radicalmente distinto. Y es aquí donde están las principales diferencias entre una y otra película, en el enfoque generacional. La de Romero era una película más inscrita en el alegato político y social que en el terror puro y duro, preocupándose más por las escenas de despacho y las decisiones que tomaban los altos cargos que por las desventuras de los infectados, lo cual la convertía en un producto bastate plomizo visto hoy en día. Pero la pasta de la que está hecha Eisner es heredera de los tiempos que corren, y lo que a él le interesa es inmiscuirse en el campo de batalla, dejando las decisiones de los altos cargos como meras suposiciones. Es decir, su preocupación está más en realizar un filme de infectados del estilo “28 días después” y su secuela, con evidentes rasgos físicos que los acercan a los zombies, que en copiar ese estilo que depuraran otros colegas de Romero como Wes Craven en sus comienzos, todos cineastas de otra estirpe más preocupados por el contenido que por el envoltorio.




Por supuesto, el nuevo enfoque gana en medios técnicos, gore y espectacularidad, a pesar de algún que otro defecto en los efectos especiales. Fotografía, maquillaje, banda sonora, interpretaciones –podríamos excluir a su protagonista, un Timothy Olyphant a veces un poco desubicado en su actuación-, y una imagen en definitiva más cuidada y limpia para una revisitación del clásico que regala momentos memorables –la secuencia del forense psicópata que experimenta con humanos o ese vecino que se toma la justicia rastrillo en mano- y que en general resulta más amena y entretenida que su predecesora, pero no por ello la supera. Eisner no consigue mantener un pulso digno con la original, algo que sí consiguieran otros brillantes directores actuales como Zack Snyder en “Amanecer de los muertos” o Alexandre Aja en “Las colinas tienen ojos”, y hasta se echa en falta cierta mala baba que demostrara Romero entonces, como esa viejecita adorable que asesinaba con la aguja de coser. Y para los nostálgicos tenemos esa banda sonora del original silbada por uno de estos locos de pueblo, y la aparición fugaz de Lynn Lowry cantando en una bicicleta.




Lo que queda es un producto mainstream muy divertido, con algunos toques de humor bien insertados en la acción, pero sin ningún atisbo de originalidad por su parte, en el que todo, en especial su primera media hora, sucede demasiado rápido, sin tiempo a saborearlo, y con unos personajes demasiado planos. Ni siquiera es capaz de causar horror en el público este blockbuster más preocupado por la forma que por el contenido, justo lo contrario de lo que preocupaba, y sigue preocupando, al padre del género zombi.

A favor: técnicamente es superior a la original, es muy entretenida
En contra: en lo demás no aporta nada nuevo

miércoles, 26 de mayo de 2010

"Super 8", lo nuevo de J.J. Abrams aterriza en la red

Hace tres días escribía mi particular carta de amor al fenómeno televisivo de la década, Lost, y posiblemente la serie más importante y pionera en lo que llevamos de siglo, capaz de revolucionar la narrativa de las series de tv. No voy a retomar el tema, y de hecho no pienso pronunciarme aún de manera extensa y detallada acerca del desenlace, que por otra parte me ha parecido sublime, pero la entrada de hoy bastante tiene que ver con la serie. Y no descarto en algún momento realizar una revisión de esta desde el comienzo, que bien lo merece.

J.J. Abrams, el creador menos activo de Lost, tiene nuevo proyecto, más allá de las nuevas aventuras de la Enterprise y de Ethan Hunt. Se llama "Super 8", la dirige él mismo bajo la producción de Spielberg y como siempre en sus proyectos, como ocurriera en la fabulosa "Cloverfield", está rodeada del más absouto secretismo que está haciendo correr ríos de comentarios por la red. Lo que le gusta al pequeño gran Abrams, todo un genio del marketing viral. Sólo sabemos el título y tenemos el trailer, que les dejo a continuación, de donde se pueden sacar ideas y símbolos, que seguramente llevarán a otros símbolos.

domingo, 23 de mayo de 2010

Lost, carta de amor a un viaje irrepetible



El objetivo de este post no es realizar un análisis en profundidad de una de las series culminantes de lo que llevamos de siglo. Primero porque no me atrevería, ya que estamos ante un producto tan complejo que necesitaría una serie de especiales para analizarlo. Y segundo porque ya lo hacen de una manera sublime innumerables blogs y webs en la red como lostzilla.net y lostph.blogspot.com. El objetivo del post es realizar una carta de amor a una serie que en seis años ha cosechado más fans en el mundo incluso que otras series de culto como “Expediente X”, y esto no es decir poco. Una serie que ahora llega a su fin. Intentaré no soltar demasiados spoilers acerca de por dónde va la trama en este momento, pero si en algún instante se me escapa algo de información pido disculpas de antemano.

