lunes, 26 de enero de 2009

LA CRÍTICA

Gran Torino ***1/2

Más sabe el diablo por viejo...

En algunos momentos de la “última” película de Clint Eastwood un servidor no ha podido evitar recordar “Infierno en el Pacífico”, la película de John Boorman que se convirtió en el inconfeso remake “Enemigo mío”, de Wolfgang Petersen. La historia de los dos soldados de la Segunda Guerra Mundial, uno americano y el otro japonés, obligados a convivir en tierra de nadie, ha venido a mi cabeza al ver cómo un excombatiente entabla una amistad con sus vecinos inmigrantes.

Clint Eastwood ha venido a demostrarnos en sus últimas películas lo que debimos intuir hace ya mucho tiempo, que más sabe el diablo por viejo que por diablo. El realizador derrocha inteligencia en cada plano, o más bien en la carrocería completa, de este “Gran Torino” que bien puede simbolizar el hermanamiento entre lo clásico y la necesidad del cambio, entre sus dos filmes bélicos recientes o entre formas de ver la vida contrapuestas. Tiene aún la buena mano y la sabiduría suficientes para retratar, sin caer en la cursilería, temas trascendentales como la vida o la muerte y la justicia más allá de las armas, como ya hiciera en la estupenda aunque algo sobrevalorada “Million Dollar Baby” cuando transitó por la polémica línea de la eutanasia.

Walt Kowalski, el personaje que magistralmente interpreta –lástima que sea su último film como actor-, comienza como el huraño anciano solitario al que ni su familia ni sus amigos pueden soportar, que ahora tiene que lidiar con el fallecimiento de su esposa. Walt, antiguo combatiente en Corea, vive ahora completamente solo en un barrio en el que no queda prácticamente un solo americano blanco y en el que su bandera es la única que hondea en las puertas de las casas. Hasta que un día expulsa a unos criminales hmong de su propiedad a punta de escopeta sin saber que a la vez está salvando la vida de su vecino, otro joven asiático bastante retraído, el cual había intentado robarle su Gran Torino unas noches antes. Para resarcirse, el joven deberá prestar ayuda al anciano durante una semana.

La historia que presenta Eastwood no sigue el mismo sendero del film de Boorman, ni siquiera el de “El indomable Will Hunting” o “Descubriendo a Forrester” de Van Sant. Lo que propone el director es un relato sobre el cambio de vida ante la inminencia de la muerte incluso más que el acercamiento de culturas, la evolución de un hombre con demasiados prejuicios hacia una persona con un inquebrantable sentido de la justicia que busca a su vez enmendar errores del pasado.

Con su clasicismo habitual, en el que no faltan los naturales toques de humor, el director no cae en alegatos sensibleros ni en explicaciones redundantes, y expone sus cartas con la misma inteligencia y sobriedad de trabajos anteriores. Su trabajo a ambos lados de la cámara es sincero y justo, esquivando lo previsible en todo momento y consiguiendo una trama ágil y creíble que en otras manos habría caído en tópicos baratos. Además, “Gran Torino” no se excede en metraje ni parece tener más de un final, algo de lo que sí adolecen por ejemplo “Banderas de nuestros padres” o “El intercambio”.

Puede que haya quien no vea en ella la magnificencia de sus obras más célebres, pero la respuesta ha sido clara en Estados Unidos: esta película tan pequeña en apariencia como grande en contenido, con un presupuesto de apenas 25 millones de dólares, se acerca ya a los 100 en menos de un mes. Eastwood demuestra una vez más que aún hay sitio para las leyendas del celuloide, y se permite un auto homenaje en ese desenlace tan vinculado al western como Harry el Sucio a su arma. Y todo para hablarnos de un concepto como el de la justicia y la hermandad sin armas. Larga vida al maestro.
A favor: CLINT EASTWOOD
En contra: el sermón final, algo innecesario

miércoles, 21 de enero de 2009

"W." en La 2

Hace unos meses les presentaba el trailer de una de las películas que hacía furor en Estados Unidos. Oliver Stone, autoproclamado nuevo cronista de la política y la historia americana, dirigió a Josh Brolin en “W.”, su particular visión sobre la vida y obra de George W. Bush.

Pues anoche me llevé una sorpresa cuando recibí una llamada telefónica de mi hermano avisándome de que en La 2 estaban emitiendo una película sobre Bush, con motivo de su despedida definitiva de la presidencia. No podía creer lo que veía. Era precisamente el film de Stone, perfectamente doblado. Si la película se hubiera estrenado directamente en DVD lo habría entendido, pero no era así. La 2 la estrenaba en exclusiva, sin pasar por los cines españoles y mucho menos por el mercado digital doméstico. Que yo recuerde, es la primera vez que ocurre algo así, lo que demuestra la mala distribución de la película en nuestro país. ¿Significa esto que ya no podremos disfrutarla en cines, que su carrera comercial en España acabó precisamente anoche? ¿Y por qué en La 2, cuando en La 1 habría tenido mucha más audiencia? Y lo que es peor, ¿le dieron la publicidad suficiente tratándose de la película que es?

