lunes, 9 de septiembre de 2013

LA CRÍTICA: Cruce de caminos (The Place Beyond the Pines)

Corre como un rayo, estréllate como un trueno
Si algo demostró “Blue Valentine”, además de que el amor se puede transformar en desamor por la acción del desgaste del tiempo, es que Derek Cianfrance es un tipo grandilocuente. Le preocupa el amor, la pérdida, las relaciones entre padres e hijos, entre seres humanos, sus actos y los resultados de los mismos, cómo es fácil juzgar por los primeros y cómo se puede convertir en héroe en base a los logros personales, merecidos o no. Y ser grandilocuente no es un aspecto negativo, no es malo tratar de aleccionar sobre la vida, siempre que se haga desde la sencillez y con una estructura coherente como la de su anterior trabajo.

“The Place Beyond the Pines” –una matrícula de honor para el simio que traduce los títulos en España- responde a esa ambición temática de su realizador. La película no solamente juega con el paso del tiempo como elemento que saca a relucir una verdad oculta a punto de ebullición, sino con el paso del testigo en la narración de unos personajes a otros, de una generación a la siguiente. Sus protagonistas corren como rayos en sus acciones, y acaban estrellándose como truenos ante las consecuencias de las mismas, y la moraleja final es que somos consecuencia de los errores de nuestros padres.


Así, Cianfrance divide la narración en tres actos, una decisión lógica para plasmar ese paso del testigo de padres a hijos, pero no necesariamente obligatoria. Su anterior película jugaba sabiamente con el montaje oscilando constantemente entre el pasado y el presente, mostrando primero a la pareja protagonista en un momento de felicidad para a continuación darle la vuelta y presentar esa misma situación desde el otro lado del espejo. Aquí, la estructura del film es lo que más juega en su contra.

El director no consigue que las tres historias entrecruzadas que componen su ambicioso retrato generacional despierten el mismo interés, y de hecho éste va en caída libre a partir del minuto cincuenta aproximadamente. Sucede justo en el momento en que abandonamos la atractiva historia protagonizada por un genial Ryan Gosling, aquí alternando la pose “Drive” con ese magnetismo animal con la cámara que ya se empezaba a echar de menos en trabajos recientes, para pasar a la interesante trama del solvente Bradley Cooper con la sensación de que la narración ha decaído con un segundo relato que carece de la fuerza del primero. Cianfrance vuelve a dar una sonora bofetada al espectador con esta ruptura, pero al contrario que en su anterior film, la bofetada no es devuelta al respetable y la sensación final es agridulce, culminando todo en una tercera parte bastante previsible donde ya la desconexión con lo anteriormente visto es absoluta.


Lo paradójico de la película es que las decisiones tomadas en ella son lógicas. Su estructura lo es, pero también lo son su acto final, que realmente da sentido a la propuesta, y su duración, necesaria para narrar una historia como ésta. Sin embargo, eso no quiere decir que fueran las más acertadas, y la pregunta es si una estructuración en la que se diera un peso equitativo a cada una de sus partes habría constituido una solución. Sea como fuere, una buena película, unos actores acertadísimos –gran trabajo también de Eva Mendes, y Ray Liotta resulta amenazante sólo con la mirada-, una banda sonora ambiental desconcertante y un relato de interés en descenso, pero igualmente interesante y recomendable.

A favor: sus actores, especialmente Ryan Gosling, y el primer relato
En contra: que sus otros dos actos, especialmente el tercero, no tengan la misma fuerza

Calificación: ***1/2

1 comentario:

Gerardo Medina Pérez dijo...

Hola Muñekita Cat, me encanta que te guste el blog, y muchísimas gracias por tus palabras. Estaré encantado de ponerme en contacto contigo. Un saludo.

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