Seis años han pasado desde que aquel ojo se abriera en medio de la selva y se encontrara con la peor escena posible del mundo concentrada en una sola playa. Sin comunicación, sin equipo de rescate, rodeados de extraños y, claro está, perdidos. Seis años en los que la serie ha jugado convincentemente con el terror, el misterio, la comedia, el drama y la ciencia-ficción, y algún que otro género que ahora no recuerdo pero que seguro que comprende. Hemos visto en estos seis años a unos personajes que se han vuelto ya imprescindibles, hasta los más villanos; una colección de misterios que van desde un cotilla humo negro que vaga por la isla a su antojo o un personaje del que se ha oído hablar en incontables ocasiones, como si de una leyenda se tratara, y al que finalmente pusieron rostro; hemos visto viajes en el tiempo, realidades paralelas, un eterno e interesante debate entre fe y razón, personajes que “resucitan”, otros que no envejecen y hasta una estatua cuyo pie de cuatro dedos nos trajo de cabeza durante años. Y por supuesto descubrimos que cada persona con la que nos cruzamos tiene más relación con nosotros de la que pensamos, y que cada uno esconde una historia.

Recuerdo sentarme una tarde de domingo en el salón de mi casa y ver a un hombre que no podía caminar levantarse como si nada y salir corriendo en medio del desastre para socorrer a los demás. Fue el primer episodio que vi y me bastó esa secuencia para engancharme definitivamente. Luego acabó esa primera temporada y busqué como loco la segunda, sin saber que aún no estaba disponible en español. Así que me lancé a verla en versión original, con las ventajas que ello conlleva, y como muchos preferimos verla. Y lo más preocupante: me creó un síndrome de abstinencia que me obligó a buscar otras muchas series para cubrir el tiempo entre temporadas. Fue en definitiva la serie que me enganchó a otras series. Pero a pesar de que las haya muy buenas, nunca fue lo mismo.

Hoy, desgraciada o afortunadamente, este largo viaje finaliza. Afortunadamente porque es preferible que alcance un final, el que sea, antes que alargarse innecesariamente y transitar terrenos de los que ni sus propios creadores sepan salir airosos. Y desgraciadamente porque va a ser una despedida triste, emotiva, de esas que te hacen llorar, algo que esta serie ha conseguido en mí en más de una ocasión.

Debo admitir que esta última temporada, en especial la trama isleña, me está dejando un tanto frío. No esperaba que fuera ese el rumbo que tomara la historia, ni veo adónde conduce, pero es lo que han decidido sus creadores y habrá que aceptarlo. En el momento de escribir esto no conozco el desenlace, y ando hasta nervioso y expectante por lo que puedan inventarse, por comprobar hasta qué punto conseguirán desencajarme la mandíbula esta vez. Por eso esta carta de amor a esta serie única, irrepetible. Mañana será otro día y conocido cómo acaba puede que mi impresión sea de decepción, de querer matar a los guionistas y los productores, hasta que asimile lo que vea.

Así que me lo tomaré con filosofía. A las 5 y media de la mañana estaré frente al televisor (sí, hasta ese punto llega mi nivel de adicción) para dejarme llevar por esta última parada de la que espero no llevarme la sensación de que todo ha sido en vano. Si consiguieron sorprenderme a mí y a muchos antaño no dudo que lo logren esta vez. Los habrá, eso sí, que critiquen por criticar, como siempre, pero yo prefiero simplemente dejarme llevar. Todo sea por terminar de disfrutar como merece de esta travesía por una de las mejores series de la historia. Ah, y llevo todo el rato hablando de “Lost”, por si no se habían dado cuenta.

domingo, 16 de mayo de 2010

LA CRÍTICA

Robin Hood ***

La verdadera historia jamás contada

Diez años justos han pasado desde la primera y fructífera colaboración entre Ridley Scott y su actor fetiche, Russell Crowe. Sería muy injusto comparar “Gladiator” con este nuevo acercamiento a la figura de uno de los máximos exponentes del folclore inglés. Pero sí es inevitable acordarse de lo bien que otros hace ya bastante tiempo se enfundaron las características mallas verdes del personaje. Desde el porte clásico de Douglas Fairbanks hasta la melena de Kevin Costner, pasando por supuesto por la gracia del pizpireto Robin de los bosques que encarnara Erroll Flynn, todos han salido más airosos de portar la carga del mito que este Russell Crowe que luce el mismo look que en la película que le uniera a Scott hace una década, como si Máximo Décimo Meridio saltara de la arena del coliseo a los bosques de Sherwood cambiando una espada y su casco por un arco y una flecha.