En cuanto al film, y a falta de una crítica más extensa, decir que no me ha decepcionado en absoluto, especialmente si tenemos en cuenta que el trailer anunciaba una comedia y que Stone es un director muy partidista, al cual podría habérsele notado cierta falta de objetividad en el tratamiento de la historia. Pero no, “W.” es bastante sincera en su cometido, aunque no elude los típicos excesos de montaje de su director, ya necesarios en su filmografía y que le confieren un ritmo muy ágil y accesible. Josh Brolin borda el papel, como de costumbre, y le acompañan secundarios míticos como Richard Dreyfuss, Scout Glenn, Ellen Burstyn o Stacey Keach, junto a de peso del cine actual como Thandie Newton, Toby Jones y Jeffrey Wright.

Sería muy raro que se estrenara en cines, pero a falta de una fecha definitiva de estreno en nuestro país, la película gracias a TVE estará ya disponible en Internet para descarga. Un ejemplo de mala distribución, sin duda.

sábado, 10 de enero de 2009

LA CRÍTICA

Siete almas ***

Compendio de buenas intenciones

En el clásico “Obsesión”, del gran maestro del melodrama Douglas Sirk, los destinos de Rock Hudson y Jane Wyman se veían unidos por una serie de fortuitas circunstancias. El detonante era el mismo esposo fallecido de Wyman, que se dedicaba a repartir de manera anónima buena parte del dinero que cobraba en sus consultas médicas. No es la primera vez que el altruismo inunda a la platea. Sirk se basaba en otro clásico homónimo filmado dos décadas antes, y Mimi Leder realizó su particular versión de la cadena de favores hace unos años, sin olvidar a la soñadora Amélie Poulain y a “¡Qué bello es vivir!” de Capra.

La segunda colaboración del tándem Gabriele Muccino-Will Smith constituye una mezcla de todas las películas anteriores, de buenas intenciones y un melodrama actualizado a los tiempos que corren, muy en la línea de su película anterior juntos, “En busca de la felicidad”. La historia nos presenta a Ben Thomas, un hombre a punto del abismo personal que para enmendar errores del pasado decide prestar ayuda a siete personas que realmente la necesiten. Con la película de Sirk guarda el toque romántico de la inesperada historia de amor que Thomas iniciará con Emily, una de las personas damnificadas. Todo lo que Ben hace sigue un plan meticulosamente preparado, el cual ni siquiera la aparición de Emily conseguirá echar por tierra, en un desenlace previsible pero justo con la propia historia, que elude eficazmente el happy end hollywoodiense.

A pesar de que “Siete almas” pueda atragantarse a más de uno por su exceso de sacarina concentrada en algunos fotogramas, lo cierto es que la apuesta de Muccino-Smith sale victoriosa en el apartado formal y dramático, si nos olvidamos de los excesos cinematográficos para lograr sus objetivos. Gran parte del peso recae en un acertado Will Smith, que cuando deja de demostrar que es un buen actor y transmite sinceridad, algo parecido a lo que ocurre con Angelina Jolie, resulta tan creíble dramáticamente como en sus comedias y cintas de acción. El omnipresente actor llena la pantalla en cada secuencia, y los solventes secundarios, entre ellos Rosario Dawson, consiguen no ser eclipsados por la estrella.

“Siete almas” es, además, un sentimental y provocador recorrido por el amor, la amistad, el altruismo y la condición humana que demuestra hasta qué punto puede una persona exponer su propia vida para ayudar al prójimo, al que puede que le sobre algo de metraje y buenas intenciones, pero que agradará a los seguidores de un Smith más intenso a la vez que no interesará a los que odien los telefilmes sensibleros de fin de semana, los cuales, por suerte, están muy por debajo en todos los sentidos de esta película.

Lo mejor: Will Smith, cuando no intenta demostrar que es buen actor
Lo peor: puede no convencer a los detractores de la sacarina cinematográfica

lunes, 5 de enero de 2009

"Están vivos", un corto para comenzar el año

Para comenzar el año no haré la típica crítica, a pesar de tener varias esperando. En lugar de eso les presento un corto que ha tardado en llegar a mis manos, recomendado por un amigo, Sergio, el cual participa como actor. Se titula "Están vivos" y está realizado por Octavio Alzola. En apenas 3 minutos, Alzola realiza un prodigio de montaje que no deja indiferente. Tres minutos sin diálogos que juegan a la ambigüedad, dejando numerosas preguntas y una trama con muchas posibilidades. ¿Sueño o realidad? ¿Qué sucedió antes y qué sucederá después? Y sobre todo, ¿están vivos? Que lo disfruten.

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