Las comparaciones son odiosas, pero no sale tan mal parado Scott de la hazaña, o por lo menos no deja ese mal sabor de boca que sí dejara su anterior cinta épica, la olvidable “El Reino de los Cielos”. Y puestos a no repetir la historia ya conocida, lo que presenta es una especie de precuela que bien podría visionarse como antesala del filme de Kevin Reynolds “Robin Hood, príncipe de los ladrones”. Una visión del arquetípico personaje pasada por el filtro scottiano –a saber, bastante dosis de violencia y un empeño desmesurado por el efectismo- que nos muestra la supuesta historia que forjó la figura que todos conocemos, aunque nos la hayan vendido como la única posible, como la verdad absoluta.


Muchos se llevarán las manos a la cabeza por el arriesgado giro argumental que propone, pero yo particularmente lo aplaudo. Porque la historia de cómo el hombre llegó a ser el libertador de todo un pueblo oprimido es casi tan creíble, aunque no tan mordaz, como la de esos Robin y Marian de la tercera edad encarnados por Sean Connery y Audrey Hepburn en la película de Richard Lester. El problema no radica en su osadía de reinventar la leyenda, sino en el guión de un Brian Hedgeland, gran guionista por otra parte, que peca en esta ocasión de exceso de ambición. Tal es su afán de pretensión y su deseo de abarcar lo máximo posible que el libreto resulta a veces demasiado confuso y trillado. Cuesta diferenciar a los verdaderos malos de la trama, y cuesta aún más, especialmente durante la primera media hora, seguir los complots palaciegos; y consta además de unos personajes a veces desbidujados, como ese séquito de incorregibles que siguen a nuestro héroe. Incluso la relación entre Robin y la Lady Marian encarnada sin demasiado esfuerzo por Cate Blanchett es demasiado repentina. Pasan rápidamente de llorar la muerte de un ser querido a intercambiar miradas cómplices.


Pero por lo general, el realizador entretiene a la platea con su visión de los hechos, con un malo malísimo con el rostro cicatrizado del ya imprescindible Mark Strong y el paso fulminante, pero que deja huella como siempre, del gran Danny Huston, y con esas batallas bien insertadas en el desarrollo de la cinta, especialmente el desenlace en la playa que nos lleva a acordarnos del desembarco de Normandía trasladado a finales del siglo XXII. Sin embargo, no es la mejor película sobre el personaje y nos obliga a mirar a otro tiempo con nostalgia, cuando la verdadera historia de Robin Hood fue contada.

A favor: el pulso en la narración de Scott y que entretiene, que es lo importante
En contra: un guión quizás un poco ambicioso en sus pretensiones

sábado, 15 de mayo de 2010

Antonio Ozores (1928-2010)

Le recordaremos por su manera de hablar, por su particular lenguaje, por su estrafalario sentido del humor, que demostró incluso en sus últimos años, demostrando una vitalidad enorme. Antonio Ozores, cómico, director, actor, guionista, nos ha dejado a los 81 años de edad a causa de un cáncer. Más de medio siglo en la profesión y más de 160 películas avalan una carrera de éxitos, que cuenta incluso con el primer Goya al mejor largometraje por "La varilla de Saurí". Inseparable de su hermano Mariano, que le dirigió en muchas ocasiones, y padre de la genial cómica y actriz Emma Ozores y tío de una de las mejores actrices de nuestro cine, Adriana Ozores, Antonio nos deja un legado de humor y sabiduría escénicas inigualables. En paz descanse, maestro.

jueves, 13 de mayo de 2010

El corto cinéfago: "Evilio"

Evilio es un vagabundo psicópata que secuestra a tres niñas que han hecho novillos y se han saltado las clases, sometiéndolas una prueba de "inmoralidad": si no han mentido a sus madres, las niñas se salvarán. Este bizarro argumento es la base del corto cinéfago de la semana, perpetrado por un viejo conocido de todos, Santiago Segura. Seis años antes de reventar taquillas con "Torrente", tres antes de saltar a la fama nacional con "El día de la bestia" y uno antes de ganar su primer Goya al cortometraje de ficción con "Perturbado", Segura nos regaló esta sangrienta y friki historia de terror que ya posee el particular sentido del humor de su creador, humor que el público fácilmente reconocería años después.


Dos años después, y a pesar del paradójico final del protagonista, volvería a recuperarlo en una secuela aún más bizarra, calentorra y mejor elaborada, pero igual de friki. Atención a los cameos del desenlace, a cómo Segura juega con el espectador no dándole lo que espera -la secuencia de la chica que parece que va a salvarse es prueba de ello-, al disclaimer final y ciertas imágenes subliminales que solo podrán apreciar si pasan el corto a cámara hiperlenta. La calidad de sonido no es demasiado buena, pero no he encontrado nada mejor. Y no se descuiden, que este peculiar justiciero volverá a este blog en el futuro.

sábado, 8 de mayo de 2010

LA CRÍTICA

Room In Rome (Habitación en Roma) ***1/2

Almas desnudas entre cuatro paredes

Dos mujeres. Una habitación en Roma. Y una noche simbólica, la noche de San Juan, que marcará sus vidas para siempre. Así de simple podría resumirse la nueva obra de Julio Medem, uno de nuestros realizadores más personales. Pero hablando de Medem, la palabra simpleza es insuficiente.

Remake inconfeso de la chilena “En la cama”, de la cual se aleja en cada fotograma, “Room In Rome” –desgraciadamente en España y por culpa del doblaje tendremos que sufrir el título de “Habitación en Roma”, perdiéndose esos juegos palindrómicos que tanto gustan al cineasta-, recoge la noche de pasión de estas dos almas solitarias y perdidas que van huyendo de sus propias vidas y encuentran en la otra un mecanismo en el que proyectar sus mentiras, sus secretos y sus verdades más íntimas. Todo desde un único decorado al que Medem trata por todos los medios de ser fiel, sin abandonarlo en ningún momento y retratándolo como un personaje más. Tan sólo las historias de sus dos protagonistas, dos cuadros que hablan entre sí, un ordenador, una grabación en un móvil y un balcón indiscreto que marca inexorablemente el paso de la noche más corta e intensa del año son los únicos nexos en común con el exterior que necesita el espectador. Lo demás, y lo más interesante, transcurre entre las cuatro paredes de las habitaciones de esa habitación en Roma a la que su creador sabe imprimir de vida propia.


En contra de lo que puede dar a pensar su sinopsis, “Room In Rome” no es una propuesta meramente morbosa. No estamos ante el sexo por el sexo. Como en una de las mejores películas de su filmografía, “Lucía y el Sexo”, las relaciones carnales de las dos protagonistas sirven para desnudar más sus almas que sus cuerpos. Un encuentro apasionado propio de un tinto Brass pero rodado con elegancia y respeto y que dejará una huella, una peculiar bandera visible desde el espacio y un momento íntimo en la ducha, donde transcurren las dos mejores secuencias del filme.


Este nuevo acercamiento hacia el universo femenino no es mera casualidad. En él Medem se ayuda de la historia y el arte para crear historias ficticias en torno a sus dos musas y explicar su historia de amor en lo que es un preludio de su siguiente proyecto, una visión propia y libre de la Aspasia ateniense bajo el influjo romano. Y todo con un enfoque de voyeur que mira con tanto interés y detalle al interior como al exterior de estas dos ánimas.


Para los que somos fans del director, “Room In Rome” puede que no sea su mejor película, pero sí supone una mejora después de su caótico trabajo anterior. Desgraciadamente, en ciertos momentos Medem cae en el ridículo por culpa de unos diálogos que deberían haber sido más naturales y menos cursis, y por una banda sonora excelente, pero demasiado omnipresente. Detalles que hacen que ese ambiente caldeado por las abundantes escenas de sexo se vuelva frío y distante para el espectador. Gracias que tenemos la belleza y las magníficas interpretaciones de las sobresalientes y sensuales Elena Anaya y Natasha Yarovenko, entregadas en cuerpo y alma a sus personajes.


A favor: su dúo protagonista y cómo se desnudan física y emocionalmente
En contra: algún momento cursi y la banda sonora, reiterativa

jueves, 6 de mayo de 2010

El corto cinéfago: Especial Julio Medem

Este viernes se estrena en España la última película de Julio Medem, "Habitación en Roma". Y qué mejor excusa para dedicar el corto cinéfago de la semana a Medem, uno de mis directores españoles favoritos. No contento con dedicar la sección a un solo cortometraje, les traigo sus tres primeros trabajos en corto en 35mm., que recogen todas las constantes de su filmografía, ese ambiente onírico y personal de sus historias, sus juegos espacio-temporales con las tramas, su concepción del mar como vía de escape, sus huecos en la tierra yen  el guión por donde escapan sus personajes,... Todo empezaba a despuntar ya en estos tres primeros trabajos que les dejo en descarga directa, en un especial grabado en 1998, con motivo del estreno de "Los amantes del círculo polar", en Canal+, y que incluye también reportajes con testimonios del realizador vasco acerca de la evolución de su cine. Los cortos que integran el pack son:

- Patas en la cabeza (1985)
- Las seis en punta (1987)
- Martín (1988)

Y para los que quieran ver los ocho primeros minutos de su nuevo filme, los tienen en la web de MSN.

Descarga Directa [by Simbiótica][619.92MB]

miércoles, 5 de mayo de 2010

Elige tus películas favoritas del mes de Abril


Vuelven las votaciones a mejores películas del mes, en este caso para elegir las favoritas del mes de Abril estrenadas en España. Para ello solo tienen que votar en la encuesta que encontrarán en el panel derecho de la página, justo debajo de “Blogs y webs que sigo”. Tienen hasta el 15 de Enero del año que viene para votar, y pueden escoger en una misma votación el número de películas que deseen, así como cambiar el voto cuando quieran. Una vez acabe el plazo haré recuento y publicaré la lista de las favoritas del año para los cinéfagos que visiten este blog. Y recuerden que aún pueden votar por sus favoritas de los tres primeros meses de 2010. Muchas gracias a todos por participar.


Alicia en el País de las Maravillas (Alice in Wonderland)
Ciudad de vida y muerte
Desde París con amor (From Paris with love)
El discípulo
El súper canguro (The spy next door)
En el límite del amor (The edge of love)
Exposados (The Bounty Hunter)
Fantástico Sr. Fox (Fantastic Mr. Fox)
Fish Tank
Increíble, pero falso (The invention of lying)
Iron Man 2
La isla interior
La nana
Más allá del tiempo (The time traveler’s wife)
Nadie sabe nada de gatos persas
Océanos
Perdona si te llamo amor
Que se mueran los feos
Sólo ellos (The boys are back)
Welcome

lunes, 3 de mayo de 2010

Informe Taquilla Americana: Freddy desata el terror en la taquilla


Freddy Krueger ha vuelto para desatar pesadillas en la taquilla. Con un nuevo rostro y con el aval de Michael Bay en la producción, la nueva entrega de la franquicia se ha hecho con 32.2M$, aproximadamente la misma cifra que la de la última película de la saga, “Freddy Vs. Jason”, que finalmente recaudó 82M$ solo en la taquilla americana, algo que aspira a alcanzar esta nueva entrega. No obstante, la película experimentó un fuerte descenso durante el sábado y el domingo, algo inusual y que le impidió llegar a los 45M$ que parecía que recaudaría después de su fuerte entrada el viernes con 15.8M$.

En general, la taquilla americana ha recaudado unos pobres 100M$ este fin de semana, algo muy alejado de los resultados de hace un año, cuando “X-Men Orígenes. Lobezno” entraba pisando fuerte con 85M$ en tan solo tres días de exhibición. Tan solo otro estreno, el de la comedia familiar de Brendan Fraser “Furry Vengeance”, se ha colado entre las diez primeras, eso sí, directa al quinto puesto con unos paupérrimos 6.5M$. El resto de películas, ante la ausencia de estrenos fuertes, se han visto beneficiados, en especial algunas veteranas como “Cómo entrenar a tu dragón”, el último gran éxito de Dreamworks que acumula ya 192.3M$ a nivel local y 388.3M$ a nivel global, y “Date Night”, la comedia de Steve Carell y Tina Fey que en cuatro semanas ya suma 73.6M$ en Estados Unidos y 108.6M$ en todo el mundo, aunque aún le quedan países en los que estrenarse. Esperemos que este fin de semana, con la llegada de “Iron Man 2” a las carteleras estadounidenses, la taquilla remonte el vuelo.

Fuente: boxoffice.es